A Peter siempre le había causado curiosidad por qué Bella nunca dejara las alas al aire libre en esos paseos nocturnos por el jardín que daban mientras el chico le explicaba varias cosas sobre las plantas que este lugar totalmente natural tenía. Ya habían pasado cinco días desde que había llegado junto a su familia y ya no se comportaba tan ácida con el chico, por lo que esa misma noche mientras llegaban por primera a uno de los descansos del jardín donde había una fuente de piedra y algunas estatuas de mármol no se pudo contener a preguntarle.
—¿Por qué nunca despliegas tus alas? —cuestionó el príncipe tomando desprevenida a la chica.
—¿Qué?
—¿Por qué nunca dejas tus alas al aire libre cuando estamos aquí?
—Porque no eres una persona en la que confíe totalmente como para hacerlo —respondió la chica sincera y directamente.
—Oh. Pues te contaré más de mí y te haré confiar en mi —aseguró el chico haciendo que la ojiverde soltara una pequeña risa.
—Buena suerte.
[...]
Alec no era de odiar personas, pero si había alguien a quién si detestaba desde el primer momento en que la vio era a Rose Stone, la princesa menor del Reino de los Ángeles de la Oscuridad.
A de saber qué era lo que peor le caía de ella, si su irritable personalidad, el hecho de que siempre tenía algo insolente que decirle o simplemente ella.
Pero a Alexander Jenssen no le agradaba para nada Rose Stone; cada vez que se veían y tenían oportunidad aprovechaban para pelearse tal y como estaban haciendo ahora.
—Pues tal vez si fueses un poco más alta no me molestaría tanto tu presencia —dijo el pelinegro mirando hacia la pequeña rubia, en realidad ella a su lado se veía muy baja, pero, Alec medía 190cm ¿qué más se podía pedir?
—¿Disculpa? Para tu información estoy dentro de la altura promedio —se quejó la rubia mirándolo mal.
—¿De la altura promedio de las hormigas? —preguntó Alec con burla lo que hizo que a la princesa le hirviera la sangre.
—¿Pues qué hay de ti entonces? No puedes hablar mucho, te pasas del tamaño normal, pareces un maldito poste de luz.
—Pues no es lo único que se pasa del tamaño normal, bicho microscópico —comentó el chico sonriendo de lado, Rose hizo una mueca de asco.
—Pues ya veo que estar tan arriba afecta, se te enfría el cerebro y hablas puras estupideces —dijo la chica mirándolo con asco.
Alec rió levemente, aunque la pequeña rubia le cayera mal le divertía demasiado molestarla.
Unos pasos suaves se escucharon por el pasillo hacia la izquierda, donde hizo aparición Peter, iba igual a como estaba cuando iba a dormir ya que se encontraba volviendo de su paseo nocturno por los jardines con Bella, sus alas aún resplandecían detrás de sí.
—Oh Alec, su majestad —saludó agachando levemente la cabeza hacia ambos, cosa que imitaron la rubia y el pelinegro.
—Peter —saludó Alec con felicidad.
—¿Todo bien? —curioseó el castaño con una pequeña sonrisa.
—No, ya me iba. —Y tras mencionar eso, la pequeña rubia salió por la dirección en la que había venido Peter.
—Adiós bicho microscópico —saludó Alec con burla, Peter le dio un puñetazo suave en su brazo.
—¿Qué haces? —le preguntó el heredero a su mejor amigo.
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Probar el paraíso
FantasyEntre los Ángeles de la Luz y de la Oscuridad podían pasar muchas cosas, guerras, desacuerdos, revueltas y hasta amor, porque después de todo, los amores imposibles son los más interesantes. -Esta es una historia totalmente de mi autoría y originalm...