34. Blur

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Con una de sus manos presionó mi muslo mientras con la otra subía por mi pecho hasta alcanzar mi garganta.

Me besó con tanto ímpetu que podía sentir mi labio arder de dolor, pero no quería que parase. Presionó su cadera contra la mía haciéndome perder el control. Tomé las sábanas entre mis puños cuando la luz iluminó toda aquella habitación de hotel.

No.

Me levanté sobresaltada con la frente sudada y las manos adoloridas de la presión que ejercía en aquella tela blanca.

Mierda.

Era todo un puto sueño.

-¿Estás bien? -preguntaron tras de mí.

Pegué un saltito y un grito ahogado escapó mi garganta. Si es que por esto moría tanta gente de paros cardiacos. Me llevé las manos al pecho y apreté los ojos cuando visualicé a Charles tumbado en la cama con el torso desnudo.

-Sí, sí. Estoy bien. Lo siento, una pesadilla -dije más rápido de lo que debía.

-Oh, claro, una pesadilla.

-Sí, solo eso.

Volví a recostarme en la cama dando por terminada la conversación. De espaldas para que no pudiera ver mis mejillas sonrojadas.

-¿Necesitabas que te salvara? -dijo en tono burlón.

-¿Cómo?

-En el sueño, ¿Necesitabas que te salvara?

-No. Estaba escapando de una albóndiga gigante.

-Claro. No es lo que parecía cuando repetías tantas veces mi nombre.

Maldita sea.

-¿Tu nombre? Oh no, era Charles Gillespie. Es el protagonista de la serie que estoy viendo. Esa de los tres cantantes que son fantasmas -me excusé.

-Entonces cuando decías "Leclerc" supongo que te referías a Arthur, ¿No? -se me secó la garganta solo con oír su insinuación-. ¿Sabes qué? No me respondas. No quiero saber si tienes sueños húmedos con mi hermano menor, sería humillante.

-¡Charles! -le pegué con una almohada en la cara y ambos empezamos a reír fuertemente.

Vamos, que ya no podía pasar más pena, se había dado cuenta de que estaba soñando con él, no me quedaba de otra que reírme de mis desgracias.

Pasamos un rato donde cada vez que nos recordabas de lo sucedido, estallábamos en carcajadas. Sumergidos en esa burbuja de confianza que solo él y yo entendíamos.

-Marianne -me volteé hacia él dispuesta a escuchar sus palabras.

Sus ojos brillaban intensamente. Esos ojos verdes que parecían penetrar mis retinas hasta clavarse se lleno en mi corazón. Mi respiración se aceleró tras la impaciencia de qué era lo que iba a decir.

Estiró su mano y enrolló un mechón de mi cabello que luego colocó tras mi oreja. Por un momento pensé que iba a volver a besarme y me preparé para ello.

-Vamos a desayunar -dijo al fin.

La mañana estaba yendo de viento en popa.

-¿A desayunar? Sí, claro -me golpeé mentalmente al responder tan obvia.

Ambos nos paramos de la cama y mientras él buscaba ropa entre su maleta yo aproveché para lavarme la cara y los dientes.

Salimos unos minutos después y caminamos juntos hacia el desayuno. La verdad es que después de todo el caos lo que más se me antojaba eran un par de waffles con bastante miel. Charles parecía pensar lo mismo porque ambos nos sentamos en silencio admirando el menú.

Realidad ❀ Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora