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- Me dijeron que este es el salón de los aplicados, ¿estoy en lo correcto? – Aquella voz vino acompañada de una silueta.

________, quien tenía unos audífonos en sus oídos, no prestó atención.

Acercó con cuidado su mano y quitó el audífono derecho – Escucharme puede ser mejor que la música. –

Levantó su mirada para encontrarse con el rubio, quien traía un cuaderno en sus manos. La expresión en su rostro cambió completamente, estaba sorprendida – Oh, hola Rindou. – Quitó su otro audífono – ¿Cómo estás? –

- Mejor si puedo tener tu ayuda. – Dejó aquel cuaderno sobre la mesa. – Te necesito. –

- ¿En qué soy buena? – Le sonrió – ¿Tienes algún trabajo que hacer? –

Asintió, tomándola del brazo – Pero hagámoslo afuera, es deprimente estar aquí adentro. – Miró a su alrededor, comenzando a caminar con la chica detrás de él.

- ¿A dónde vamos? – Preguntó al ver como el chico subía las escaleras.

Giró su rostro para observarla – A la sala con el piano, podemos estar solos allí. –

- Está cerrada en este horario. – Miró el reloj en su muñeca – Se abre en dos horas más o menos. –

Detuvo su andar para pensar un poco, luego retomó el camino – Entonces vamos a la azotea. –



Cuando llegaron allí, había algunos estudiantes jugando, pero al ver la presencia del rubio junto con la chica, tomaron sus cosas y se retiraron rápidamente del lugar.

- ¿Y eso qué fue? – Observaba como se retiraban con nerviosismo – ¿Eres el hijo del director quizás? –

Sonrió y luego negó – No lo soy, y tampoco sé porqué se fueron así, puede que estuvieran haciendo algo indebido. – Mintió, sabía perfectamente el porqué, pero prefería mantenerlo en secreto, al fin conocía a alguien que no lo veía como un Haitani, y quería mantenerlo así.

- Tienes razón, entonces... - Caminó primero – Comencemos, dime en qué puedo ayudarte. – Buscó un espacio limpio y tomó asiento en el suelo, verificando que su falda no se subiera.

- Espera... esperemos un poco. – Se sentó a su lado, apoyando su cabeza en la muralla – Quiero descansar un poco, y aquí tengo paz. – Cerró los ojos – Cuéntame, ¿qué hiciste ayer? –

- ¿En serio quieres escuchar mi día? – Preguntó, observando como él asentía – No me creerás lo que me pasó después de verte. – Dijo con una sonrisa en su rostro.

Rindou abrió uno de sus ojos y levantó una de sus cejas, demostrando interés. – Quisiera oírlo. – Una sonrisa se formó en su rostro.

- Está bien. – Jugó con sus dedos – Cuando iba de camino a mi casa apareció un gatito negro en la calle, me dije a mí misma que era la oportunidad que el destino me daba para adoptar una mascota... así que lo tomé y comenzó a pedirme cariño. –

El rubio giró su cuerpo a ella – ¿Entonces tienes un gato ahora? –

Negó – Casi al instante llegaron dos chicos corriendo, dijeron que el gato era de ellos y que se le había arrancado, así que tuve que despedirme de algo que nunca fue mío. – Bajó su cabeza mientras mordía su labio.

Le llamaba un poco la atención la manera en que se expresaba, como si tuviera mucho dolor – De robar perros, ahora pasas al nivel de robar gatos, tu currículum me impresiona. – Le desordenó el cabello.

ᴇɴᴄʜᴀɴᴛᴇᴅ   ~    ʀɪɴᴅᴏᴜ ʜᴀɪᴛᴀɴɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora