CAPÍTULO DIECIOCHO

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Eran pocas las veces que el rey llamaba a Peter a su despacho para hablar sobre una "situación de urgencia", no quería decir que nunca lo llamaba, sino que las veces que lo llamaba jamás tenían el título de "situación urgente".

Tocó la puerta del despacho de su padre y al oír el pase a la habitación ingresó sentándose en la silla frente a su progenitor.

—¿Ocurrió algo? —preguntó nomás se hubo sentado.

—Debes conseguir esposa para la fecha de tu coronación —dijo Thomas apoyando sus manos entrelazadas entre sí sobre la mesa. Peter rió sin poder evitarlo, pero al ver que su padre lo miraba muy serio borró todo rastro de diversión de su rostro.

—Espera, ¿hablas en serio?

—Es tu deber como futuro rey tener una esposa que te acompañe a la hora de reinar, ¿cómo crees que te verá la gente si ni siquiera tienes una esposa a tu lado?

—Pero papá, mi coronación es en poco menos de dos semanas y media, en serio no pretendes que en ese corto lapso de tiempo consiga una esposa, ¿verdad?

—Se hará lo que yo diga y punto —zajó el monarca con autoridad—. Mañana por la tarde llegarán las aspirantes a ser tus esposas, son cinco en total, convivirás con ellas estas próximas dos semanas y media y el día de tu coronación decidirás a quién elegirás como tu reina. No quiero que descuides tus tareas reales ni que tampoco andes perdiendo el tiempo, Anne te dejó en tu despacho una carpeta con los nombres y de dónde vienen las aspirantes, ¿entendido?

—Sí, entendido —respondió el joven levantándose de la silla con la rabia apoderándose de su cuerpo, necesitaba salir de allí.

Caminó hacia su despacho a paso firme sin ver a su alrededor, si chocaba con alguien o si alguien lo llamaba, solo siguió en línea recta y no paró hasta estar en su despacho. Una vez en este se paró junto a la ventana para intentar calmar su rabia, afuera nevaba y el caer de la nieve podía hasta ser tranquilizante.

Tomó la carpeta de tapa dorada sobre su escritorio y leyó los nombres de las chicas que llegarían mañana por la tarde.

Alessandra Subag—Región Este

Matilde Novick—Región Noreste

Jalice Madock—Región Oeste

Layra Droop—Región Noroeste

Mara Fursh—Región Central

Era obvio que su padre elegiría señoritas de familias líderes de cada punto cardinal en el planisferio que fuera territorio del Reino de la Luz. Pudo reconocer los apellidos de todas, hasta de la última, que era la nieta del dueño de la panadería más importante de todo el reino o al menos de la zona céntrica del reino.

Se pasó una mano por el pelo frustrado, él no quería una esposa, para nada. Era demasiado joven para eso aún, además, a él le gustaba Bella, y más allá de que eso no estuviese bien visto por nadie en la realeza ni en ningún lado él la quería a ella, no a cualquier otra chica que en menos de un mes tuviese que conocer por una estúpida regla de la corona.

Alguien golpeó la puerta suavemente lo que lo hizo voltearse, acomodarse el pelo, volver a colocarse la corona correctamente sobre la cabeza y se sentó detrás de su escritorio fingiendo estar leyendo algunos papeles.

—Adelante —ordenó enseguida viendo pasar a su hermana mayor por lo que dejó los papeles.

—¿Padre ya te informó lo de las aspirantes a ser tus esposas? —cuestionó la castaña, Luna era la única de la familia que había salido con los ojos claros de su abuela. Peter al oírla mencionar el tema de las esposas automáticamente torció el gesto con desagrado.

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