CAPÍTULO SIETE

11 0 2
                                    

Esa noche Bella no pudo dormir bien, o, mejor dicho, no había podido dormir nada. Había pasado toda la madrugada despierta pensando en qué estaban planeando sus padres y en qué podría afectarlos a ella y sus hermanos.

En cuanto los pájaros cantaron a primera hora de la mañana la pelinegra se levantó y vistió esperando a que una de las criadas del castillo le avisara que el desayuno estaba listo, sin embargo, esta vez no fue una criada la que apareció en la habitación a dar el informe, sino que hizo aparición la cabellera rojo intensa de Anne, la otra consejera real de Peter.

La pelirroja hizo una reverencia muy poco pronunciada hacia la heredera y la miró de una forma que Bella estaba segura que no era respeto ni nada por el estilo.

—Señorita sus padres la llaman, quieren hablar con usted en el despacho de visitas —informó la chica leyendo en una pequeña planilla.

—Bien, puedes retirarte —se limitó a responder Bella haciendo una seña con la mano hacia la puerta indicándole que se vaya.

—Discúlpeme majestad, pero no creo que sepa llegar al lugar indicado, debo acompañarla —dijo Anne mirándola con aburrimiento y un brillo de burla en la mirada.

Bella no confiaba en ella, ni un poco, a decir verdad.

—Pues te sorprenderá pero el príncipe Peter me ha enseñado todo el castillo, sé cómo llegar, no debes preocuparte de más —aseguró Bella sonriendo abiertamente y pudo ver un brillo de rabia en la mirada de la pelirroja cosa que la hizo sonreír para sus adentros, así que ese era el punto débil de la chica.

—Maravilloso entonces, majestad. Con permiso. —Y haciendo de nuevo una reverencia poco pronunciada salió de la habitación cerrando la puerta con un poco de fuerza de más.

La pelinegra rodó los ojos riendo entre dientes para salir de la habitación directo al despacho donde la esperaban sus padres. Para Bella, leer a las personas se le hacía muy fácil, poseía una personalidad calculadora que le daba la capacidad de descubrir lo que alguien tramaba o escondía en segundos.

Con Anne sentía una vibra rara, de seguro estaba enamorada de príncipe o algo por elestilo; de seguro también era una clara racista por decirlo de alguna forma, y también de seguro la aborrecía por ser lo que muchas personas ofensivas llamaban una "Oscurita".

Tocó la puerta al llegar al despacho y cuando escuchó la indicación de que pasara ingresó al lugar. Su padre estaba sentado en la silla detrás del escritorio y su madre apoyada en el lateral de este mismo. La menor hizo una reverencia hacia sus padres y esperó a que hablaran.

—Puedes sentarte, hija —invitó su madre en su habitual tono frío.

—Estoy bien así, gracias —se negó la pelinegra poniendo sus manos en su espalda.

—Iremos directo al punto entonces —dijo Valter seriamente, entrelazando sus manos sobre la mesa. Bella quedó en silencio esperando a que comenzara a hablar.

—Como ya te hemos hablado antes de llegar aquí, debemos dar nosotros el primer golpe, no ellos. —Bella contuvo el impulso de rodar los ojos ante lo dicho por su madre.

—Por lo tanto, cuando sea la dichosa ceremonia de la paz entre nuestros reinos será cuando ataquemos —informó su padre.

—Muy inteligentes, si me dejan decirlo —comentó la ojiverde con ironía, ironía que no fue detectada por sus padres, y si lo fue, hicieron oídos sordos.

—Deja terminar —regañó su madre frunciendo el ceño.

—Debes distraer al heredero antes del ataque, necesitamos que hagas algo para que no esté pendiente a lo que harán nuestros soldados infiltrados a la hora del ataque.

Probar el paraísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora