2: Actuemos

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Camavinga.

Cuando la veo salir del despacho me llevo las manos a la cabeza.
Ella siempre ha estado ahí para todo, nunca ha puesto una pega, y yo como un imbecil pidiéndole un amor de contrato para que mi imagen no quede dañada.

- Camavinga, tienes dos horas para convencerla - me dice el presidente - O si no ya sabes lo que pasa.

- ¿Por qué ella?

- Porque es la chica que mejor te conoce, Camavinga. - responde y me entrega unos papeles - Aquí lo tenéis todo.

Llamo a mi hermano que venga a recogerme y en cuanto llega me subo rápidamente al coche.

- ¿Estás bien? - me pregunta.

- Perfectamente, ¿ puedes dejarme en casa de Martina?

- Obvio que si, hermano.

Llegamos a casa de Martina en diez minutos aproximadamente, cuando llamó al timbre me siento nervioso. Esto es una locura.

- No quiero verte - me dice cerrando la puerta en mi cara.

- Martina, por favor déjame explicarme - suplico.

- ¿Y escuchar lo de siempre? - pregunta volviendo a abrir la puerta - Estoy cansada de siempre escuchar lo mismo.

- ¿Puedo pasar? - pregunto y ella suspira.

- Si no queda más remedio - indica haciéndose a un lado.

Ella se va al jardín y yo la sigo, se sienta en la hamaca y me mira.

- Tú dirás.

- Verás ya sabes que cuando salgo de fiesta se me va un poco de las manos.

- ¿Solo un poco? - pregunta seriamente. - Se te va bastante, tío.

Juro que nunca la he visto tan seria como ahora. Pero lo entiendo.

- El caso es que el club ya me ha pillado en varias ocasiones con muchas chicas, he salido en televisión, me han puesto a parir en las redes sociales y en los periódicos y ya sabes como son los periódicos franceses - comento y ella asiente atenta a mis palabras. - Me han tachado como que soy un mujeriego, y que voy de mujer en mujer.

- ¿Y no es eso así? Porque te recuerdo que cada vez que hemos salido a una fiesta juntos, te has liado con más de una chica.

- Quizás si, pero verte en los periódicos y en las noticias sabiendo que toda tu familia lo puede ver es complicado.

- Tienes que ser consecuente a tus actos, Eduardo.

- Joder, Martina no ayudas - me quejo.

- Soy tu amiga, ¿qué quieres que encima te aplauda? No campeón, yo no soy así.

- Me han dado más de una llamada de atención y esta ya es la definitiva, me han obligado a hacer este contrato sé que es una putada pero no me queda más opción.

- ¿Por qué yo? Si hay miles de chicas.

- Según ellos, eres la chica que mejor me conoce.

Ella suspira y niega con la cabeza.

- ¿Y qué pasas si no cumples el contrato? - pregunta mirándome.

- Me despiden del club para siempre.

- ¿Es eso verdad? - pregunta y yo asiento - Que cabrones.

- Martina, si no lo quieres aceptar no pasa nada, asumo mis consecuencias.

- Hombre sería lo suyo, pero no pienso dejar que te echen del club.

- ¿Hablas enserio? - pregunto sorprendido.

- Sí, Edu.

- ¿Quieres que leamos los papeles y ya después si te quieres echar para atrás te echas?

- Me parece bien.

Un contrato de tres meses, en el que los dos debemos de actuar frente a la prensa, público y demás. Subir contenido a redes sociales. Ir a todos mis partidos y con mi camiseta, yo debo de dedicarle todos los goles. Besarnos cuando sea debido, ósea cuando haiga gente.

- Martina, no tienes porqué.

- Eduardo, las cosas están para arrepentirse después, ahora ya sabemos lo que nos toca, este dichoso amor de contrato.

-¿Estás segura?

- No, pero no hay más vueltas atrás.

Los dos firmamos el contrato y le mandamos una foto al presidente de nuestras firmas.

Estoy agradecido con que Martina haya firmado toda esta farsa, se que no le ha hecho nada de gracia, pero es amiga y lo hace por mí, y eso poca gente lo hace.

- Martina, ¿nos vamos a comer por ahí? - pregunto.

- ¿A empezar con toda esta mentira?

- A empezar con toda esta mentira - afirmo, ella asiente con pesadez.

- Déjame cambiarme anda - me dice señalándose el outfit.

Aún sigue con la vestimenta obligatoria del colegio, no es plan de salir así a cenar.

- Vale, te espero dentro que empieza a refrescar.

Espero a que Martina acabe de cambiarse. Escucho el sonido de la puerta y veo a Fabio, Estrella, que son sus padres y a su hermana pequeña, Ariel.

- Eduardo - dice la pequeña dándome un abrazo.

Mientras que Martina baja, me quedo hablando con sus padres y su hermana.

- Ya estoy - dice Martina apareciendo a mi lado.

- Chicos no volváis tarde - nos avisa sus padres.

- Volveremos pronto - asegura Martina.

Nos despedimos de ellos y empezamos a andar dirección al restaurante.

- ¿A dónde vamos? - pregunta Martina.

- ¿Nuestro bar favorito? - pregunto y ella sonríe. - Ahí vamos.

Estamos sentados, acabamos de comer hace poco y ahora simplemente estamos hablando.

- Edu hay una cámara - me dice ella y yo hago una mueca.

- Nos tenemos que besar - murmuro.

- ¿En qué me he metido? - cuestiona en un susurro. Después de esas palabras une nuestros labios en un corto beso.

No recordaba lo bien que sientan sus labios sobre los míos.
Nos besamos hace unos años, cuando teníamos 14 - 15 años, y fue debido a un reto que nos pusieron nuestros amigos jugando al verdad o reto.

- ¿Te has sentido bien? - pregunto.

- Es incómodo - contesta riendo - Pero bueno, me tendré que acostumbrar.

- Acabaremos acostumbrandonos - afirmo y ella asiente.

- Lo bueno es que al menos, besas bien - dice y yo rio.

- Podría decir lo mismo, Martina.

Los dos reímos y llega el camarero con la cuenta, el mismo camarero que ha estado tirandole fichas durante toda la cena.

- Aquí tienes mi número guapa - le da un papel.

- No lo necesita - digo mirando al camarero y este me mira con cara de asco - Tiene novio y por si no lo ves soy yo - admito y Martina sonríe.

- Ese modo celoso no estaba en el contrato eh - indica y yo rio.

- Ahora eres mi novia, así que eres mía.

- Mediante un contrato - dice y yo asiento.

- Pero debo de hacer que no coqueten contigo.

- ¿Así que yo debo de hacer lo mismo?

- Eso es decisión tuya, preciosa - digo guiñandole el ojo.

La Suerte De Mi Vida || Camavinga Donde viven las historias. Descúbrelo ahora