35. Painkiller

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Ya había pasado casi una semana desde el beso en el yate de Charles y yo no podía parar de pensar en ello.

Al principio me había negado cuando me ofreció acompañarlo a Francia, pues sentía que de cierta manera abusaba de su confianza y de la situación en general; pero luego me di cuenta de que era completamente inútil hacerme la difícil si ya ambos estábamos bastante conscientes de lo que sentíamos el uno por el otro.

La semana había estado bastante ocupada en la universidad aunque eso no había impedido que cada día hablara con el monegasco algunos minutos por FaceTime.

Ninguno de los dos había sacado a flote el tema del beso aún. No sabía exactamente si era que solo fingíamos que no había pasado o si lo tratábamos como algo común, la verdad es que tampoco estábamos incómodos con ello.

En cuanto terminé toda mi tarea de la universidad para la próxima semana, había tomado un tren desde Mónaco hasta Marsella. Tan solo llegar al hotel me cambié rápido de ropa para poder llegar a tiempo a la clasificación.

Llevaba una falda larga verde y un mini crop top blanco acompañado de un par de lentes oscuros. El calor de Francia estaba ganándome la batalla y ni siquiera había llegado al circuito aún.

Hablé con Charles unas horas antes y quedamos en que saldríamos por la noche para cenar algo ligero antes de la carrera. Esta vez no estaban ni Lorenzo ni Arthur así que me iba a tocar estar bastante sola durante el fin de semana.

En cuanto llegué al Paul Ricard me dirigí hacia el box para poder resguardarme un poco del sol y revisé mi teléfono que llevaba un rato sonando.

Jhon:
Hola, Marianne. ¿Qué tal? Llámame apenas puedas, tengo algo que comentarte.

Marianne:
¡Hola, John! Estoy en el circuito ahora mismo, apenas me desocupe te llamo.

Jhon:
Claro, tranquila. Éxitos a Leclerc.

Bloqueé el celular y lo coloqué en la mesa frente a mí. No sabía por qué necesitaría hablar conmigo con tanta urgencia, pero no debía ser nada importante así que lo dejé pasar. Ya lo descubriría más tarde.

•••••

-¡Felicidades! Te dije que no podías rendirte, Leclerc.

-Ya. Me sentí bastante bien en el coche hoy. Quizá podamos ganarla, Marianne.

-Prepararé mi gorra de la suerte para mañana -afirmé.

Los fines de semana de carrera eran una completa locura. Pero cuando Charles conseguía la Pole, era el doble de caótico. Era sin duda uno de los pilotos más queridos del gran circo, sus fans hacían de sus logros una gran fiesta.

Tardamos como una hora en salir del circuito porque absolutamente todas las personas en ese lugar querían una foto o aunque sea compartir aire con el ganador del sábado. Charles disfrutaba complacer a sus seguidores y yo lo hacía viéndolo tan feliz.

Nos detuvimos unos kilómetros más tarde en un restaurante cerca de la costa. Ambos bajamos del auto y caminamos bastante cerca el uno del otro hasta que el camarero nos dio nuestra mesa.

El aire fresco y maravilloso chocaba contra nuestros rostros refrescándonos un poco de la onda de calor que azotaba Francia por unos días.

-Creo que nunca antes había deseado tanto meterme en una tina de hielo -dijo Charles.

-Ya ves. En momentos así es cuando me pregunto si era necesario dejar la fría América.

-Claro que era necesario. Sino no estarías aquí, conmigo.

Realidad ❀ Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora