Capítulo 36

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—Te aseguro que no tengo nada que ver —hablo tomando sus manos y saliendo del ascensor. —me pediste no intervenir y lo he cumplido.

Alza el rostro hacia mi entornando los ojos sin hacer comentarios. El decano de la universidad había llamado a Charly a una reunión. Cuando se retiró por cuestiones de agenda, ella presentaba excelentes notas y estaban en la recta final.

Le planteó la posibilidad debido a su estado de embarazo y el inminente riesgo por el escándalo que suscito su tesis, hacer los exámenes finales y presentar lo que hemos renombrado "la manzana de la discordia".

Como era de esperarse, ella cree soborné al hombre o usé mis influencias para que fuera exonerada. No lo hice, pero eso no quiere decir que alguien dentro de mi familia lo haya hecho.

—Se que temes que algo me suceda, pero no me gusta ser tratada de forma especial. Es injusto con mis compañeros, ellos también se esfuerzan —se queja.

Hemos llegado al auto y le ayudo a entrar. La dejaré en la universidad y pasaré a la mansión. Estoy seguro de que Gregory tiene las manos metidas aquí. Solo él es capaz de meter la narices de esa manera sin preguntas previas.

—Te doy mi palabra de que no fui yo. —repito abrazándola hacia mí y apoyando mi cabeza en la suya —se cuánto te importa este título, para joderlo de esta manera.

Afirma en silencio y me sumerjo en mis pensamientos, lúgubres y tristes. Los que me acompañan desde que los abogados me alertaron que podía pasar varios años en prisión, papá corría el mismo riesgo. Producto de lo que le obligué a realizar hace años.

Esas jodidas fotos, las que nunca nos tomamos el trabajo de ver. Otra seria la historia de haberlo hecho. Estaba tan cegado por el amor que creía tenerle a Aryana, que me hubiera aferrado a un clavo ardiendo si ella me lo hubiera pedido.

Flavio Hughes, padre de Aryana aceptó una entrevista para un medio de comunicación. Decidiendo confesar cada uno de sus delitos, salpicó a muchos, incluidos a papá y a mí.

No dijo la realidad.

Papá y yo, no teníamos idea de lo que se compraba, nunca lo vimos. William Ivannov compró las fotos. Cuando quiso hacer entrega de ellas a papá no las quiso, ante el asco que le generaba lo que pudiera hallar.

Le pidió a William que las entregará a su dueño, este tampoco las vio y Angelo menos. No era parte del trato y creyeron al igual que todos era parte de la corrupción de ese hombre.

De nuestro lado, creímos eran fotos con prostitutas o personajes de la vida oscura de este país. Y, aunque, en la realidad, había un grupo fuerte de ambas partes. Otro número igual o superior eran con chicas menores de catorce años.

Sé que mi familia protegerá a Charly y a mis hijos. Lo mejor que podía hacer en caso de no tener otra salida, era culparme de todo y exonerar a papá.

—Te creo. Pero solo si dejas de hacer esos gestos.

Parpadeo con fuerza volviendo a ella y la observo mirarme con preocupación. El miedo a que mi encarcelamiento la haga sufrir aumenta en la misma medida que mis posibilidades de salir airoso de esto disminuye.

—Lo siento—beso su frente y la atraigo más a mí en búsqueda del calor que su cuerpo me proporciona —pensaba en la cirugía de esta tarde.

—Creí que era lo del juicio —niego mostrándome una sonrisa y que me devuelve.

Ha subido varios kilos, lo que me genera preocupación por su corazón. No he querido decirle, el peso en una mujer siempre suele ser un tema sensible. Charly es el tipo de personas que el estrés la hace comer de más y últimamente tiene mucho.

¡Jefe! ¿Yo qué?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora