CAPÍTULO OCHO

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—Eres un idiota Alexander, ¿cómo le vas a decir eso? —regañó Peter a su mejor amigo en cuanto este le contó sobre su altercado con la menor de los Stone.

—¡Es que fue involuntario! —se defendió el pelinegro sintiéndose como un niño regañado por su padre.

—Involuntario nada, así no se trata a una dama, ve y le pides disculpas.

—Pero me golpeará de nuevo... y golpea fuerte —se quejó tocando su mejilla.

—Y bien merecido lo tenías —dijo Peter cruzándose de brazos—. Más te vale que le pidas disculpas o te golpearé yo también.

—¡Sí ya lo sé, lo haré! Solo debo dejar que se calmen las aguas y estar seguro de que no me golpeará —habló Alec mirando hacia el atardecer que se veía desde la ventana de la habitación del heredero.

—De todas formas, ¿qué es ese capricho por siempre molestarla? —preguntó el chico alzando una ceja.

Alec se encogió de hombros.

—Es divertido.

Peter lo agarró de la oreja—. Is divirtidi —se burló con mala cara—. Quiero ver que se te haga divertido cuando te pegue una patada en las pelotas.

—¡Oye auch! —se quejó sobando su oreja.

—Bien merecido tienes ese también.

[...]

Ya por la noche Bella y Peter se hallaban en el jardín como cada noche, cada noche avanzaban más descubriendo y caminando por el jardín.

—Por cierto —dijo la pelinegra llamando la atención del chico el cual la miró con interés, Bella no era muy habladora, hablaba lo justo y lo necesario por lo tanto cada vez que la chica hablaba le prestaba total atención—. Tu amigo el conde... Jenssen, ¿ha hecho algo para incomodar a mi hermana o más bien, hacerla enojar? —cuestionó la ojiverde alzando una ceja.

Peter sonrió haciéndose el tonto y se giró de nuevo hacia adelante tranquilamente.

—Oh no lo sé, no he hablado con él hoy —respondió Peter tranquilamente encogiéndose de hombros.

La mano de Bella se enroscó en el antebrazo de Peter haciéndolo girar y parar su caminata.

—Pues si lo ves, dile que dije yo que si le llega a hacer la mínima cosa a Rose le cortaré las pelotas, sin bromear, de verdad lo haré —dijo Bella con tono tranquilo, pero algo en su tono hizo que los vellos de la nunca del chico se erizaran, hablaba en serio.

—Me haré cargo de hacérselo llegar, princesa —aseguró el chico asintiendo repetidamente.

Bella soltó su brazo el cual aún tenía tomado y puso las manos detrás de su espalda.

—Perfecto, gracias —dijo la chica con seriedad para adelantar el paso dejando al heredero un poco atrás para que luego este le siguiera el paso y se situara junto a ella.

Siguieron su camino tranquilamente, y, como cada noche, Peter le enseñaba sobre la gran variedad de plantas que el jardín poseía, en ese momento Peter se encontraba explicándole a la chica sobre una flor llamada Flos deceptionis, que en latín significaba flor del engaño, era una bonita flor de color crema como una delicada campana.

—A veces estas flores atraen a sus presas con su bonita y delicada figura para estornudarles una toxina mortal para los insectos, pero inofensiva para los humanos, entonces—

Y la planta le estornudó en la cara al chico cortando su explicación llenándole el rostro y parte de su pelo de polen amarillo, consiguiendo que Bella no pudiese aguantar la profunda carcajada que salió de su interior, la situación la había agarrado tan distraída que no le había dado tiempo alguno para reaccionar y no soltar la carcajada.

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