Nuestras respiraciones entrelazadas se precipitan en un frenesí mientras el vapor empaña los cristales de la camioneta. Los gemidos, fogosos y susurrantes, se pierden en la atmósfera cargada mientras de fondo, la inconfundible música de Black Sabbath completa la banda sonora de nuestra pasión. Eddie, en sintonía con la melodía y la intensidad del momento, dirige mis caderas con un ritmo acelerado, mientras mis manos se aferran a su cuello en busca de un último suspiro de éxtasis. Un gemido final escapa de mis labios al culminar esta montaña rusa de sensaciones.
Dejo caer mi cabeza sobre su pecho, donde la mezcla de sudor y satisfacción se funden en una embriagadora sinfonía. Nuestras respiraciones, agitadas como el oleaje en plena tormenta, hacen que sienta que el aire escasea en este momento de éxtasis. De fondo, una nueva canción comienza a sonar, y mi mirada se encuentra con la de Eddie en medio de la confusión. Jamás hubiera imaginado que él incluyera este tipo de canciones en su playlist.
—¿Eddie, el tipo más duro, escuchando a James Blunt? —le lancé una acusación burlesca, y el cabello castaño de Eddie negó enérgicamente una y otra vez.
—Debió... Debió de ser obra de Jack —aclaró su garganta nerviosa, después de unos incómodos segundos de silencio.
Durante estas semanas, he desarrollado la habilidad de detectar cuando Eddie miente; se enreda al hablar o se queda callado durante un tiempo inusualmente largo en busca de la excusa perfecta. En resumen, es un pésimo mentiroso.
—Aja —asentí mientras me burlaba de su tonta excusa, y él respondió con una sonrisa cómplice.
—«She smiled at me on the subway, she was with another man, But I won't lose no sleep on that 'Cause I've got a plan» —comenzó a cantar Eddie, lo que me hizo reír. Nunca imaginé escucharlo cantar algo tan cursi como «You're Beautiful» de James Blunt.
—«You're beautiful, You're beautiful, You're beautiful, it's true» —me uní a su canto, y ahora era Eddie quien se burlaba de mí.
—Auden, creo que te amo —dijo en un tono bastante serio, lo que me hizo detener la risa. Lo miré directamente a los ojos y guardé silencio durante unos momentos.
—Creo que también te amo, Eddie —esbocé una sonrisa, y él hizo lo mismo.
—¿Quieres ir a casa a ver películas? Mi tía llegará muy tarde hoy —propuse mientras Eddie jugueteaba con mi corto cabello.
—Vamos —accedió, y rápidamente se puso la camisa.
Ajusté mis bragas y enderecé mi falda. Desde que estaba saliendo con Eddie, mi elección de ropa se había reducido a camisas holgadas y faldas fáciles de levantar. Parecía que los lugares donde podíamos tener intimidad no siempre eran los más privados. Justo en este momento, eran las siete de la tarde y nos encontrábamos en el estacionamiento de una antigua gasolinera abandonada.
Eddie estacionó la camioneta en el lugar donde trabajaba, y desde allí decidimos caminar a casa. Mientras caminábamos, Eddie no paraba de hacer bromas sobre cómo podría aparecer una araña gigante de entre los arbustos. Me arrepentí de haberle confesado mi miedo a las arañas, ya que ahora no dejaba de asustarme o gastarme bromas al respecto. Recuerdo que el otro día me lanzó una araña de goma, y yo grité como si fuera real. Me molesté un poco con él en ese momento, pero al final, no pude resistirme a esos ojos de cachorro golden retriever que tiene.
Estábamos a punto de entrar cuando Eddie comenzó a hacer cosquillas en mi abdomen, lo que me hizo reír.
—¡Ya basta! —grité entre risas, pero él seguía burlándose de mí.
Abrí la puerta, y mi sonrisa se desvaneció al instante cuando me encontré con mi madre de pie, con los brazos cruzados. Su cabello estaba impecablemente peinado como de costumbre, sus ojos parecían amenazantes acentuados por el maquillaje que realzaba su mirada. Vestía una blusa dorada de elegancia inquebrantable, que mi padre le obsequió de navidad el año anterior.
—Mamá —fue lo único que pude decir.
—Hola, Auden —saludó mi madre.
—Caroline —saludó Eddie, y mi madre esbozó una sonrisa.
—Eddie —se limitó a contestar mi madre.
—¿Qué haces aquí? —pregunté, aún procesando el hecho de tenerla enfrente.
—Tu tía me llamó, dice que estás algo descontrolada —respondió, mirando directamente a Eddie cuando pronunció la palabra "descontrolada".
—Yo no estoy descontrolada —me defendí.
—Creo que debería irme para que puedan hablar —propuso Eddie.
—Gracias —dijo mi madre, dándole a entender que nos dejara solas.
—Eddie —lo llamé.
—Está bien, nos vemos después —se dio la vuelta y se marchó.
—Tenemos que hablar muy seriamente, Auden —dijo la rubia apenas se fue Eddie.
—¿Sobre qué?
—Cómo, ¿sobre qué, cariño? Sobre lo que estás haciendo con tu vida. Pensé que enviarte a Australia te ayudaría a madurar y avanzar, pero solo has retrocedido y te comportas como una adolescente de quince años —farfulló molesta.
—Mamá, es que yo no sé por qué pensaron que enviarme a Australia me convertiría en una mejor persona —contraataqué igual de molesta.
—Malamente lo hicimos, pero se acabó. O dejas este jueguito de triángulo amoroso, o ahora mismo nos regresamos a México —amenazó. Entonces solté una carcajada. —¿Pero de qué te ríes? ¿No te das cuenta de lo que haces? ¿De cuánta gente terminará lastimada por tus caprichos, niña? ¡No puedes salir con dos personas a la vez!
—¿Tú vas a decirme eso a mí? —le cuestioné burlonamente. —Tú, mamá, no tienes derecho a reclamarme nada. Tú mejor que nadie sabe lo que se siente estar tan enamorada de alguien y que no te permitan ser feliz —farfullé al borde de las lágrimas.
—No sabes nada de la vida, Auden.
—Mamá, lamento tanto que hayas tenido que renunciar al amor de tu vida, pero yo no lo haré. Yo no soy tú, y Eddie no es Ed —declaré y me encaminé hacia las escaleras, pero mi madre me detuvo.
—Tienes razón, Eddie no es Ed. Eddie es un vividor. Está en una banda de heavy metal que no durará mucho, porque al final, alguno de ellos morirá de alguna sobredosis y la banda se terminará. Y entonces, lo único que le quedará a Eddie son las drogas que venderá. ¿De verdad quieres eso para ti? —cuestionó, tomándome de los hombros. —Porque yo no quiero ese futuro para ti, cariño.
—Mamá, es que no lo entiendes, yo lo amo —dije mientras algunas lágrimas rodaban por mis mejillas.
—Por favor, Auden, eres muy joven, solo tienes veinte años. No sabes lo que es el amor. Confundes esta aventura de verano con amor, y no lo es —dijo con un tono burlesco.
—¿Y tú sí? —cuestioné. —¿Tú lo sabes, mamá? Con tu relación perfecta, pensé que odiabas tu vida y que eras infeliz con mi padre. Tú —golpeé su pecho con mi dedo índice —, tú no sabes lo que es amar y luchar por lo que amas. Y lo sé porque no lo hiciste. No luchaste por el amor, mamá.
Sus ojos se cristalizaron, y me dolió lo que acababa de decirle. Pero ella tampoco estaba siendo muy empática conmigo. Me arrepiento de lo que le dije, pero en ese aspecto me parezco a mi padre: decir cosas sin querer y no pedir perdón. Me di la vuelta y subí las escaleras con prisa.
Me recosté en mi cama y rompí en llanto. Me dolía el pecho. No podía creer que mi madre hubiera dicho que Eddie solo era un amor de verano. Él no era eso. Eddie era mucho más que una aventura pasajera. Yo lo amaba y pensé que quizá mi madre podría entenderlo. Ella era la única que había experimentado algo similar, pero al parecer, quería que siguiera sus pasos y renunciara al hombre que amaba porque quizá era joven y tonta, quizá no tenía experiencia en asuntos amorosos, pero tampoco había sentido esto por alguien jamás.
No iba a renunciar a Eddie por nada del mundo, ni siquiera si mi padre viniera por mí y me llevara de vuelta a México. De alguna u otra forma, encontraría la manera de volver a él. Porque era terca y me aferraba a las cosas. No iba a permitir que me alejaran de Eddie. No lo haría, no así de fácil.
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Mi verano en Australia [YA EN FÍSICO]
De TodoAuden, recién cumplidos los 20 años, se encuentra atrapada en la incertidumbre de su futuro. Sus padres toman la decisión de enviarla a pasar el verano en casa de su tía en Australia. Allí, su prima y amiga de toda la vida, Diane, la invita a asisti...