15: Confusiones

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Martina.

- Martina, Ariel, levantaos que hoy tenemos visita especial - dice mi padre.

Miro el reloj y al ver que son las nueve de la mañana hago caso omiso a mi padre y sigo dormida. Para un día que no me tengo que levantar temprano.

- Martina - grita mi hermana entrando a mi habitación. -  Ya has oído a papá - vuelve a decir.

- Ariel, déjame que tengo sueño - pido dándome la vuelta.

De un momento a otro siento un peso más en la cama y como empieza a pegar saltos.

- Ariel - grito y mi hermana sigue dando saltos de un lado a otro. - Joder no puedo ni dormir.

- No te enfades, Martina - pide haciendo un puchero.

- A mi no me hagas esa cara que no puedo enfadarme contigo.

- Soy la mejor - dice alzando las manos. - Y tu eres la mejor hermana.

- Gracias.

Me levanto de mal humor, puesto que odio que me despierten y menos de esta manera. Pero así es mi casa. Aunque ya estoy un poco más calmada, pero es que no es necesario que te levanten a gritos y a saltos.

- ¿Quién va a venir? - pregunto a mi padre.

- Alguien - dice y yo bufo.

- ¿Por qué no me lo dices?

- Ya lo veréis después, impacientes. - dice mi padre y yo ruedo los ojos.

Me hago el desayuno y me siento a comermelo mientras veo el entrenamiento del Real Madrid por la televisión.

- Viendo al novio - habla mi hermana dándome un codazo.

- Ay Ariel, de verdad.

- Empezar a preparaos. - dice mi madre.

Subo a mi habitación y la verdad no tengo ganas ni de que pensar en que ponerme, así que acabo poniéndome lo primero que pillo. Unos vaqueros blancos y una sudadera rosa palo.

- Hermana, ¿estás ya? - pregunta entrando a la habitación.

- Sí, Ariel.

- Me gusta como vas. - dice sonriendome.

- Tú también vas muy bien.

- Lo sé voy como una princesa. - sonríe ampliamente.

Mi hermana da una vuelta y gira sobre sí misma. Le encanta presumir y más cuando va con un vestido. Ella se cree una princesa de Disney, pero si ella se lo cree, no soy quien para quitarle esa ilusión.

- Niñas bajar - grita mi madre.

Bajamos las dos y vemos a mis padres junto a la puerta. Nos acercamos a ellos y abren la puerta.

- Vamos a un restaurante - informa mi padre y asentimos.

Nos montamos en el coche y mientras llegamos mi hermana va cantado las canciones que salen en el coche a plena voz, si mis tímpanos no se han roto poco han faltado.

- Ariel, preséntate a un casting de música. - le dice mi madre y yo niego con la cabeza.

- Si a la voz - dice ella ilusionada. - Apuntarme porfi - pone ojos de corderito.

- Mejor que no - niego rápidamente, y me mira mal.

- Tú tampoco sabes cantar.

- Y lo admito, por eso siempre canto flojito o tarareo.

- Dejad de pelear y bajad del coche. - nos dice mi padre.

Antes de bajar del coche mi hermana vuelve a mirarme mal. Las miradas de Ariel dan un poco de miedo, son frías y parecen que en cualquier momento te va a clavar algo.

- Es esa mesa. - nos dice la camarera.

Nos sentamos y miro que en la mesa hay tres cubiertos más, a parte de los nuestros. No tengo ni idea de quienes van a venir.

- Decirnos quien viene - dice mi hermana y yo asiento.

- Hay vienen - avisa mi madre y yo alzo la mirada.

- Nicolás - grito levantandome para abrazarle.

- Martina, qué guapa.

Nicolás es hijo de unos amigos de mis padres, Francesca y Julián, él es francés y nos conocemos desde pequeños. Aunque Nicolás es dos años más mayor que yo, siempre hemos tenido una muy buena amistad. Nuestros padres se conocen desde hace bastantes años, Julián y mi padre fueron juntos a clases y desde entonces han mantenido una amistad que aunque pasen los años sigue igual. Aunque no se vean tanto como desean. Pero esa son las buenas amistades, las que aunque no hables con esa persona todos los días, ni las veas todos los días, esa conexión no desaparece.

Durante toda la comida, Nicolás y yo nos hemos puesto al día de todo. Hacía tiempo que ni nos veíamos ni hablábamos. También le he contado lo de Edu y digamos que ha flipando un poco en colores.

- Vamos a casa y tomamos algo - dice mi madre.

Llegamos a mi casa y Nicolás y yo salimos al jardín. Estamos los dos abrazados mientras hablamos de todo un poco. El se ha ido a trabajar a Berlín y lleva allí unos siete meses y todo le va genial. Así que estoy muy contenta por él.

- Martina, está Eduardo fuera - me dice mi madre.

- ahora vuelvo. - le digo a Nicolás y el asiente.

Me acerco a abrir y dejo pasar a Edu, me da un beso y yo sonrió.

- Martina ve con Nicolás también.

Edu me mira muy serio y la sonrisa se ha borrado de su rostro.

- ¿quién es Nicolás?

- no es lo que crees. - intento seguir hablando pero me interrumpe.

- ¿Cómo has podido Martina?

-¿quieres escucharme?

- no me apetece.

- pues yo si quiero que me escuches.

- y yo he dicho que no.

- pues haz lo que te de la gana, como siempre haces.

- pues lo haré.

- ¿Qué pasa? - pregunta Nicolás llegando hacia nosotros.

Eduardo niega y sale de casa, corro detrás de él y lo paro.

- déjame Martina. - dice soltandose de mi agarre.

- es mi amigo tonto, pero si no me dejas hablar.

- ¿pensabas que te estaba engañando conmigo? - pregunta Nicolás y Edu baja la mirada hacia el suelo - soy gay.

Camavinga levanta la mirada y se ha puesto colorado, esta muerto de vergüenza y arrepentido.

- yo lo siento.

- eso pasa por sacar conclusiones antes de tiempo y no dejar hablar a las personas.

- tío deberías de haberla escuchado antes - le dice mi amigo y Edu asiente.

- os pido disculpas a los dos.

La Suerte De Mi Vida || Camavinga Donde viven las historias. Descúbrelo ahora