41. Wherever you are

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Las videollamadas con Charles eran cada vez más cortas y con menor frecuencia debido a la cantidad de cosas que teníamos durante el día. Y es que tampoco  era la primera vez que  había tenido que colgarle antes de que lágrimas comenzaran a  salir de mis ojos. Estaba llegando a mi límite de extrañarlo y lo único que me recomfortaba ahora mismo era que no faltaban muchos días para poder verle de nuevo.

Él no había tenido demasiada suerte desde que ganó en Austria por última vez. Aquel día que me robó un beso delante de todos e hizo que nuestro amor se volviera algo real. Era frustrante no tenerlo cerca para poder consolarlo en esos días difíciles de trabajo, pero ambos estábamos dando lo mejor de nosotros para que la distancia no nos impidiera sentirnos cerca.

Pero es que por otro lado, no lamentaba en absoluto estar donde estaba. Y es que Suiza cada vez se estaba poniendo mejor. Las largas conversaciones con Mia cada vez que estábamos juntas y los cafés que compartía con John antes de la típica reunión de cada mañana se estaban convirtiendo en mi rutina. Una a la que para ser sincera, me estaba acostumbrando bastante más rápido de lo que pensaba.

El trabajo ocupaba casi todo mi tiempo durante la semana y aún no había podido salir a conocer casi nada de aquella ciudad. Eso iba a tener que esperar hasta que volviera de mi viaje a Italia. Y es que estaba completamente agotada para querer hacer otra cosa que tirarme en mi cama a leer algún libro.

-¿Sigues leyendo ese libro sobre el "atractivo y poderoso murciélago"? -preguntó Mia refiriéndose a mi descripción de hace unas horas, saliendo de la ducha con tan solo una toalla a su alrededor.

-Ya te dije que es un ilyrio, no un murciélago. Y sí, la verdad es que se está poniendo bastante interesante -contesté dramatizando un poco mi respuesta.

-Voy a tener que dejarte uno de mis libros de kamasutra... A ver si te pones a leer algo realmente educativo, cariño -me guiñó un ojo y dejó caer la toalla para comenzar a vestirse. A esta chica le encantaba que la viera desnuda, los primeros días se me había hecho algo incómodo pero ya me parecía hasta normal. Tenía un cuerpo digno de admirar y me alegraba que estuviera tan segura de ello.

-No los necesito, gracias. Tengo un buen tutor -enrojecí fallando en mi intento de seguirle el juego.

-Ya, pero también puedes darle una buena sorpresa. Ya me buscarás en algún momento para que te los preste. Estoy segura. Ahora levanta el culo, tenemos que estar en la universidad en menos de una hora y ni siquiera te has duchado.

Solté un gruñido y respondí a la indicación de mi compañera de habitación. Y es que ese día teníamos que proponer nuestra primera idea para el trabajo que íbamos a llevar durante el semestre. Quería seguir una línea similar a la que había llevado en Haas, de esta manera me sería algo más familiar y también tendría una excusa para mantenerme un poco más cerca de Charles. Ya lo hablaría con él cuando nos viéramos.

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Localicé su capucha gris en medio de la multitud y a pesar de que en ese momento tenía que disimular mi emoción, mi cuerpo comenzó a vibrar con la necesidad de llegar a su encuentro lo antes posible. La tela de mi abrigo un par de tallas más grande de lo normal cubría mis manos sudorosas y ligeramente temblorosas. Ambos íbamos tan cubiertos que parecíamos vagabundos. Sin embargo, los dientes de Charles se asomaron por su sonrisa e inmediatamente mis ojos se humedecieron un poco. Él comenzó a caminar antes en hacia la salida para que la gente no lo notara y yo seguí su paso intentanto mantener mis piernas firmes para no caer. Y es que aquella semana en Monza era una completa locura. Incluso el piloto del avión había mencionado su apoyo a Charles y Carlos. Todo el mundo se convertía en tifosi para aquella histórica carrera y se armaría un caos en cualquier lugar que les vieran.

Realidad ❀ Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora