32. Red

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Iba a vomitar.

Creo que no había estado tan nerviosa desde el día que pensé que estaba embarazada después de dar mi primer beso con un niño de la guardería.

¿Era muy tarde ya para devolverme?

Respiré profundo y caminé hacia la salida del aeropuerto.

Era viernes por la tarde y Charles había contratado un chofer que viniera por mí a pesar de que me ofrecí a correr con todos mis gastos. En un par de horas se disputaba la clasificación para el sprint de mañana y a mí no me iba a dar tiempo de llegar. Tenía pensando ir directamente al hotel para descansar un poco y prepararme mentalmente para volver a verle.

A pesar de que era un viaje de solo 3 días, estaba emocionada por desconectar un poco. Pasé toda la semana encerrada en mi apartamento terminando el proyecto final. Le había puesto tanto empeño que incluso Haas se ofreció a darme un pequeño pago por ello, ya que la información les había sido de ayuda.

El martes por la tarde, luego de que Charles se fuera decidí llamar a Mick y contarle lo que había pasado, al fin y al cabo había sido él quien me había vuelto a acercar al mundillo de la fórmula 1.

Al principio me había regañado un poco. Diciendo que no me metiera de nuevo en la boca del lobo si no me sentía preparada para aquello. Al final me había deseado que fuera la decisión correcta y que Charles y yo pudiéramos al menos recuperar nuestra relación de cordialidad.

No era tonta. Sabía a lo que amigo se refería. Entendía que esto era un gran peligro tanto para mí como para él. Pero no era para eso que estaba viajando. Simplemente estaba acompañándolo en un momento difícil de su carrera. Eso no significaba nada.

Encontré a mi chofer designado que no era nadie más que Lorenzo. Debí imaginarlo. El mayor de los Leclerc me recibió con una sonrisa y tras darme un pequeño abrazo tomó mi maleta y ambos caminamos hacia el estacionamiento.

Subimos a la camioneta negra que suponía era obra del equipo de Ferrari y dejamos mi equipaje en la parte de atrás.

Estaba acomodándome en mi lugar cuando Lorenzo me tendió su teléfono. Volteé a verla confundida cuando descubrí su pequeña sonrisa burlona.

-Crecí en Mónaco, no en Austria. Estamos como a dos horas, vas a tener que hacerme de mapa -dijo encendiendo el auto.

Sonreí y me preparé para cumplir con mi labor. Sabía que lo estaba haciendo solo para tenerme despierta durante todo el trayecto. De una u otra manera tuvo que llegar para recogerme, así que no era necesario tenerme dándole las indicaciones. Me tomé con humor su pequeño intento y emprendimos el viaje.

No me equivocaba. Hablamos durante todo el camino. Sí había algo que los tres hermanos compartían aparte de su claro atractivo, era la facilidad para entablar una conversación. Ni siquiera estaba siendo consciente del tiempo, simplemente me limité a dar una que otra indicación que resaltaba el mapa electrónico y a reírme con cada cosa que Lorenzo soltaba.

Cuando nos dimos cuenta ya estábamos a solo 200 metros del hotel. Esta vez no tenía reserva para el mismo lugar que los pilotos de Ferrari. Ellos se hospedaban a unas cuántas cuadras de aquí, así que no iba a tener mayor problema con la prensa ni nada por el estilo.

Bajamos las maletas y después de hablar con el recepcionista Lorenzo me acompañó a mi habitación. Él tenía que salir pitando hacia la clasificación a ver a su hermano, así que no podía quedarse mucho. Le agradecí por haberse tomado la molestia de ir por mí y nos despedimos con la mano.

Antes de irse se volvió ligeramente hacia mí con una expresión que no pude descifrar. Aunque no me dejó mucho tiempo con la duda porque rápidamente habló.

Realidad ❀ Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora