36. Last first kiss

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Mónaco definitivamente era una ciudad en la que todo el mundo quería vivir. Cuando estaba en Estados Unidos llenaba todos mis cuadernos con fotos de la playa y el casino. Siempre quise estar aquí, hasta ahorita, cuando me tocaba disfrutar de Montecarlo encerrada en mi habitación estudiando todo el día.

Tenía parciales finales toda la semana y a pesar de que era bastante responsable, se me había acumulado alguna materia con tanto viaje.

Desde que llegué de Francia no hice otra cosa que hundir mi rostro en la computadora y los papeles intentando concentrarme en la materia, aunque el tema de John y los lindos ojos verdes de cierto monegasco no me lo permitían del todo.

Charles estaba ya en Hungría desde hace un par de días así que no habíamos hablado demasiado. No le había comentado nada de la oferta de John porque ni siquiera estaba segura de si la iba a aceptar. Era una gran oportunidad, estaba consciente de ello; pero ya me había costado bastante encontrar mi lugar en Mónaco como para ahora tener que empezar de cero en otro país.

Despejé mi mente para poder seguir estudiando mientras que llegaba el domingo para poder ver la carrera.

Me levanté de la silla para buscar la calculadora de repuesto que había dejado en la maleta de Francia. Saqué la libreta que quedaba en el fondo y una correa de metal brilló ante mí. El reloj de Charles. Ese que no se quitaba para otra cosa que no fuera subir al monoplaza. Ni siquiera recordaba que él estuviera cerca de mi equipaje en algún momento. Extrañada, tomé mi celular y le envié una foto.

Volví a estudiar hasta que más o menos una hora después escuché su respuesta.

Charles: Guárdalo, lo recojo cuando vuelva a Mónaco.

Definitivamente no era la respuesta que esperaba, pensé que se iba a rayar muchísimo al ver que le faltaba su reloj, pero no.

Bloqueé el celular solo deseando que la semana acabara rápido y poder terminar al fin con este sufrimiento de evaluaciones.

•••••

Ferrari parecía que se hundía más conforme iban pasando las distintas fechas. Hungría no había sido nada distinto a Francia, la superioridad de Max era casa vez más notoria y Charles se quedaba sin tiempo de pelear por el campeonato.

Hablando de Charles, no había sabido de él desde la pequeña conversación que tuvimos sobre su reloj. Parte de mí lo agradecía porque había podido concentrarme al 100 por ciento en mis exámenes y logré acabarlos todos sin volverme loca, pero es que tampoco me gustaba que ni siquiera me hubiera escrito para decirme que estaba bien.

Toda esa mierda de Francia, cuando me pidió perdón y juró que no me alejaría de nuevo, parecía que se le había olvidado tan solo cruzar una frontera.

El gran premio no había ido nada bien, sabía que Charles debía estar pasando un mal momento ahora mismo, pero tampoco iba a ser yo quien estuviera detrás de él todo el tiempo intentando que lo nuestro funcionara.

Un par de horas después de que acabara la carrera, escuché mi celular sonar encima de la mesa de la cocina. Cómo no, se trataba del piloto de rojo que comenzaba a pensar no tenía ni un ápice de responsabilidad afectiva.

Charles:
¿Crees que puedas dejar mi reloj en casa  a eso de las 10?

¿Estaba hablando  en serio? ¿Después de pasar días sin hablarme se le ocurre que lo mejor es decirme que le devuelva su puto reloj? Reí sarcástica para mí misma y contesté.

Marianne:
Tengo clase mañana temprano, si quieres puedes pasar por él en la tarde.

Charles:
No, necesito que sea hoy mismo. Llego a Mónaco mañana temprano y a medio día sale mi vuelo a Grecia, voy a pasar ahí el verano, necesito el reloj.

Realidad ❀ Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora