1. Come back, be here

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-Piensas volver?

Mi novio se había encontrado la carta que dejé en su ventana diciéndole que me iba a ir del país.

-No lo creo, al menos no es lo tengo planeado. Esto... es lo mejor para mí, fui egoísta por primera vez y me puse como prioridad, aunque realmente lamento que todo esto te haga daño.
-¡Sabes que yo te habría apoyado! no entiendo por qué nunca me dijiste nada. No tenías por qué pasar por todo eso tú sola. Hubiéramos encontrado una solución... juntos.
-Ya no hay mucho que podamos hacer, agradezco que te preocupes por mí, realmente lo hago, pero no podía seguir viviendo así. Espero que algún día lo entiendas y logres perdonarme.
-¿Qué va a pasar con nosotros?
-Yo... no lo sé.

Colgó la llamada

Suspiré y guardé el celular en mi bolso mientras luchaba contra el nudo en la garganta. Me encontraba en la puerta de abordar del aeropuerto, camino a encontrar una vida mejor. O al menos eso espero.

Desde que crecí y comencé a tener mis propias opiniones dejé de tener una buena relación con mis padres. Nunca parecía ser suficiente para ellos, al contrario, no sé cómo lograba decepcionarlos aún más cada vez.

Ya no era feliz en casa. Todos los días esperaba que alguno de mis amigos me invitara a salir para así pasar el menor tiempo posible con mi familia. No es que no los quiero... definitivamente lo hago y mucho, pero no podía seguir dejando que alguien me robara la felicidad, ni siquiera si eran aquellos quienes me habían dado la vida.

Hace un año comencé a tramitar una beca en la Universidad Internacional de Mónaco. Fue un intento desesperado de perseguir mis sueños. Sabía que lo más probable era que ni siquiera me consideraran una opción, pero aún así tenía que intentarlo.

Siempre he sido una estudiante bastante buena, quizá producto de esa necesidad de validación por parte de mis padres, pero al menos eso me permitió entrar a Yale y llevar mis primeros dos años de estadística ahí. Realmente cualquiera podría decir que soy una malagradecida por no valorar todo lo que he conseguido a mis 19 años. Hija de padres millonarios, la mejor deportista de la ciudad, estudiante de Yale, con amigos geniales y el novio más guapo de la universidad. Pero, ¿saben? La felicidad no te la da el dinero ni la popularidad.

Y es por eso que estoy aquí, apunto de abordar el avión que me va a llevar a aceptar esa beca, y si tengo suerte, quizá a encontrar mi hogar.

••••

24 horas antes

-Marianne, lo lograste, ¡Lo lograste! - gritó Stacy, mi mejor amiga.
-N-no puede ser, y-yo no sé qué decir, y-yo... -tartamudeé intentando contener las lágrimas.
-No tienes que decir nada, ¡Venga! Compra un boleto de avión que te han aceptado en la universidad internacional de Mónaco, ¡Y con beca completa! - espetó mi amiga mientras daba saltos de alegría.

No fui capaz de mantener las lágrimas por más tiempo y salí corriendo a abrir mi computadora para buscar aerolíneas que viajaran a Monte Carlo.

El año anterior había estado trabajando con mi tía en su empresa, intentando ahorrar lo más que pudiera por si algún día se me presentaba la oportunidad de irme de aquí. Stacy y mi tía eran las únicas personas que sabían de mis intentos de asistir a la universidad monegasca, ambas siempre me apoyaron lo más que pudieron y me revivían la esperanza cuando yo ya daba todo por perdido.

Por suerte, mis ahorros bastaban para pagar el tiquete de avión y unos dos meses de renta, tenía que conseguir un trabajo apenas llegara si quería seguir quedándome en Mónaco.

Stacy me ayudó a comprar el boleto y a armar las maletas. Después se fue a su casa y prometió ir a despedirme al aeropuerto la mañana siguiente.

Me tiré en mi cama y alcancé el celular para llamar a mi tía.

-Oh, hola, cariño. ¿Está todo bien? -respondió
-Me aceptaron la solicitud -espeté
-¿Q-Qué? ¿En serio? -se oyó un suspiro- Oh, Marianne, mi niña, estoy muy orgullosa de ti. Yo te dije que ibas a lograrlo.
-No hubiera podido sin ti, lo sabes. -hablé entre lágrimas -no encuentro manera de agradecerte todo lo que has hecho por mí.
-Todo esto lo conseguiste con tu esfuerzo, te mereces todo lo bueno del mundo, Marianne. Ahora dime, cuándo tienes que irte? -preguntó emocionada.

Puse una mueca triste

-Mañana, tía, tengo la entrevista el viernes y quiero llegar unos días antes para poder acomodarme aunque sea un poco -respondí aún con el nudo en la garganta.

-Te voy a extrañar mucho, lo sabes, ¿no? -en su voz se notaba alegría y tristeza al mismo tiempo. -voy a seguir pagándote tu sueldo todos los meses de aquí a que consigas empleo, y no acepto un no por respuesta, de acuerdo? Y cualquier cosa que necesites me llamas, siempre voy a estar aquí para mi sobrina favorita.

Reí. Cómo desearía que mis padres me apoyaran tanto como ella lo hacía.

-Muchas muchas gracias, de verdad, me voy a esforzar todos los días para convertirme en la persona que siempre has querido que sea -comenté.

-Sé que lo vas a lograr. Ya puedes ir a conquistarte a alguno de esos pilotos de fórmula 1 que tanto te gusta ver por las mañanas. Espero que les comentes que tu tía es genial -rió.

-Te aseguro que les hablaré maravillas de ti, tía, tú tranquila.

Después de muchos comentarios más sobre los chicos guapos que iba a conocer en Mónaco, nos despedimos.

Ahora venía la peor parte, avisarle a mi novio Luke que me iba a ir a vivir a Europa y que posiblemente nunca nos íbamos a volver a ver.

Mierda.

También tenía que avisarle a mis padres.

Doble mierda.

Realidad ❀ Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora