CAPÍTULO DOCE

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Por la noche, cuando Bella y Peter ya habían vuelto de la jornada en el pueblo y ya habían cenado, ambos se encontraron en el jardín, recorriendo todo lo ya visto antes con paso normal, conversando un poco sobre lo que había pasado en el día.

Finalmente llegaron a dónde se habían quedado la noche anterior, y dejando un poco de lado la amena charla, Peter le siguió mostrando y enseñando sobre las plantas del jardín; hasta que al final de un pasillo de hermosos arbustos de flores amarrillas aún cerradas se podía observar como la explanada se abría paso a un estilo de descanso mucho más grande de lo que habían sido los dos anteriores que ya habían pasado. Estaban en el centro del gran jardín.

Los arbustos pequeños y con formas de cisnes flaqueaban cada uno de los caminos que salían y surgían de dicho centro. Exactamente en el centro había un árbol, parecía un Sauce, pero, no era un sauce. Las hojas eran más oscuras y de las ramas colgaban pequeñas flores blancas que irradiaban un brillo irreal.

Bella miró todo maravillada sacándole una sonrisa involuntaria al chico en cuanto la vio sonreír de esa forma.

—Ese es el Fatum salices, o también conocido como el Sauce del destino. Se dice que cada quién huele una de sus flores podrá sentir a qué huele la persona con la que está destinada a estar el resto de su vida, pero, a veces puede resultar engañoso, ya que si alguien está obsesionado con alguien que no está dentro de su destino de todas formas sentirá el olor característico de su obsesión —explicó el chico haciendo que Bella lo mirara curiosa.

—¿Qué hueles tú? —preguntó curiosamente ladeando un poco la cabeza.

Peter rió entre dientes y se sentó en el suave césped cerca de la fuente en un sitio estratégico del lugar.

—Pues, uno de los olores que principalmente percibo es a papel quemado, pero no ese olor desagradable, sino que uno suave y rico —respondió y la invitó a sentarse junto a él. Sin embargo, Bella se sentó frente a él sobre sus rodillas.

—¿Y alguna vez has sentido ese aroma en alguna persona? —volvió a preguntar presa de su curiosidad. Pero, Peter negó.

—Aún no he sido honrado con sentir dicho aroma en alguien, pero bueno, muchas personas que están destinadas muchas veces jamás llegan a saber que lo están y ni siquiera se conocen —dijo Peter sonriendo levemente.

—Vaya.

—Bueno, has preguntado mucho ya. ¿Puedo preguntar yo ahora? Para conocernos mejor, al menos un poco —pidió el castaño con una sonrisa adorable, a decir verdad.

—Bueno, creo que sería la justo —accedió la princesa entrelazando sus propias manos sobre su regazo.

El chico sonrió radiante al tener el visto bueno. La verdad era que últimamente ambos eran un poco, solo un poco, más cercanos, Bella ya no se comportaba tan agria con él siendo más amistosa, algo que a él le agradaba aún más.

—¿Cuál es tu color favorito? —preguntó interesado, Bella ladeó la cabeza algo confundida. Creyó el que el chico le haría preguntas más... entrometidas, jamás creyó que le preguntaría su color favorito, sus intenciones no eran malas, lo sabía, desde hace mucho.

—Pues me gusta el celeste, pero no el celeste aburrido que todos tienen en su caja de colores, sino que el celeste que se torna oscuro a medida va anocheciendo y deja paso a las estrellas, ese celeste me gusta —respondió luego de pensarlo un momento—. ¿Y el tuyo?

—Mi color favorito es el naranja, aunque bien como has dicho tú, no el naranja que todos tienen en su caja de colores, sino el naranja atardecer, el que se funde con los demás tonos de rojos y amarillos formando un atardecer digno de sentarse a apreciar —dijo para luego sonreír. Bella asintió de acuerdo.

Probar el paraísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora