DIMIDIUM VERA

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Alerta de contenido +18.

Sí, ya sé que extrañaban a mis bebés tanto como ellos se extrañaban. 



AGNES


Una lágrima resbala de mi ojo derecho en cuanto mi padre traspasa el umbral de la puerta. No viene empuñando su cinturón como en las noches anteriores pero a juzgar por la cara que trae, algo no anda bien.

No me doy cuenta que he dejado de respirar de manera voluntaria hasta que sopeso una presión por la necesidad de aire en mi pecho.

¿Le tengo miedo?

Es mucho más que eso.

Tal como imagino, cierra la puerta tras de sí y se despoja de su objeto de tortura. En su rostro se refleja algo extraño que no logro percibir. En esta ocasión apaga la luz y me ordena que me coloque de rodillas dándole la espalda.

No creo poder aguantar un azote más en ese espacio así que me armo de valor y le hablo.

—Por favor, no en la espalda, papá.

—Cállate, que ni estoy de humor ni aquí se hace lo que te plazca.

—Por favor... —suplico en un hilo de voz.

No deseo flaquear pero juro que ya no puedo recibir un azote más ahí sin verme afectada gravemente. A ninguno de los dos nos conviene ¿O acaso cómo va a justificar ante un médico esas heridas? Ah, claro. Él tiene el poder de silenciarlo soltándole en la cara un jugoso fajo de billetes.

—Levántate —ordena.

Lo hago confundida sin saber si ha cedido a mis suplicas; yo continúo de espaldas sin querer darle la cara, no si él no lo ordena antes para no alterar más la situación ni tentar mi suerte de mierda.

Estoy pensando en mis posibilidades cuando siento el primer correazo en las piernas. Caigo de rodillas de inmediato.

—Levántate y asume lo que has pedido. —Jadeo sintiendo el ardor en mi piel traspasando hasta los huesos.

Apenas me levanto recibo el siguiente impacto de su cinturón arremetiendo contra mis piernas. Le da a ambas de un solo movimiento. Cada azote me conduce inevitablemente a soltar un gemido de dolor. Me da de nuevo en ambas piernas; luego otra vez y una vez más.

Casi caigo al suelo con el último azote cuando percibo su calor y su mano sosteniéndome por el cabello, pero no es precisamente para evitarme caer a lo salvaje sino porque tiene un claro mensaje para mí, o más bien una amenaza.

—Tienes rotundamente prohibido acercarte al imbécil de Vade o como sea que se llame. ¿Entiendes? —Asiento con la cabeza como puedo.

Prende la luz dispuesto a marcharse y me lanza una última ojeada. Sospecho sus intenciones de echarme en cara el discurso patético de siempre pero pasa de eso, mira mis piernas y abre la puerta.

Del otro lado se observa la sombra de Gretel marcharse de prisa.

Camino con dificultad hasta el espejo de cuerpo entero y me acomodo para observar mis piernas. Yo llevo puesto unos leggins blancos que terminaron manchados de sangre como producto de los actos inescrupulosos de aquel que se hace llamar mi padre.

No puedo contener el llanto y me odio por todo.

¿Por qué la vida es tan injusta?

¿Qué clase de enseñanza demoníaca es esa?

Vade retro [+21] En EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora