CAPÍTULO UNO

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El sol de la primera mañana brillaba en lo alto del cielo y todos en el pueblo central del Reino de la Luz ya se encontraban realizando sus labores del día.

Peter aterrizó en el balcón de su habitación en el palacio, su castaño cabello brillaba a la luz del sol haciéndolo ver más claro.

Peter Boones, heredero al trono, segundo hijo del matrimonio, pero aun así heredero debido a que su hermana mayor había renunciado a el puesto cediéndole el lugar a su hermano. Sus ojos cafés lucían más claros a la luz del sol al igual que su pelo, sus agudas y perfiladas facciones lo hacían ver aún más guapo de lo que ya era, no era de una contextura física muy voluptuosa pero sí se le notaba que hacía ejercicio a diario ya que era ligeramente musculoso.

Hizo desaparecer sus alas en una nube blanca brillante y entró en su habitación, no le sorprendió nada ver a su mejor amigo sentado en su cama esperándolo, Alexander Jenssen, pelinegro, con múltiples tatuajes, musculoso y alto, muy alto.

—¿Por qué no me sorprende verte aquí? —preguntó el castaño sonriendo con burla.

—Porque sabes que soy genial y que siempre te vengo a ver luego de tus paseos matutinos —respondió su amigo sonriendo orgulloso de sí mismo.

—Bueno, tienes razón.

Alec y Peter se conocían desde niños, literalmente habían crecido juntos gracias a la estrecha amistad de las madres de estos, por lo que Alec prácticamente era un miembro más de la familia.

Dos toques en la puerta hicieron que ambos chicos cortaran la charla que habían comenzado y miraran hacia la puerta.

—Adelante.

El consejero real de Peter entró, vestía su elegante uniforme y tenía un porte erguido.

—Buenos días su alteza. —Hizo una reverencia y se giró hacia Alec—. Conde. —Y volvió a hacer otra reverencia.

—Hola Joseth —saludó el pelinegro con su característico tono alegre.

—Su alteza el Rey lo llama, me dijo que tiene un comunicado para usted —informó el hombre con educación.

—Está bien, muchas gracias por venir a avisarme Joseth —agradeció el heredero con una amable sonrisa.

Joseth se retiró haciendo una última reverencia hacia ambos y cerró la puerta detrás de si.

—¿Qué crees que te dirá tu padre? —cuestionó Alec con curiosidad; el chisme siempre lo llamaba.

—No sé.

—Tal vez quiere que consigas pareja, ya es hora —se burló Alec haciendo rodar los ojos del otro.

—Es totalmente absurdo lo que dices, no necesito ninguna mujer, y antes de que lo digas, no, no soy gay Alec —replicó Peter con el ceño fruncido recordando la tanda de veces que su amigo le había cuestionado si era gay por no tener novia o algo desde hace bastante.

El Conde soltó una pequeña risa alzando las manos con inocencia.

—Está bien, te creo —rio levantándose de la cama yendo hacia el balcón—, si ves a mi madre y pregunta por mi dile que estoy entrenando —pidió desplegando sus grandes y blancas alas.

—¿A dónde irás? —preguntó Peter sonriendo de lado.

—A quemar calorías de una forma sana —respondió su amigo sonriendo de una forma en la que solo ellos entendían el significado.

—Anda vete, no la dejes esperando —se burló haciéndolo reír.

—Hasta luego. —Y tras decir aquello se lanzó de espaldas desde el balcón para luego metros antes de tocar el suelo alzar en vuelo.

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