Capítulo 20

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Las semanas pasaban lentamente y como Alexa previó su embarazo se notaba cada vez màs, si no fuera por la ropa holgada y las constantes distracciones de Lorena para que nadie se diera cuenta, de seguro su madre ya la hubiese descubierto.

Ambas se imaginaban que ya llegaba el momento de decirle al mundo, pero Alexa se seguía oponiendo por miedo, ¿acaso hay algo peor que eso? Esa semana cumplirìa tres meses exactos y sus dos pequeños bultitos ya comenzaban a notarse bastante en su ya no tan aplanado vientre.

Por otro lado nadie en casa tenìa noticias aún de Miguel, y Elìas seguìa destrozado.

Por suerte o desgracia esos días había abandonado la cama y casi todo el tiempo salìa, supuestamente a encargarse de los negocios, y estaba bien que lo hiciera y que regresara a la normalidad, pero el problema es que volvía a las tantas de la noche con aliento etìlico y el bolsillo vacìo.

Melissa lo consintiò las primeras noches por pena, pero ya luego se cansò.
Él había llegado hasta el punto en que discutía por gusto y en una de sus borracheras casi la empujò escaleras abajo.

Alexa y Lorena tuvieron que meterse en esa riña por miedo a que le hiciera algo más y salieron cabreadas por los insultos que èl les proporcionò.

Definitivamente ya no era el Elìas de antes.

Alexa no soportaba la situaciòn y tampoco Melissa, la gota que llenò el vaso de la paciencia de la pelinegra, fue el dìa en que mientras lavaba la ropa de Elìas, encontró manchas de creyòn carmìn y rosa brillante en sus camisas.

Esa noche ella lo estaba esperando, pero ya ninguna de sus cosas estaban en casa, Alexandra y Lorena le habìan pedido de favor a Christian y a Leo que las ayudaran a mudarlo todo durante el dìa.

Esta situaciòn lejos de preocuparla, màs bien la aliviò un poco, ya solo tendrìa que luchar con su madre con lo del embarazo.

Aunque tambièn estaba triste porque la decepción que emanaba la mujer todos esos dìas la contagió y vió como el mundo se le fue abajo a través de sus ojos llorosos y arrepentidos cuando viò la prenda coloreada.

Melissa querìa alejarse lo màs que pudiera de esa casa y Lorena estaba contenta de recibirlos en la suya ya que las consideraba familia. Y aunque al principio la madre no habìa querido, porque decìa que no podìa ser una carga para una niña, accediò cuando viò que no tenìa màs opciòn que la calle o regresar con sus padres, y èsta ùltima no pensaba hacerla de nuevo.

Esa noche Elìas llegò borracho y como se le habìa hecho costumbre dejò las llaves del auto, la billetera y los zapatos en la mesita cerca de la entrada. Cuando viò a su mujer sentada en el sofà de la sala acompañada de un bolso y con el vestuario tìpico como si fuera a salir, se paralizò y a como pudo la interrogò.

-¿Dònde crees que vas a estas horas?

-Toma agua Elìas y aclàrate la mente, tenemos que hablar -Èl la mirò confundido, mientras ella le alzaba un vaso con agua.

Lo tomò despacio y torpemente, pero en ningùn momento le apartò la vista.

-Esta mañana me encontrè esto en tu ropa. -Lo mirò a los ojos y alzò la prenda de vestir. -No tengo la edad que tengo por gusto, sabes que soy de calle y no soy fàcil de engañar, asì que no me vengas con mentiras.

-Melissa, no imagines boberìas -Le dijo arrastrando un poco la voz, aunque se le notaba que ya el efecto del alcohol estaba bajando.

-Por ese motivo, porque lo que yo digo ùltimamente solo son boberìas para tì, me largo de aquì, a partir de hoy lo nuestro terminò, no quiero tampoco que me busques cuando te arrepientas porque a lo mejor ya va a ser tarde. -Se sacò el anillo del dedo y se lo dejò en la mesita del juego de sala, mientras salìa a toda prisa por la puerta principal.

Sólo Déjate Llevar (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora