—Sube.
Me estiro sobre el asiento del copiloto y le abro la puerta. Yeonjun me mira a través de la ventana abierta, con un montón de correo en la mano.
Acabo de llegar de la universidad y, conducía por el camino de entrada. Cuando lo vi, tenía que meterlo al auto.
—Vamos.
Jala la puerta para abrirla y se desliza dentro, lanzando gentilmente el correo sobre el tablero. Descanso una mano sobre la parte trasera de su asiento y doy reversa rápidamente fuera de la entrada.
Se concentra en la vista de la ciudad mientras nos dirigimos colina abajo hacia la playa.
—¿Bahía de Concha Päua? —pregunta, revisando el correo de nuevo.
—Justo como solíamos hacer.
Sigue revolviendo el correo.
—¿Pescado y papas fritas?
—¿Tienes hambre?
Su respiración parece más pesada que antes.
—No tienes idea de cuán hambriento estoy.
Freno con demasiada fuerza y nos sacudimos hacia delante, los cinturones presionando contra nuestros pechos.
—Lo siento —le digo. Su expresión es ilegible. Ilegible pero cansada—. Yo también tengo hambre.
—Su mirada se resbala hacia mi boca, pero rápidamente mira hacia afuera de la ventana del pasajero.
Nos estacionamos en la bahía. Metemos el pescado y las papas fritas bajo nuestras chaquetas, con el cierre subido hasta la mitad. Nos quitamos nuestros zapatos y los dejamos en el auto.
La brisa salada sopla nuestro cabello y las gaviotas graznaban sobre nosotros, volando sobre la marea baja en busca de algo de comer. Nuestros pies se hunden en la arena húmeda mientras caminamos por la orilla. Cada varios pasos, el agua fría del océano nos roza los tobillos. Yeonjun mira hacia el horizonte y las oscuras nubes flotando hacia nosotros.
La promesa de lluvia está en el aire, pero ninguno de nosotros tiene prisa. ¿Y qué si nos mojamos? No estamos hechos de azúcar, diría Jinsol.
Mis dedos están grasosos de las papas fritas, pero la sal es deliciosa y la lamo para quitarla de mi pulgar y dedo índice.
He terminado mi porción, pero podría comer otra.
—¿Yeonjun?
Se vuelve hacia mí, cansado, como si todavía no estuviera listo para hablar.
Me acerco más a él, fijando mis ojos en los suyos, sintiendo esa cálida llama entre nosotros.
Meto mi mano en su chaqueta hacia su porción de papas fritas y tomo un puñado.
—¡Oye! —exclama con una aliviada risa entre dientes—. Ya te comiste lo tuyo.
—Sí, pero estoy realmente hambriento.
Succiona una bocanada de aire mientras unas cuantas gotas de lluvia golpean mi nariz y mejilla.
—Beomgyu...
Un ruidoso graznido.
Una gaviota se posa en su antebrazo con todo el atrevimiento del mundo, metiendo el pico en su cono de papas fritas. Yeonjun está ahí quieto, sorprendido, y me mira como rogándome que me deshaga de ella.
Me río con tantas ganas que me lloran los ojos y mis intentos para ahuyentar a la gaviota son, cuando menos, inútiles. Los estruendosos truenos finalmente alejan a la gaviota de él y convierte la ligera llovizna en un torrente de agua.
La lluvia empapa nuestro cabello y se desliza por nuestros cuellos y bajo nuestras camisetas. Penetra a través de nuestra ropa, pero solo nos quedamos ahí y la dejamos.
No puedo parar de reírme, señalándole a él, a la gaviota, su cara.
—¡La gaviota también tiene hambre!
El agua salpica dentro de mi boca abierta y sabe fresca, revitalizante. Justo como la extraña sonrisa en los labios de Yeonjun.
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𝕽𝖔𝖈𝖐 𖤐「 𝖄𝖊𝖔𝖓𝖌𝖞𝖚」
FanfictionCuando los padres de Beomgyu se divorcian, él se encuentra en un trato semanal (una semana con su mamá y una semana con su papá). Solo que no es solo su papá con quien tiene que vivir. También está Jinsol: la otra mujer, la que robo la sólida roca q...