*Advertencia de contenido +21
Recuerden que esto es ficción.
Yo que ustedes no me salto ninguna parte por muy sucia que parezca.
Ah, y hoy hubo actualización doble, si no han leído, vayan al cap anterior.
La noche cae y con pasos sigilosos se conduce por los pasillos de la inmensa casa; dobla a la izquierda en la esquina más próxima y descuelga el bolso de cuero negro de su hombro cuando se detiene en la puerta de su interés. Del bolsillo delantero saca una diminuta llave de plata algo antigua y la desliza por la cerradura hasta escuchar un innecesario click.
Regresa la llave a su lugar habitual y se vuelve a colgar el bolso en el hombro. Traspasa el umbral, cierra la puerta a sus espaldas asegurándose de que nadie pueda irrumpir desde el exterior y cuela unos cuantos dedos entre las hebras de su cabello.
No puede evitar la sonrisa que tira de sus labios al imaginar lo que va a suceder.
Es un niño y un hombre a la vez.
Baja con cuidado uno a uno los escalones que lo conducen a su refugio. Ese lugar donde se permite ser, donde explora y explota a sus anchas.
El hedor lo golpea una vez alcanza el último escalón. Todo está oscuro y huele a mierda, pero sus fosas nasales no tardarán en acostumbrarse a lo que allí se encuentra. Como siempre.
Vuelve a sonreír cuando la ve.
Es un desastre, uno de los más hermosos desastres que ha visto. Él mismo ha sido causante de ello, él mismo la ha arrastrado a su fin.
Está despierta, pero no lo ha visto.
Hace un ruido a propósito al dejar caer su bolso sobre un viejo pero pulcro escritorio, dispuesto muy cerca de la entrada.
Ella posa sus ojos hacía el frente, hacía esa fuente de dualidad andante que sumerge en peligrosas tinieblas su realidad y que a su vez la convierte en el más delicioso paraíso que jamás nadie podrá experimentar.
Él avanza nueve pasos contados. Memorizados.
—¿Me estabas esperando, Prensesim?
Ella gime en cuanto su vibrante y varonil voz alcanza su oído. Está recostada a medio lado sobre un desastre de sábanas que alguna vez fueron blancas; en sus tobillos y muñecas ya no se distingue donde comienza la piel y donde terminan las cadenas. Una sonrisa se dibuja en sus labios cuando entre la oscuridad se define su silueta, pero lejos de hacerle honor a su apelativo, se difumina entre las marcas de una mordaza roída, convirtiéndola en la perfecta representación de un guasón escrito por alguno de los poetas malditos.
Lleva el cabello rubio despeinado, la piel extremadamente pálida y los ojos vestidos de un duelo en silencio, como alguien que ha aceptado indolente su destino.
Él rompe el aire con sus pasos cuando llega a ella, le llama como le gusta y le besa la frente para después olerla. Algo más primitivo que sublime emerge para obligarse a desaparecer.
Le quita la mordaza para descubrir unos labios finos, que bajo sus múltiples grietas aún conservan la calidez con la que lo hechizó.
La da un beso puesto en la boca, permitiéndole extasiarse de él.
Él habla mientras ella calla.
Le desata las cadenas, le quita sus vestiduras de seda, la deja sin nada. La toma entre sus brazos para depositarla en una bañera improvisada. Llena un recipiente con agua en lo que alguna vez funcionó como un fregadero; calienta otro poco de agua en una olla sobre una estufa eléctrica de un solo puesto, vierte ambos contenidos en la bañera y con ayuda de una esponja, le da un ducha caliente.
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Vade retro [+21] En Español
Teen FictionAgnes es una chica muy particular, Demonio de día y princesa cuando cruza las puertas de su casa. Su pequeño mundo dará un giro triple con salto mortal incluido cuando conozca a Vade y a Vade. Esperen ¿Hay dos Vade? "Me encantaría decirles que así...