ғᴇᴛɪᴄʜᴇ | sʜᴏᴡᴋɪ ᵎᵎ

01

El cielo tapado por las nubes grises fue el perfecto paisaje para Son quien sonrió emocionado por el frío clima.

No durmió tanto como quiso, tres horas fueron necesarias para quitar su humor de perros y agradecido eso.

Aún era de noche cuando despertó y desde entonces a estado sentado en el ventanal de su habitación viendo el exterior.

Pudo contemplar como las estrellas se marchaban y dejaban paso a un cielo cubierto de nubes.

La puerta de su habitación fue tocada dos veces haciendo que su mirada abandonara el cuadro que observaba desde su ventana y en cambio se concentrara en la puerta que ahora era abierta con lentitud y de esta se asomo una cabellera castaña.

— Buenos días hyung — saludo el menor con una extensa sonrisa que enseño contenta sus afilados colmillos.

— Buenos días Joo, ¿Cómo amaneciste?

— De infiernos, mamá me ha descubierto hurgando en su despensa personal. — se quejó, Son Jooheon era el menor de los hermanos Son y el más hiperactivo, poseía de una dualidad que te erizaba los pelos.

— Puedes hurgar en la mía, no es necesario que despiertes a la bestia. — recomendó el azabache quien rio quedito al ver la afirmativa emocionada del menor.

— Oh sí, por cierto, Yeji va a visitar a Donghyuk y me preguntaba si...

— Ya te dije Jooheon, no puedes acercarte a Chang.

— ¡Pero Hyunwoo!

— Conozco tus intenciones y aún estás muy pequeño.

— ¡Ya no soy un niño!

— De todas las palabras en el mundo, esa queda mejor contigo.

— ¡Yah! No me importa lo que digas, iré de todas formas. — no espero otra respuesta para salir del lugar a grandes zancadas. — ¡YEJI SI ME DIO PERMISO!

Son Yeji era la hermana del centro y aunque tratará de ocultarlo Hyunwoo sabía que ella mantenía en secreto una relación con una de las damas del aquelarre de su mejor amigo y líder de otra tribu Changkyun.

Suspiro divertido antes de abandonar su habitación y caminar hasta una de las salas privadas a las que solo tenían acceso su madre y su hermana, excepto Jooheon aunque dudaba que no haya entrado ya una que otra vez.

Al ingresar al lugar camino hasta el gran armario de color marrón claro con bordes negros y rojizos, lo abrió de par en par deleitándose con la infinidad de armas que ahí se encontraban.

Cogió su arco de cuero negro y sus flechas marcadas por él con sus iniciales y personalizadas para que la punta no sea afilada si no que redonda y de goma.

Había una caja de chips en el rincón del armario, estos al ser disparado al cuello de los rebeldes los hacía obedecer sin rechistar ya que se controlaba con eso los nervios cerebrales y a la mínima queja estos chips emitían una descarga eléctrica.

Se aseguró de que los chips se acoplaran a la punta ovalada de su flecha, hoy trataría de encontrar algunos rebeldes en la frontera.

El no los asesinaba, tan solo los mantenía prisioneros o los utilizaba como fuentes de sangre, los rebeldes después de todo solo eran humanos convertidos en vampiros recientemente.

Los que no se adaptaban al cambio y se alimentaban constantemente de sangre humana o animal se convertían en rebeldes, locos por la sangre y capaces a todo por ella.

En cambio, los que sí se adaptaban y aceptaban las dosis en las fechas correspondientes mantenían la cordura y vivían tal y como antes solo que ahora, con más habilidades.

En cuanto estuvo con todo en mano se dió la vuelta para salir del lugar encontrando en la puerta a su madre quien lo veía con una ligera mueca en su rostro.

— Hyunwoo... no has pensado en... ¿Conseguir una pareja? — preguntó ella en tono bajo y calmado.

Hyunwoo no dudaba que lo decía por el escándalo de anoche con Mina y aunque a su madre no le cayera bien siempre había insistido en que consiguiera una pareja estable.

— No tengo tiempo para eso mamá, tal vez en un futuro, pero no ahora. — en realidad, lo había pensado mucho y lo deseaba, claro que sí, una pareja para compartir la helada eternidad que lo esperaba, alguien para llenar con calor su tan vacía soledad, pero considerando las cosas que venían por delante creía que aún no era tiempo para una pareja, además... — Estoy esperando a mi Detè.

Entre las grandes leyendas de su tribu se encontraba los Detè, parejas predestinadas que estaban unidas por un lazo invisible que los reunía en cada una de sus vidas.

Muy pocos han encontrado alguna vez a su pareja destinada, por eso, era de total gozo cuando alguien hallaba a su Detè.

— Está bien... — su madre parecía perdida en sus pensamientos hasta que su mirada cayó en el arco en mis manos. — ¿Irás a cazar?

— Me mantendré en la orilla de la frontera.

— Ten cuidado por favor. — rogó.

— Claro que si madre, no te preocupes.

No demore mucho más en abandonar la sala y pronto, la mansión.

Caminé por el sendero del bosque, mis botas contra el piso provocaban el crujido de una que otra rama y hoja seca.

No tanto tiempo después sentí el amargo olor de sangre, no estaba demasiado lejos, era algo cerca de la laguna.

Su nariz pico y la arrugó ligeramente mientras preparaba su flecha, en cuanto estuvo lista pudo ver a lo lejos dos cuerpo, uno se encontraba tirado en el suelo mientras el otro estaba sentado sosteniendo el brazo del cadáver en lo alto y mordiendo en la parte del hombro.

Se le hizo raro, ya que la mayoría, por no decir todos los rebeldes, mordían en la curvatura del cuello.

Dejando de lado aquel dato apuntó su flecha y luego de un bajo suspiro disparó sin más.

El joven, que ahora notaba era pelirrojo, se detuvo al instante y el no dudo en acercarse más a él.

En cuanto el joven sacó la flecha de su cuello lo miro confundido y con el ceño fruncido.

— Levántate.

— ¿Por qué? — aquella sola pregunta descolocó al azabache quien confundido lo miro por todos lados, no había recibido una descarga eléctrica.

— ¿Cómo?

— ¿Porque me disparaste?

— ¿No eres un vampiro?

— ¿No?

— ¿Entonces porq- — señaló sin poder creerlo al hombre muerto en el piso.

— Se llama fetiche, idiota.

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Nos leemos pronto, bai