Ópalo

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Papá juguetea con su llave, intentando abrir la puerta principal. Yeonjun tiene un brazo alrededor de su madre. El aire es tenso, está cargado, como siempre al volver a casa después de uno de sus tratamientos. La llave en la cerradura suena como un choque de platillos y, luego, se atasca. Mi padre empieza a forcejear con ella.

Pongo una mano sobre la temblorosa mano de papá y lo sustituyo. Jinsol eructa suavemente cuando abro la puerta. Logra llegar al vestíbulo antes de vomitar. Un gruñido de dolor y vergüenza la abandona.

—Lo siento.

Papá y Yeonjun acarician su espalda mientras otro espasmo la ataca. Minjeong palidece:

—Yo… haré algo de té. —Se aleja rápidamente.

El olor ácido del vómito me sigue hasta el armario de la limpieza, donde tomo un trapeador y lleno una cubeta con agua y jabón.

Cuando regreso para limpiar, Yeonjun toma la cubeta y el trapeador. Gira su espalda intentando ocultar a su madre de mí y limpia. Me aparto. Me siento tan… tan estúpido. Inútil.

Me apresuro escaleras arriba y me aseguro de que tenga una cubeta junto a su cama y algo de agua. Papá lleva a Jinsol al baño primero y luego la acomoda bajo las mantas. Yeonjun se queda conmigo en el umbral; su cuerpo está tenso y cambia de un pie a otro, luego mete sus dedos en los bolsillos. Los vuelve a sacar.

Jinsol ríe suavemente.

—Toc, toc —dice, mirándonos a Yeonjun y a mí.

Yeonjun frunce el ceño.

—¿Quién es? —contesta.

—Mama.

Su manzana de Adán se mueve con tragos rápidos.

—¿Mama?

—Cáncer de mama.

Yeonjun parpadea muy rápido, se gira y se va de la habitación.

Jinsol maldice y le llama para que vuelva, pero no lo hace.

—A lo mejor me he pasado —dice.

Mi padre le da un beso en el poco pelo que le queda.

—Va a estar bien. Y tú lo único que tienes que hacer ahora es descansar, preciosa.

Ella se apoya contra las almohadas.

—Solo un poco. Luego hablaré con él.

Incómodamente le deseo que duerma bien. Anhelo encontrar a Yeonjun, y corro escaleras abajo donde Minjeong señala por una ventana. Salgo por la puerta abierta al patio, alcanzo a Yeonjun en el jardín trasero, exactamente donde golpeé su nariz tantos años atrás. Sus hombros tiemblan con un llanto silencioso y luego hipa. Lo atrapo en un abrazo, y él se aferra a mí tan fuertemente que pruebo el frío. Sorbe contra mi cuello y balbucea:

—No me sueltes.



Un mes después, Yeonjun está en su piano, golpeando fuertes y violentas piezas, demostrando su ira con su instrumento. Esperando. Esperando a que Jinsol vuelva a casa.

La música me roba el aliento desde la cocina, donde estoy sentado con Minjeong, observando mi taza vacía.

Minjeong levanta la tetera para servirme más cuando el familiar sonido de la puerta abriéndose la detiene. Nos acercamos al arqueado umbral, hacemos una pausa ahí mientras papá entra con Jinsol. Ambos están sonriendo hoy.

—Yeonjun —grita papá, y la música se detiene abruptamente. Segundos después, las escaleras gruñen bajo sus pasos impacientes.

Jinsol nos indica que nos acerquemos mientras la seguimos como un rebaño.

—Las cosas se ven bien para una cirugía pronto —aclara papá y besa la mejilla de Jinsol sonoramente— Estamos seguros del progreso. También los doctores.

Yeonjun se acerca y envuelve a su madre en un abrazo. Minjeong y yo nos unimos hasta que somos un gran nudo de buenos deseos. Yeonjun gira su cabeza y atrapa mi mirada; la tensión que ha contenido por los últimos meses sigue ahí, pero una sonrisa esperanzada rompe un lado de sus labios.

—Hice algo de té —indica Minjeong al separarnos.

—Eso sería adorable. —Jinsol y papá la siguen al comedor.

—Beomgyu y yo saldremos por una hora —anuncia Yeonjun —¿Necesitan algo?

No lo hacen.

Yeonjun me indica en silencio que lo siga a su auto. Diez minutos después paseamos por la playa, disfrutando de la fría arena, las hermosas conchas, las olas reventar, las ruidosas gaviotas y el distante olor a pescado y frituras. Las conchas se pegan en mis suelas, asaltándome con agudas punzadas que me recuerdan que no estoy soñando.

Yeonjun toma una hermosa concha pāua. Esta brilla como si el mar la hubiese estado puliendo por décadas, el interior tiene remolinos verdes y azules.

—Estas son mis conchas favoritas —indica.

Me la pasa y yo la tomo.

—¿Cuál es tu piedra favorita, Beomgyu?

Rio.

—Eso es como un padre eligiendo un hijo favorito o algo así.

—¿Pero cuál consideras especial? ¿El diamante, tal vez?

—Los diamantes son los más fuertes y me gustan. Es una piedra de optimismo. Sin importar cómo la gires, la luz siempre está ahí.

Los zapatos colgando del hombro de Yeonjun empiezan a resbalarse, pero los atrapo antes de que golpeen la arena.

—Como sea —susurro, colocándole sus zapatos de regreso a su hombro—, mi piedra favorita es el ópalo.

Encontrado en Australia donde un enorme océano interno solía estar, el ópalo es literalmente como tocar un océano prehistórico. Mientras el océano empezaba a secarse, el agua atravesó las grietas de la tierra desgastando la arenisca y creando un ambiente rico en sílice para que mi piedra favorita se formara.

—Sé que es un piedra australiana —menciono sonriendo—, pero no me odies. Realmente me gusta.

Yeonjun frunce el ceño.

—Traidor.

—Oye, que también me encanta nuestro jade verde —agrego rápidamente— Por supuesto.

Se ríe y acaricia su anzuelo de jade.

—Lo próximo será que digas que tu animal favorito es el Koala.

—Bueno…

Sacude la cabeza.

Continuamos por la extensión de la playa. Al final, metemos los dedos en el agua.

—Gracias —comenta sobre una ola chocando— Por el paseo. Ha sido de gran ayuda. Tú eres de gran ayuda.

—Cuando sea.

𝕽𝖔𝖈𝖐 𖤐「 𝖄𝖊𝖔𝖓𝖌𝖞𝖚」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora