Capítulo 21

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Elìas abrìa los ojos recién a las 12 del medio dìa, no recordaba nada de la noche anterior porque a pesar de haber llegado borracho a la casa, despuès de su discusiòn con Melissa continuò bebiendo para ahogar todavìa màs la poca cordura que le quedaba en el alcohol.

Luego de despertarse a parte de eso ni siquiera recordaba como habìa llegado a la cama y por què tenìa la ropa intacta.

El sol que se colaba por la ventana le molestaba a tal punto que no lo dejaba a penas despegar los ojos.

-Cariño, traème el desayuno a la cama por favor, que me duele la cabeza -En cambio a lo que pensò, nadie a su lado respondiò y luego de unos instantes de pereza, se levantò y viò que el otro lado de la cama estaba vacìo.

Saliò de mala gana de la recàmara y se extrañò de que todo estaba cerrado en los pasillos y no habìa olor a cafè como todos los amaneceres

¿Acaso Melissa habìa salido a algùn lado sin decirle?

Continuò recorriendo la casa y las cosas seguìan intactas a su paso, no se explicaba como, porque abrir las cortinas de la sala era la tarea favorita de su mujer.

Ya que estaba demasiado cansado y sucio decidiò darse primero una ducha para quitarse las sàbanas pegadas asì que resignado regresò en sus pasos, pero luego de salir mojado le extrañò de que la toalla de Melissa  no estaba junto a la de èl, habìa comenzado a adorar la mezcla de colores tan lindas que hacìan juntas, pero pensò que quizàs era dìa de lavado y se le olvidò lavar la suya o algo parecido.

Segundos despuès se encontraba camino a su clòset, allì tomò lo màs còmodo que encontrò, ese dìa no pensaba ir a trabajar, no despuès de la resaca que estaba teniendo.

Luego de vestirse, abriò el lado del closet de Melissa por mera curiosidad o quizàs instinto y tal fue su sorpresa cuando viò que no quedaba ni una sola prenda, salvo por los vestidos que èl le habìa comprado durante su noviazgo, que sintiò como la presiòn le llegaba al suelo.

¿Què rayos pasaba aquí?

Bajò corriendo las escaleras y se dirigiò al salòn principal, allì lo recibiò un desorden terrible, no daba crèdito a lo que sus ojos observaban en ese instante. Repasò la vista por todas partes y encima de uno de los asientos estaba una de sus camisas manchada de carmìn, y como si fueran fragmentos de pelìcula, la escena de lo que sucediò esa noche se repitiò en su cabeza una y otra vez.

Se desplomò como si el cuerpo le pesara en el asiento màs cercano y comenzò a sollozar mientras pasaban por su cabeza las ùltimas palabras de su mujer.

Quizàs ya era demasiado tarde hasta siquiera para pensar lo tarde que se habìa dado cuenta de todo.

Esos dìas, ni siquiera tuvo el valor de tomar otra copa de alcohol en las manos, tampoco de volver al trabajo, ni de fumar, su mujer, su Melissa, no salìa de su cabeza, tampoco lo hacìan las cosas que le dijo aquella noche, èl estaba claro que ella tenìa razòn en casi todo por lo que protestaba,  y aunque la verdad no se acordaba haberse acostado con mujeres para venir asì lleno de creyòn, sabrìa Dios que hacìa despuès de varios tragos caros en su estòmago.

Seguìa sumando puntos en contra de sus propias leyes, siempre le habìa dicho a su hijo que ninguna mujer quiere a un borracho, y precìsamente en esto se habìa convertido.

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Seguìan pasando los dìas inhertes cuando dos toques se sintieron en la puerta, un atisbo de esperanza se asomò en sus ojos solo de pensar que podìa ser su ex mujer, aunque su sonrisa se borrò cuando viò parada en la entrada a Alexandra con un vestido que la hacìa ver un poco màs gorda y con su mirada perdida destràs de èl.

Sólo Déjate Llevar (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora