Se escabulló en medio de la noche, pasó por la habitación de Jihoon ignorándola mientras que sus pies tocaban el frio suelo. Escuchó cuando su madre se fue, ella retomando sus antiguas salidas nocturnas, una clara muestra de que pronto volverían esos días oscuros donde dormir era un privilegio. Pero ya no le importaba lo suficiente, Seungcheol estaba de vuelta, así que podría lidiar con las largas noches de ensayo y los constantes gritos de la mujer.
Se detuvo frente a una puerta y la empujó suavemente, estaba abierta, se adentró al oscuro cuarto y caminó casi de puntillas hasta la cama, Seungcheol estaba allí, dormido con la espalda en el colchón, el cabello negro alborotado y el pijama lo suficientemente abierta como para dejar ver sus clavículas. Tomó el extremo de la sabana y la alzó con cuidado, se metió en la cama y se encogió con sus brazos juntos, ocultando su rostro en el hombro del chico.
Seungcheol se giró extendiendo sus brazos, atrapando a Jeonghan entre ellos. Suspiró de alivio y enterró el rostro en el cuello de su no-amante. Extrañaba cada parte de él, desde su voz hasta sus brillantes ojos y labios, sus manos, su cuerpo, todo. Porque Seungcheol era la única persona de la cual realmente estuvo enamorado, su primer amor, su único amor. El único amor al que podía aferrarse a pesar de no ser reciproco, porque nunca necesitó que lo fuera.
Seungcheol lo armaba y lo destruía todo el tiempo, lo lanzaba al vacío pero a la vez era lo único de lo que Jeonghan podía sostenerse. Lo mejor y lo peor de su vida. Jeonghan podría odiarlo, pero el dolor que le causaba no era comparado con el gozo que sentía cada vez que Seungcheol lo miraba, o lo tocaba. No era suficiente como para apartarlo, y quizás nunca lo sería. Jeonghan estaba condenado a amar a Seungcheol.
Solo había un detalle; Jihoon. Su perfecto primo, que ahora también era perfecto para Seungcheol. Jihoon podría llevarse el mundo de Jeonghan en un parpadeo, porque Jeonghan no iba a quejarse, no iba a pelear lo suficiente. Era inútil, porque Jeonghan solo había nacido para hacer perfectos a otros. Miró sus dedos vendados y los extendió tocando accidentalmente la piel de Seungcheol.
—¿Sanaron?— Preguntó Cheol sin abrir los ojos. Jeonghan asintió.
—Siempre lo hacen.— Murmuró abrazándose a él.
Seungcheol posó una de sus manos sobre su rostro, acarició su mejilla con el pulgar y Jeonghan pudo sentir la venda sobre su piel. No llevaba su extraño anillo, por lo que buscó con la mirada hasta dar con él en la mesita de noche. Justo a un vaso de agua medio vacío.
—Ella comenzará pronto con los ensayos.— Balbuceó Seungcheol trayendo de nuevo la mirada de Jeonghan. —¿Qué piensas hacer? No creo que Jihoon tenga problemas, pero...
—¿estás preocupado por mi?— Su voz salió esperanzada. —Que gesto más adorable.
—Pensé que ella había dejado de hacerlo.
El murmullo de Seungcheol le dejó en claro sus sentimientos; no era amor, ni cariño, ni una verdadera preocupación, era lastima. Lástima y pena, lastima por una persona que sufre y nada más. Como ver a un alcohólico tirado en la calle en medio del frio y preguntarle si está bien. Como un niño perdido. Como una mujer llorando en la vía publica. Ese tipo de lástima que era común en los humanos. Tan patético, y aun más cuando Jeonghan se sintió satisfecho por él. Al menos sentía lastima.
—No. Nunca lo haría. Aun si fuera perfecto.
Alzó su rostro besando cerca de los labios deSeungcheol. Prefería la lastima antes que el desinterés completo.
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Pétalo [Seventeen]
FanfictionLa madre de Jeonghan ha buscado la perfección toda su vida, sin embargo su hijo nunca ha logrado alcanzarla, ella es una maestra cruel y decidida que hará todo lo posible para conseguirlo. Pero, cuando encuentra a Jihoon, el hijo mayor de su hermana...