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13 de julio, 2005

– Acabo de decirle que no podemos asistir todos los días a clases, ¿qué parte es difícil de comprender para usted? – Ran se veía molesto. Llevaba un rato reclamándole al director de la academia que asistían.

El hombre se sentía un poco intimidado ante la presencia de ambos jóvenes – Ya lo sabemos, pero deben asistir a sus evaluaciones, sobre todo usted que está en su último año. – Decía con la cabeza baja.

El celular de Rindou comenzó a sonar, por lo que salió de aquella oficina para contestar la llamada. Con solo ver el número sabía de quién se trataba – Amaya, ¿cómo conseguiste mi número? – Susurró para si mismo. No contestó, prefirió bloquear el número o quizás más tarde volvería a cambiarlo.

Tenía dos opciones, volver a la oficina y escuchar a su hermano discutir con el director, o caminar por los pasillos de aquella academia que pocas veces visitaba y que casi no conocía por completo, sus actividades fuera de clases lo mantenían más ocupado. Optó por la segunda.

Al ser un horario fuera de clases, no había alumnos recorriendo el establecimiento y tenía todo el camino para él. Subió las escaleras, nunca había notado lo lujoso que era el lugar... bueno, después de todo se pagaba mucho para estar allí.

Siguió subiendo algunos escalones mientras miraba los salones vacíos, aunque éstos lucían diferentes a los otros, se veían más espaciosos o quizás se debía a que no se encontraban llenos de asientos.

Una melodía captó su atención, al parecer provenía de uno de los salones más distantes a él, estaba casi al final del pasillo. Caminó hacia ello con sus manos en los bolsillos, sus pasos eran suaves, evitando realizar cualquier tipo de ruido.

Observó que estaba la puerta abierta, así que asomó su cabeza para averiguar de lo que se trataba, encontrándose con una silueta femenina tocando un piano que estaba en el centro de aquella sala. Estaba sola, no se veían más estudiantes o algún profesor con ella.

La melodía era tan suave que podía despejar su cabeza de los problemas con solo escucharla un momento, así que se quedó un momento fuera de allí, sin entrar. Dejó caer su cuerpo al suelo, sentándose y apoyando su cabeza en la muralla. Cerró los ojos para relajarse un poco, todo indicaba que ella seguiría un poco más tocando porque lucía muy concentrada en lo que hacía.

El tono de llamada hizo que reaccionara de inmediato, con rapidez trató de apagarlo pero al sentir como la melodía se detenía simplemente soltó un suspiro. Era otro número desconocido, suponía de lo que se trataba, así que solo cortó y volvió a guardar su celular.

Sintió un poco de nervios al escuchar unos pasos aproximándose hacia a él. Se mantuvo firme en su posición, mirando la pared del frente.

– Disculpa, ¿necesitas el piano? –

Una voz gentil le habló, le sonaba conocida, quizás se estaba volviendo loco de tanto problemas – Ah, no, solo pasaba por aquí y me senté para revisar algunas cosas. – Señaló su celular y continuó mirando la pared.

– Ah, ya entiendo. – Dijo, pero aún no se retiraba – Oh... ¿de casualidad eres...? – Intentaba observar su rostro, pero el chico trataba de cubrirlo con su cabello – Esas mechas me suenan conocidas de algún lado... ¿chico plantado? –

"¿Chico plantado?", hace un tiempo lo llamaron por única vez así, lo que le pareció un poco raro. Con lentitud giró su rostro, hasta poder observar a la chica – ¿Ladrona de perros? –

Ella soltó una risa al escucharlo – La misma, aunque dejé de robar perros. – Dijo mientras se apoyaba al marco de la puerta – Espero que ya no te dejen plantado. –

ᴇɴᴄʜᴀɴᴛᴇᴅ   ~    ʀɪɴᴅᴏᴜ ʜᴀɪᴛᴀɴɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora