42. Company

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Monza. El templo de la velocidad y el amor. Y de la locura un poco también.

Cada vez que Charles se libraba de sus reuniones y entrevistas rutinarias, ambos volvíamos a casa y ni siquiera aguantábamos llegar a la sala cuando nuestras prendas ya adornaban el piso del apartamento. Habían sido unos días completamente asombrosos entre la gran marea roja de cariño hacia la escudería.

Esa noche el equipo iba a dar una pequeña celebración aprovechando que estaba todo el equipo y la gran mayoría de sus familiares aquí reunidos.

Charles había elegido un suave y elegante sueter Ferrari de la nueva colección y llevaba unas gafas transparentes que hacía que tuviera que quitarle la mirada para no babear de tan solo admirarlo. Como era algo relativamente rápido y casual, yo me decicí por un pantalón blanco y un top rojo para seguir un poco con los colores del equipo.

-¿Estás lista? -preguntó Charles despeinándose un poco en el espejo. Desvió su mirada hacia mí y me observó por el reflejo-. Sabes, tampoco pasa nada si no vamos... se me ocurren un par de cosas más interesantes que podríamos hacer.

Se acercó peligrosamente a mí y yo tuve que morderme el interior de la mejilla y contra todo mi instinto, echar unos pasos atrás.

-Ya tendremos tiempo para eso luego. No podemos vivir el resto de nuestras vidas encerrados en una habitación, Charles.

-¿Quién dice que no?

Le di un golpecito en el pecho y me acerqué hacia él para darle un corto beso en los labios.

-Tenemos que irnos ya sino no llegaremos a tiempo.

-Que le den al tiempo -cruzó una de sus manos por mi espalda y la otra la fundió en mi nuca justo antes de empujarme contra el lavabo y besarme hasta que me tomó en brazos y me llevó hasta el dormitorio.

•••••

Arthur y Charles estaban sumidos en un torneo de tenis de mesa contra Oliver Bearman y uno de los ingenieros del equipo. Carlos y yo los observabamos divertidos compitiendo como si la vida se les fuera en ello.

-Tenía mucho tiempo de no verlo así de feliz -comentó el español bebiendo un trago de su bebida sin alcohol.

-¿Jugando al tenis? -pregunté no muy segura de a qué se refería.

-No. Bueno, la verdad es que nunca lo he visto feliz jugando a nada, los deportes se le dan bastante mal -rio-. Ya en serio, creo que eres capaz de darte cuenta de la cara de embobado que ha tenido todos estos días. Estas últimas carreras apenas y lo veía. Se encerraba en su cubículo y solo salía cuando era estrictamente necesario. Pero mírale ahora, en cualquier momento se monta una fiesta.

-Ya. Me da mucha pena que tenga que pasar por todo esto solo. Supongo que tú lo entiendes mejor, no debe ser fácil lidiar con toda esta presión. Ya no es solo ganar o perder una carrera, es rendirle cuentas a lo que todo el mundo piense de tu desempeño.

-No es fácil, Marianne. Nunca lo ha sido. Menos para él que desde que inició se le ha proclamado como la estrella de la década. Pero en parte esta es la vida que elegimos hace muchos años atrás, sin esto estaríamos vacíos. No... No se me ocurre otra forma en la que haya podido ser mi vida, si te soy sincero.

-¿Y cómo lo llevas? La fama, los entrenamientos, tu familia, tu novia...

-Aquí tienes que acostumbrarte que así estés en casa o en las Maldivas vas a tener que sacar un par de horas para poder entrenar. Mi familia está acostumbrada a ello. Isa y yo en cambio... No estamos pasando un buen momento, la verdad -suspiró.

-Oh, lo siento, no quería...

-No, está bien. Quizá me haga bien hablar de ello. Llevar una ralación en este mundo no es fácil, Marianne. Y nosotros lo hemos pasado todo. Altos y bajos. Isa ha estado para mí durante cada momento de los últimos años. Soportando cosas que nadie debería. Ha sido muchísimo tiempo en el que ella me lo ha dado todo y yo he podido devolverle muy poco. Si es que a veces el amor no es suficiente.

Realidad ❀ Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora