CAPÍTULO XXII (LA CENA)

1.1K 117 32
                                    


Estaba absorta en la contemplación de sus ojos verdes, perfectamente delineados, mientras intentaba asimilar las palabras que acababa de pronunciar.

—Invité a Noah a cenar —repitió mi madre.

—¿Por qué? —pregunté, confundida. Ella simplemente dio un sorbo a su taza de café en respuesta.

—Bueno, ya conozco a Eddie, así que pensé que sería una buena idea conocer al oficial —ironizó, antes de dirigirme una mirada directa, como si intentara escudriñar mis pensamientos.

—Creo que pasar tanto tiempo sola con mi padre te ha convertido en una maestra del sarcasmo —tomé algunos trozos de fruta y los coloqué en mi plato mientras desayunábamos en la terraza al aire libre.

—En realidad, la idea fue de Olivia —confesó, y yo esbocé una sonrisa.

—Claro, mi tía está obsesionada con la idea de Noah y yo juntos —me llevé un trozo de mango a la boca.

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó, arreglando algunos mechones rebeldes que le impedían seguir comiendo.

—¿A qué te refieres? —pregunté, desconcertada.

—¿Cómo llegaste a estar en ese triángulo amoroso? —preguntó, dibujando en el aire un triángulo con su tenedor.

—El primer día que llegué aquí, ya era tarde, y Diane me invitó a un lugar llamado "La Ratonera" —mi madre soltó una carcajada.

—¿Todavía existe ese lugar? —preguntó, entre risas.

—Es el lugar más popular de la zona —afirmé con sorna—. Al principio pensé que Diane me llevaba a un antro de mala muerte, pero resultó ser un lugar encantador —recordé la pelea que presencié aquella noche. —Fue allí donde conocí a Noah, y lo encontré realmente interesante, así que me propuse...

—Salir con él —mi madre completó mi frase.

—Sí, supongo —rasqué mi frente mientras buscaba la palabra adecuada—. Después, esa misma noche, conocí a Eddie, pero no fue como si lo viera y me enamorara de él. Eddie comenzó a llamar mi atención días después, cuando empezó a aparecerse constantemente en la tienda donde trabajaba —o mejor dicho, solía trabajar. Olivia le explicó al dueño que no podía seguir trabajando porque pronto regresaría a México—. Y después, me encontré en un gran lío —terminé de decir, di un sorbo a mi vaso de agua, y mi madre arqueó las cejas mientras masticaba.

—Ya he escuchado esa historia antes —dijo y suspiró. Sabía que se refería a su propia experiencia, pero no quería volver a sumergirla en su pasado. Estábamos disfrutando del desayuno como para empezar a hablar de cosas tristes de nuevo.

—Voy a salir un rato —anuncié mientras me levantaba de la mesa.

—¿No se supone que los amantes salen por la noche? —mi madre bromeó, y respondí con una sonrisa.

—Adiós, mamá —me despedí antes de alejarme de la mesa.

Había quedado en acompañar a Diane a recoger los resultados de su solicitud de intercambio. Estaba emocionada por ella; desde los quince años, Diane había soñado con estudiar en Francia, y por eso había tomado este curso intensivo de francés. Finalmente, había enviado su solicitud de intercambio, y ahora estábamos en camino a recoger la carta que contenía la respuesta. Esperaba que dentro hubiera un rotundo "sí".

—Estoy muy nerviosa, mis manos están sudando —musitó Diane mientras me mostraba sus palmas húmedas.

—Tranquila, estoy segura de que te aceptarán en el intercambio —traté de tranquilizarla.

Mi verano en Australia [YA EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora