CAPÍTULO QUINCE

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El sol de invierno brillaba una vez más en lo alto del cielo sobre el Reino de la Luz, y, sin embargo, una reunión a puertas cerradas se daba en uno de los despachos del sótano del palacio, doce personas pertenecientes al círculo más cercano del Rey de entre la guardia real y alguna familia o personas que se consideraban como tal.

La conversación parecía estar tomando un rumbo algo acalorado.

—No tenemos cómo verificar que la mala cosecha ha sido obra de ellos, su majestad —dijo el Comandante de la Guardia Real.

—Me vale diez pepinos Alfred, te guste o no es obvio que fueron ellos. Solo deben usar la cabeza un poco y verán las cosas como son. La mala cosecha fue gracias a una peste, ellos directamente son una peste, quieren atrasar la ceremonia de coronación de mi hijo para que les de el tiempo de organizarse mejor en nuestro territorio —dijo el monarca algo alterado.

—No creo que se les pueda hacer fácil, padre —expresó Luna, ciertamente ella era la única hija del Rey que participaba en esas reuniones—. Más allá de que tengan infiltrados en el reino, cavar tan cerca nuestro es algo complicado teniendo en cuenta nuestra seguridad. Aunque, resalto el hecho de que no debemos descartar ninguna posibilidad de tener espías.

—Exactamente a eso me refiero. Anne, informe.

La pelirroja enderezó la espalda al oír su nombre y al hablar su voz sonó firme.

—He estado cumpliendo mi tarea de cuidar en secreto al príncipe, pero no parece hacer más que pasar tiempo con el Conde Alexander o sus hermanas, por las noches sigue saliendo a dar su paseo nocturno de siempre y no hay más alteraciones a su rutina.

—¿Contacto con los Oscuritos? —cuestionó Luna alzando una ceja.

—Más allá de las salidas diplomáticas al pueblo con la señorita Bella o saludos cordiales entre pasillos con cualquier miembro de esa familia, no tenemos nada más —informó Anne con seriedad. Luna asintió satisfecha, sin embargo, Anne no terminaba allí.

—Aunque sí tengo algo que informar con respecto a su familia, su majestad —dijo mirando al Rey Thomas, Luna sin poder evitarlo se tensó en su lugar.

—Habla —ordenó el hombre.

—Es sobre su sobrina, Mía. La hallé platicando muy amistosamente con Viktor Stone.

Thomas Boones se masajeó las sienes cerrando los ojos; desde que habían asesinado a su hermano junto con su esposa no había noche en que no recordaba el juramento que habían hecho al él ascender al trono donde prometían protegerse el uno al otro sin importar lo que pase, por lo tanto, luego de lo ocurrido no podía evitar sentirse culpable por todo lo que habían sufrido tanto su hermano, su esposa y la hija de estos.

—Vigílala, y encárgate de traerme todo tiempo de información relevante que pueda soltar ese idiota de Stone junto a Mía. La pobre no ve la maldad en los demás, así que jamás nos dirá algo que pueda soltar ese chiquillo.

Anne asintió mientras Luna relajaba sus hombros notoriamente, sin embargo, alguien en esa mesa había notado su tensión, de forma que la iba a tener en la mira.

La reunión siguió una media hora más hasta dar por finalizada de forma tranquila y con varias órdenes dictadas por el rey. No podían bajar la guardia o los aniquilarían, la pregunta era, ¿ya era demasiado tarde?

[...]

Para Bella las tareas diplomáticas con respecto a su posición en la corona y demás eran tediosas. Detestaba tener que hacer tanto papeleo y tener que firmar tantas cosas aun siendo que todavía ni siquiera era reina. La correspondencia en forma de actas, permisos, informes y demás correspondiente a los asuntos de su reino llegaban al Palacio de la Luz sin ningún problema, lo que la ponía a trabajar aún más de lo necesario, según ella. El rey Thomas le había brindado uno de los múltiples despachos sin uso del palacio para que pudiese cumplir sus tareas, pero la verdad es que ya se encontraba asqueada, sin embargo, su salvación llegó al oír a alguien tocar la puerta esperando a pasar.

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