CAPÍTULO XIV (¿QUÉ QUIERES TÚ?)

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La resaca me estaba golpeando con fuerza. Estaba tumbada en mi cama, mirando al vacío, con la cabeza a punto de explotar y la garganta completamente seca. Reflexionaba sobre todo lo que había ocurrido ayer, llevando conmigo un inmenso remordimiento y una abrumadora culpa.

Le había besado. Había sido yo quien lo había hecho. Me había traicionado a mí misma y a Noah, aunque sabía que no éramos oficialmente una pareja, nuestras últimas semanas juntos me habían dado la impresión de que estábamos "quedando" para algo más serio en el futuro. Las cosas podrían haber sido diferentes si Jack no nos hubiera visto, pero lo hizo, y mi mayor temor ahora era que revelara lo que presenció. Temía que Noah me odiara y que esto empeorara aún más su relación con su primo. Diane me había traído a casa después de una discusión con Jack debido a su lamentable estado, mientras que Jack se quedó a dormir en la casa de los Hudson. Eddie me había prometido que convencería a Jack de no contarle nada a Noah.

Intentaba convencerme de que todo lo que había ocurrido ayer había sido simplemente el efecto del alcohol. Estaba ebria y por eso había besado a Eddie, ¿o acaso el alcohol solo hace que hagas o digas lo que realmente deseas? En el fondo, sabía la respuesta a esa pregunta, pero en ese momento prefería engañarme a mí misma. Prefería pensar que lo que había sucedido era solo el resultado del alcohol y nada más.

—¡Feliz Navidad! —entonó Olivia al entrar en la habitación con una pequeña caja envuelta en papel rojo.

—Feliz Navidad —respondí y me levanté de la cama para darle un abrazo.

—Pero qué desanimada estás —comentó mientras me entregaba la caja.

—¿No somos un poco mayores para recibir regalos?

—Diane se pone mal si no hay regalos que abrir en Navidad —explicó. Sabía que ella odiaba estas fechas. En esta casa, no celebraban la Navidad desde que William, mi tío y el difunto esposo de Olivia, había fallecido en un accidente automovilístico en una Nochebuena hace dieciocho años.

—Gracias —agradecí, dejando la caja en el buró junto a mi cama para abrirla más tarde.

—¿Qué te sucede? —preguntó con tristeza en su voz.

—Nada —respondí con una sonrisa fingida.

—Auden, no intentes engañarme. Sé que algo te preocupa.

—No es nada.Deseaba hablar, expresar cómo me sentía, y recibir un buen consejo que me asegurara que todo estaría bien. Sin embargo, sabía que probablemente solo recibiría una reprimenda y que me prohibiría volver a hablar con Eddie. Además, seguramente tomaría medidas drásticas en este momento, como obtener una orden de restricción.

—Auden, llevo cuarenta y seis años de vida, he visto esa expresión muchas veces, la vi en tu madre hace años —susurró Olivia mientras comenzaba a acariciar mi cabello, lo que me hizo sentir reconfortada.

—Es...

—¿Es por Noah? —me interrumpió.

—Sí, es por él —mentí, aunque en cierto sentido era la verdad. Me sentía culpable por lo que le estaba haciendo.

—Cuéntame —me instó, y se sentó a mi lado.

—Ayer bebí mucho y siento que eso le dio una mala impresión de mí —balbuceé. Por primera vez, había dicho una mentira creíble. Olivia soltó una risa y luego tomó mis manos.

—Cariño, si Noah realmente te ama, no le importará cómo actúes con unas copas de más. Amar a alguien no solo implica apreciar sus virtudes, también aceptar sus defectos y malos hábitos. Yo pasé por una situación similar cuando era más joven. William me invitó a un bar, y bebí demasiado esa noche, al punto de vomitar sobre él justo cuando íbamos a darnos nuestro primer beso —recordó con nostalgia.

Mi verano en Australia [YA EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora