CAPÍTULO DIECINUEVE

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De por sí el día ya había iniciado mal para Peter, primero que nada, por la madrugada había ocurrido una fuerte nevada que había dejado todo blanco perlado; eso suponía que esa noche no iba a poder salir con Bella hacia los jardines para pasar tiempo juntos porque con todo cubierto de nueve y con la segunda posible tormenta de nieve pronosticada para la noche era muy peligroso estar fuera; y lo segundo que maltrató su humor fue el hecho de que hoy llegarían al palacio las chicas que aspirarían a ser sus esposas y no era que tuviera algo contra ellas, sino que ciertamente no quería una esposa.

Se aseó, vistió y bajó a desayunar, en la mesa del comedor solo estaban las gemelas y Mía, el desayuno no era algo que se compartía mucho en su familia.

Saludó a las chicas sirviéndose el desayuno y se sentó aún sin arreglar su humor.

—¿Por qué esa cara, primo? —preguntó Mía con algo de preocupación hacia el estado del chico.

—Hoy llegan las candidatas para ser mis esposas —contestó con amargura.

—Oh —emitió la de ojos claros con algo de compasión, ella estaba al tanto de lo que pasaba entre Bella y Peter por lo que presentía cómo debía de sentirse su primo.

—El príncipe a veces se nos pone caprichoso, señorita Mía, pero ya lo arreglaré luego —comentó Bella haciendo acto de presencia en la sala logrando que Peter se atragantara con su tostada ante lo dicho por la pelinegra.

Al contrario de Peter, Bella traía muy buen humor, llevaba puesto un vestido color azul marino que resaltaba el tono pálido de su piel, el corsé de tela agregado al vestido se amarraba por delante en un sencillo lazo que quedaba muy bonito a la vista, se la veía sin ninguna gota de maquillaje realzando la belleza natural que poseía la Stone y siendo muy claras a la vista esas pequeñas pecas repartidas sobre los pómulos y mejillas de la chica, terminando, sobre su cabeza descansaba su corona de jemas negras, era bellísima, la corona, bueno, la chica también.

—Buenos días princesas, Mía, su majestad —saludó la recién llegada haciendo una reverencia hacia los cuatro miembros de la familia real de la Luz. Peter sonrió y le hizo señas para que se sentara junto a él.

—Buenos días Bella —saludó manteniendo su bonita sonrisa—, pero no soy caprichoso —alegó pasándole la tetera para que se sirviera su té. La chica soltó una risa y se sirvió el desayuno.

—Te daré la razón para que no te pongas triste —aseguró guiñándole un ojo, el príncipe negó con la cabeza sonriendo levemente.

—Te ves hermosa hoy —susurró el chico acercándose a la princesa logrando sacarle una tonta sonrisa.

Mía los miró de reojo con una sonrisa, sintiéndose contenta por su primo. Las gemelas estaban concentradas en su desayuno, bueno, más que concentradas estaban muy dormidas para enterarse de algo.

—¡Buenos días! —exclamó Anne entrando en la sala con varios papeles en los brazos, hizo una reverencia hacia Peter y se hizo la que no vio a Bella junto a él—, su padre le manda esto, su majestad —informó pasándole un papel donde estaba anotado el "itinerario" a seguir cuando llegaran las aspirantes a ser sus esposas.

—Gracias, Anne —agradeció con amabilidad leyendo todo lo que decía en la hoja.

—Es un placer —sonrió con su acostumbrada sonrisa coqueta que disimulaba con amabilidad, pero, que al girar su mirada hacia Bella solo pudo ofrecerle una mueca de asco, la pelirroja ardía en celos—. Stone, esto es para ti.

Una hoja fue extendida de mala gana hacia la princesa, Peter frunció el ceño y estaba a punto de hablar, pero Bella lo hizo primero tomando la hoja, levantándose y mirando a la consejera con altanería.

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