Lo miré, le cogí las manos y lo arrastré hacía la cocina. Cerré la puerta y sonrió. Era un hombre blanco, con el pelo negro, liso pero corto, los ojos verdes como las esmeraldas y una cara fina. Su voz era bronca, como el sonar de un trueno pero al pedir ayuda se convertía en un susurro agradable. Nos miramos, me señaló su rodilla derecha. Levanté la pata del pantalón y comprobé que tenía un orificio de bala detrás de la rodilla. ¡Dios mío que hacer! Con lo que llovía cualquiera salía a la calle, y yo sin teléfono. Me enfrenté a mis miedos y con un trapo de cocina le hice un torniquete. Me pidió ayuda para levantarse y se la di, consiguió ponerse en pie. Era alto de un metro ochenta más o menos y su cuerpo duro, de pura fibra. Noté que no apoyaba la pierna de modo que la bala debía estar en el hueso. Se cogió a mis hombros y a la mesa para andar.
No lo vi, alguien nos empujó. A él lo tiró al suelo y a mí me cogió del pelo. Era un hombre canoso de unos cincuenta años, con uniforme militar, con el porte más o menos parecido al muchacho. Me miró, sacó su pistola con silenciador y me la puso en la sien. Empezó a hablar con él en un idioma que no entendí, creo que era ruso. Le chillaba, a lo que el joven negaba con la cabeza y respondía.
Viendo que sus amenazas no surtían efecto me cogió del cuello, me echó encima de la mesa, buscó mis bragas por debajo del camisón y me las arrancó. Yo estaba en un estado de incertidumbre mezclado con pánico que me hacia estar doblegada a su voluntad. La conversación de los dos subía de tono. El uno amenazando y el otro negando. Se hizo el silencio, dejó el arma en la encimera y se desabrochó el pantalón mientras miraba al joven impotente en el suelo. Cogió la pistola la puso en mi cabeza y me violó mientras repetía sistemáticamente la misma frase:"gdje je to? ", (¿Dónde está?), el muchacho repetía impotente:"ja ne znam" (No le sé).
Logré ver la cara del joven, le pedía ayuda con mis ojos, solo una expresión de rabia contenida, de impotencia, expresaba con los ojos clavados en los míos. No sentía dolor, su manera de violarme con ímpetu y vigorosidad me producía un asqueroso placer nunca visto por mí. Le preguntó por última vez y consiguió la misma frase de negación, apuntó y sin vacilar le disparó. No sé por qué levanté el brazo pero lo cierto es que pude empujarle pensando que eraría el tiro, me miró y de un revés en la cara me lanzó al suelo. Se dirigió a él inmóvil en el suelo le habló como el que maldice y le propinó una patada en el estomago con toda la rabia que su cuerpo pudo generar, torció la cabeza me miró de arriba a abajo se rió y desapareció en la lluvia.
Me quedé petrificada, atónita, intuitivamente anduve hacía él, no se movía, ? que hacer?, le di la vuelta y vi que no había errado el disparo su sangre salía por encima de su pecho izquierdo. Estaba inconsciente, débil lo zarandeé, abrió los ojos tenuemente y le grité "arriba ". No sé de donde saqué fuerzas para ayudarle a levantarse y llevarlo al dormitorio que no se usaba. Lo eché en la cama lo miré, su voz apagada, incomprensible para mí me animaba a ayudarle.
Salí de la habitación dirección a la cocina, en un armario tenía el botiquín que la mutua le había dado a Antonio y yo sabía que había pinzas, agujas y gasas. Calenté agua, rompí una sábana en tiras, me acerqué a la cama y me presigné encomendándome a Dios como nunca lo había hecho. Me miró terminó de desabrocharse la camisa y me dio fuerzas al apretar mi mano. Sonrió nervioso preparando su mente para el momento.
Le invité a que mordiera un trozo de sábana pero se negó, entonces apreté su mano como pidiendo permiso y el hizo lo mismo al dármelo. Temblorosa cogí las pinzas y hurgué hasta encontrar la bala. El miraba al techo abstraído en el dolor sin respirar, su frente se llenó de un sudor frío. La saqué, la miré, nunca había visto una así, siempre las había visto en casa en la funda de mi padre. Sonreí, ¿Si supiera mi padre lo que hacía su hija? Siempre decía que yo tenía mucha sangre fría y poca gratitud, en fin para que recordar. Alzó la mano y me la pidió, la observó y se la guardó con el puño cerrado.
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HISTORIA DE UN ENGAÑO
Romance¿ Qué sucedería si en una noche nevada de febrero llamara un hombre a tu puerta con un tiro en la pierna y unos ojos verdes que quitaran el sentido, lo pasarías a casa, le ayudarías? Alejandra Guzmán lo hizo y su vida cambio para siempre. A veces ha...