Las horas pasaron y cada vez era mas clara la incomodidad que sentía al estar tendido en esta cama, no era una cuestión de edredones o almohadas, sino un ardor que fluía desde mi interior y no me dejaba entregar a sueños profundos. La oscuridad era intoxicante, me senté en la cama sintiéndome agobiado, completamente repudiado por mi existencia y sin aviso las lágrimas corrían ahogándome, los gritos se perdían entre las almohadas y los temblores tomaban completa posesión de mí.
Mis pensamientos corrían de un lado a otro de mi mente ¿Qué podía hacer para silenciar este sufrimiento de una vez por todas? Tal vez había algo, algo que apaciguará los demonios, pero la respuesta no estaba aquí en la casa del japonés, mientras él dormía plácidamente en la habitación contigua a la mía.
Me levante, seque las lagrimas con mis mangas, gire la perilla con sumo cuidado y me libere por fin del peso que aquella reclusión me hacia sentir en el pecho. Con los pies descalzos y de puntillas me dirigí a la puerta. Para ser un vigilante tan estricto me parecía bastante descuidado de su parte dejar las llaves de la entrada completamente a mi disposición junto a la puerta, tal vez la costumbre y la cotidianidad me había dado esta ventana para escapar.
Pero pare en seco, un destello capto mi completa atención. El anillo seguía sobre el mesón, lo tome entre mis manos, sabia a donde tenia que ir. Volví a la puerta, tomé las llaves de la entrada y del auto, puse el abrigo de Yuta sobre mis hombros y me di a la fuga de una vez por todas.
Sabia el camino, lo había tomado un millón de veces, mi antiguo apartamento. Estacione el auto frente al edificio, el pavimento húmedo bajo mis pies descalzos me hizo estremecer. Me quede pasmado observando el que solía ser mi hogar, la primera vez que entre a él teníamos tan poco que nos reíamos de nuestra miseria para no perder la motivación y sucumbir a los deseos de nuestros padres de viajar cada día a la universidad, el dinero escaseaba, pero el amor no.
No hay cosa mas bella y mas peligrosa que la fantasía en la que vivimos cuando somos jóvenes, hubiera preferido vivir para siempre en ella, en la bruma rosa del joven amor para no estremecerme cada vez que siento una presencia mirándome sobre mi hombro. Y era verdad las repercusiones de mis intentos de heroísmo eran crudas, estaban abiertas y sangrantes.
Aun sentía las puñaladas y el terror, la desesperación. Cuando Ten le dio la espalda a mi yo magullado, herido, pero aun con todas sus capacidades mentales en orden, supe que el héroe había caído, tal vez pensaba que lo que quedaba del hombre que lo protegió ya no podía ofrecerle nada, me desmoroné. Las palabras de Yuta resonaban en mi cabeza, le pedía a gritos que me rescatara cuando el apenas pensaba en como sanarse.
Con los meses me perdí, no sabia como interactuar con las personas, su presencia se me hacía inmanejable y me recluí en nuestro apartamento, deje la escuela y me dedique a alimentar mi rencor a estallar e idealizar a Ten solo para decepcionarme cuando no seguía mi guion al pie de la letra, pero no podía dañarlo entonces reviví aquella noche en mi mente hasta perder todo el respeto por mi mismo, eran mi elecciones las que me llevaron a estar ahí con Doyoung retorciendo esa navaja en mis entrañas, y de pronto la convivencia con este ser en el que habitaba, este ser con ese boquete horrendo en el cuerpo que aun veo gotear en mis pesadillas, este ser con tanto odio por si mismo que no podía ser contenido por esta cárcel de carne y hueso, se hizo insoportable.
Me acerque a la puerta, los ojos rojos llorosos e hinchados, los pies sucios y el desaliñado pijama escandalizaron a el portero que sin preguntas me dejo pasar con una permanente cara de preocupación, pero sin decir ni una sola palabra o cuestionarme sobre mi situación cosa que agradecí. El elevador timbro y se abrió en el piso indicado, murmuraba bajo mi aliento rezos para que Johnny no se encontrara en casa, no tenía las energías para lidiar con él, sabía que yo ya no era de su agrado y entendía el por qué.
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De Boca en Boca | TENDERY |
Fanfiction|PROLOGO| "Me di cuenta de lo miserables que eran todos... solo eran simples peones cuyas vidas habian sido pisoteadas también."