Capítulo 13

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Discusión en la cocina

Tom creyó que cocinar con Severus sería una experiencia perfecta y divertida, estaba equivocado.

Ambos estuvieron de acuerdo en que hacía demasiado frío como para salir a cenar —lógico considerando lo cercano que se encuentra el invierno—, por lo que compraron lo necesario para preparar algo en casa y cuando Tom estaba preparando los vegetales que usaría, Severus le pidió que lo dejara ayudarlo.

Hasta ese momento todo estuvo bien, pero llegó el momento de condimentar la carne y ahí todo comenzó a estar mal.

Su novio insista en que era demasiado sal, que algunas especias estaban demás y podrían remplazarse por otras. Tom con toda la paciencia y el amor que le tenía trato de explicarle porque estaba equivocado.

—¿No confías en mí? —le preguntó Tom como último recurso

Los hermosos ojos negros de su novio se entrecerraron —eso es injusto, sin importar la respuesta pierdo o cedo.

Rio divertido —estas eludiendo la respuesta, mi amor, llegaré a creer que no confías en mí.

—Usas chantaje emocional.

Su novio es inteligente, por supuesto que no caería con algo así.

Le dio una sonrisa juguetona y se acercó a él. Cada paso que dio Severus lo retrocedió hasta que chocó con la pared.  

—¿Qué pretendes, Riddle?

—Decidí cambiar de estrategia.

Antes de que pudiera decir otra cosa lo beso. No fue nada tierno, su lengua se abrió pasó entre sus labios y comenzó a danzar con la ajena. Solo duró un par de segundos, porque el pelinegro corto el beso y puso sus manos en el pecho de Tom para poner distancia entre ambos.

—Estamos discutiendo, no puedes besarme.

—¿Esa es una regla?

—Sí.

—Podemos romperla —dijo al mismo tiempo que tomo las manos de Severus, las entrelazó con las suyas y las pego por completo a la pared a la altura de su rostro y lo beso de nuevo

Ya no hubo resistencia de parte de su novio, al contrario sus cuerpos comenzaron a estar tan juntos que lo único que los separaba eran las capas de tela.

Y Tom no se detuvo en sus labios, recorrió lentamente todo el largo de su mandíbula dejando besos. Siguió bajando hasta que llegó a la piel expuesta de su cuello, no lo pensó, beso cada parte que pudo, dedicando más tiempo a algunos lugares.

En ese punto, ya ninguno estaba pensado en la cena.

La mente de Tom se estaba nublando con los bonitos sonidos que salían de la boca de Severus. Su poca concentración estaba en las pequeñas manchas que ahora adornaban la blanca piel de su novio y lo hacían sentir de una manera muy extraña.

Se separó un poco para ver el rostro del pelinegro, le encantó lo que vio. Severus con sus ojos dilatados, los labios hinchados, las mejillas rojas a juego con sus nuevas marcas en su cuello y la respiración agitada.

—Debemos detenernos…  —susurró su novio

Tom lo acepto, porque no podía pensar con claridad y estaba seguro de que habría dicho sí a cualquier cosa que le propusiera Severus en ese instante.

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