Capítulo 27/7

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Nota: Bienvenidos al abrir de ojos de Bea y su desarrollo.

Bea.

Hogar dulce hogar, o bueno, eso dicen.

Aún con la lejanía que Callum pretendía mantener hacia mi persona, yo lograba sentirme más en casa y más cerca de mí misma de lo que lo acostumbraba aquí en mi casa real.

Al momento en el que llegué mamá y papá me recibieron con los brazos abiertos, con alegría y por parte de mi madre con muchos te extraño entre besos a mis mejillas. Aún me trata como una niña pequeña, y si bien a veces no es lo que prefiero que suceda... en el fondo amo eso, me hace sentir segura.

En cuanto a Zach, él fue quien me recogió de la parada de bus y si bien el camino fue silencioso al principio luego comenzamos a hablar, la verdad hubiese preferido que todo quedase de la primera manera.

Sus preguntas no se referían a mi estadía, ni a cómo estuve ni a cómo lo pasé, sino a cuánta cercanía tuve con Callum.

Respondí que no tuvimos ninguna, y no creo que sea una mentira, la verdad no hablamos demasiado, se podría decir que compartimos más miradas que otra cosa.

Sin embargo no tuvimos ningún problema, lo que es sorprendente y encantador de su parte.

Luego de acomodarme en casa nuevamente él se marchó a ver algunos asuntos respecto a sus estudios.



Salgo de la ducha y me coloco dos toallas, una en el cuerpo, y la otra en la cabeza cuando salgo del baño. Camino por el pasillo unos pocos pasos y llego a mi habitación.

Me adentro en la misma, elijo mi ropa y si bien el pijama es lo que más me tienta, esta vez elijo unos jeans y una remera blanca clásica para,extrañamente, ir a buscarme algo caliente a la cafetería más cercana de mi casa, a unas diez cuadras de distancia.

No soy una fanática del café, sin embargo hoy es un día de otoño perfecto para ello.

Me pongo una campera verde militar lo suficientemente abrigada y al bajar las escaleras saludo a papá, el único que se encuentra en casa a este horario de la tarde, dado que hoy no le toca el turno de trabajo en el hospital.

Le digo mi destino, lo saludo y sin mucho más me dispongo a salir.



Las calles me reciben con hojas caídas que las cubren, especialmente en los bordes de la misma, dónde se encuentran posicionados árboles al menos uno por salida de cada casa.

Las hojas suenan debajo de mis pies, y la brisa es refrescante. Por alguna razón siempre me he sentido muy conforme con el otoño, siempre lo he sentido muy seguro, y siempre ha sido mi época favorita del año, como si yo perteneciera al mismo.

Un rato después llego al café, en este no hay mucha gente, sin embargo en una de las mesas pegadas con vista a la ventana encuentro un grupo de cuatro personas que reconozco, aún así decido dejarlo pasar, después de todo son casi dos años ya en los que no los he visto, quizá se hayan olvidado de mi existencia y todo a este punto.

Paso la fila conforme esta va desapareciendo y cuando es mi turno de pedir lo hago. Pido un café para llevar sin intención de quedarme mucho más, dado que no tengo otros planes.

O eso pensaba.

Tomo mi pedido, agrego una orden de un budín de chocolate y un momento después cuando lo tengo en una bolsa marrón y estoy dirigiendome hacia la salida es que escucho el llamar de mi nombre.

—¡Bea!

Me giro y al instante me doy cuenta de que este proviene de la misma mesa de las personas que había sido capaz de reconocer anteriormente.

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