Capítulo 25

405 24 0
                                    

 Matt me acompañó a casa no me superaba de su imponente presencia en el gimnasio y me dice que quiere caminar. No estaba segura a donde me llevaría enfrentarlo, mi único interés era sacar de mi interior lo que ese traslado había causado.

Cuando supe sus verdaderas intenciones, me enojé con él ¿Cómo podía hacer algo asi sin consultarme? No era un figura decorativa que podía mover a placer. Hice lo primero que me ocurrió, calentarlo y darle una lección. Mi madre dice que es donde más le duelen y comprobé que era verdad.

Aquella noche hablamos de lo que sentíamos, las dudas que había entre los dos y sus miedos. Coincidimos en qué había crecido algo lo suficientemente fuerte para querer intentarlo.

Inicialmente estaba molesto por dejarlo iniciado, pero conforme pasaron los minutos y la conversación se extendió acabó por reírse de mi ingenio. "—Destrocé algunas cosas, tras tu huida". Acabé roja como un tomate ante los recuerdos y fue su turno de mofarse de mí.

Me dijo entre otras muchas cosas que era demasiado mayor para algunas conductas que a mi edad podrían ser normales. No quería ofender al hacer esa pregunta, simplemente necesitaba estar seguro de que sintiera lo mismo que él. Pedía estar segura de la decisión que iba a tomar, ya que él no tenía ninguna.

La diferencia de edad en algunos momentos nos haría discutir al tener puntos de vistas distintos. "—Tuve tu edad suele no importarnos los riesgos. En la que estoy hoy día, me gusta la calma".

En medio de ese éxtasis que se convirtió en ser la "casi algo o algo" de mí jefe, estaba el seguir con mis planes. No iba a interferir en ellos o usar su poder para ayudarme (algo que le agradecí).

Podía seguir con mis sueños, terminar mi carrera, ascender en el hospital y ¿Por qué no? Trabajar en la multinacional. El primer paso que era finalizar mi carrera y seguir con mi tesis, esa que gracias a mi puesto pude desempolvar.

—Llegamos —la voz del taxista me saca de mi ensoñación y miro la estación de policía.

Pago la carrera y sonrió al hombre que me espera cruzado de brazos. En buena hora papá se le ocurrió usar a su amigo Jair un oficial de la policía como mi padrino. Gracias a él y a su esposa (asistente de fiscal), tenia mi tesis de grado bien encaminada.

—Estoy pensando seriamente en contratarte como asistente —abre los brazos al verme llegar y me reconforto al ser atrapada en ellos —jamás había visto a una asistente tan comprometida en su trabajo como tú.

—¿Qué tal estas? —alzo la mirada y me hace un guiño —¿Tu esposa y los niños?

—Todo bien en casa ¿Qué traes allí? —señala mi enorme bolsa de manos mientras entramos.

—Heridos por asaltos, pandillas y accidentes de tránsito —describo —ninguno dejó reporte policial, unos por abandonar sin pagar y otros por fallecimiento.

—OK. Revisemos eso y vemos que podemos hacer por esta exitosa abogada.

Saludo a varios de sus compañeros que ya están acostumbrados a mis visitas. Abre la puerta de su oficina y me invita a entrar, pero el sigue de largo. Papá le ha pedido averiguar en que va la investigación sobre mi cambio de medicamentos. Lo único que pudo averiguar fue que dentro del club no hubo ningún problema. Si alguien cambio las pastas lo hizo en el hospital o en algún otro lugar.

—Aquí tienes —deja frente a mí el café y él se queda con otro. —¿Me permites?

Le entrego los folios y le veo revisarlos mientras disfruto de su café. Fue mi padrino quien encontró dentro de esas demandas varias cosas en común. La firma de abogados, pólizas de seguro realizadas meses antes del accidente o aumentadas en las mismas fechas y finalizaban con la demanda al hospital por negligencia.

¡Jefe! ¿Yo qué?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora