CAPÍTULO DOS

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El carruaje de la familia Stone estaba a quince minutos de llegar al Palacio de los Ángeles de la Luz, los corceles negros que traban del carruaje galopaban a paso tranquilo siguiendo a los dos escoltas de Luz que los empezaron a guiar en cuanto entraron en su territorio. 

—¿Por qué hace tanto frío aquí? —preguntó Rose abrazándose a sí misma. La realidad era que en el reino de los Ángeles de la Luz ya estaba comenzando a hacer frío, no como en el reino de los Ángeles de la Oscuridad que el clima era cálido.

—Es que estamos a bastante altura y como nosotros tenemos calor en esta época del año ellos están con climas fríos —explicó su padre ajustando su abrigo.

—Que asco —se quejó la menor haciendo sonreír con burla a sus hermanos mayores.

—Estamos por llegar, compórtense —mandó Agatha con frialdad.

Los hijos Stone rodaron los ojos y siguieron mirando por la ventana, su madre solía ser insoportable desde su punto de vista.

Mientras tanto, Peter acababa de despertarse, como su padre le había mencionado el día anterior había intentado recordar haber interactuado con algún miembro de la familia real hace diez años, pero lo único que llegó a su mente fue el vago recuerdo de una niña pelinegra con dos pequeñas coletas y un vestido bastante grande para su edad y pequeño cuerpo; además de eso no recordaba nada más en concreto.

Miró el reloj sobre su mesa de luz y abrió los ojos de golpe muy alarmado, ya iba tarde. Se levantó corriendo, cayendo de la cama en el proceso y fue directamente a la ducha, no demoró más de diez minutos bañándose para salir a vestirse con el traje azul marino que resaltaba el color claro de su piel, se calzó a mitad de camino hacia la salida y corrió por los pasillos bajando escaleras con apuro mientras se peinaba hasta llegar a la puerta principal del Palacio donde acababa de frenar el carruaje de los invitados.

—Su majestad, con usted la familia real de los Ángeles de la Oscuridad —anunció uno de los guardias abriendo la puerta del carruaje.

El primero en bajar fue Valter seguido de su esposa, el cabello rubio de la Reina brilló bajo el sol pre invernal deslumbrando a unas cuantas de las chicas del servicio que allí había, Peter se adelantó un paso para recibir a los monarcas, sin embargo, sintió algo caer sutilmente en su cabeza, miró hacia un costado notando a Anne, su otra consejera real, la cual le había puesto la corona que se había olvidado.

La pelirroja la guiñó un ojo disimuladamente y Peter la miró agradecido antes de definitivamente acercarse a los monarcas.

—Bienvenidos al Palacio de la Luz, soy Peter, el heredero al trono y espero que tengan una estadía conmovedora —dijo el castaño con una radiante sonrisa haciendo una reverencia hacia los mayores los cuales respondieron haciendo una un poco menos inclinada. 

—Gracias, heredero —dijo la señora Stone arrastrando levemente las palabras sonando arrogante.

Sin esperar más la siguiente persona en bajar fue Bella seguida de sus hermanos en orden, la pelinegra alzó la vista para ver hacia Peter con seriedad, sin embargo en cuantos sus ojos cayeron sobre el castaño algo la hizo escanearlo completamente de arriba abajo, desde la corona algo torcida, hasta el traje perfectamente planchado y ordenado; sin embargo Peter también había conectado su mirada con Bella unos instantes hasta que la otra desvió la mirada al sentir el pellizco de su hermano en la espalda.

—Nuestros hijos, Bella, Viktor y Rose —presentó Valter señalando a cada uno de los tres.

Peter sonrió cálidamente hacia los tres haciendo una pequeña reverencia.

—Un placer. —Dio un paso atrás y señaló a Joseth y Anne—. Ellos son Joseth y Anne, mis consejeros, estarán a su disposición siempre que necesiten algo.

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