Capítulo 12

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~Rescate~

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«¿Estarías dispuesta a dejar a tu madre, para escaparte conmigo?»

Supe de inmediato que no debí formular aquella pregunta.

Me arrepentí cuando vi sus ojos verdes cristalizarse mientras me miraban confundidos. Estaba seguro del amor que Sakura sentía por mí, pero también estaba consciente del amor que le tenía a su madre. Tsunade era su fiel compañera y única amiga, y yo, prácticamente le pregunté con mi egoísmo anteponiéndose antes que su sentir.

Me sentía tan culpable por haberle pedido aquello, pero mi desesperación no dejó que mirara más allá de las consecuencias, que por supuesto no eran favorables para Sakura.

Había llegado a la conclusión de que tendría que hablar directamente con Tsunade, explicarle que dejaría el celibato por el amor que sentía por su hija y que esperaba que no se pusiera en contra de nuestra relación, y aunque tenía la esperanza de que aceptaría por todo aquello que vivió a lado de su difunto esposo, las respuestas seguían flotando en el aire.

Todo respecto a mujeres, la tarea siempre había sido estéril para mí.

Seguí caminando en dirección al orfanato con mi mirada en el suelo y mis pensamientos invadiendo mi mente, formulando una y otra vez diferentes tipos de oraciones que le diría a la progenitora del amor de mi vida, pero una una choza que parecía abandonada llamó mi atención al atravesarse en mi camino. Me detuve para mirar mejor a mi alrededor y me di cuenta de que mis pasos me habían guiado a un camino distinto, no muy alejado del sendero que todos los viernes tomaba para ir al orfanato, pero sí una brecha, que inconscientemente se había cruzado en mi camino, o yo en el suyo y que había tomado sin percatarme.

Decidí que era lo mejor regresar antes de alejarme más de la senda que conocía, pero esa pequeña choza logró que mi curiosidad despertara y fuera cada vez más grande. Dejé el morral con ropa y poca comida cerca de un árbol y comencé a acercarme a la humilde vivienda con pasos cautelosos; aunque no sabía exactamente porqué mantenía tanto el suspenso, y tampoco porqué me acercaba a esa morada, pero aún así, lo hice.

El lugar estaba repleto de maleza crecida y seca, dándome la certeza de que probablemente no habitaba nadie el lugar, pero aún la duda estaba latente. Me acerqué a la ventana y puse una de mis manos sobre el vidrio que se sostenía débilmente por la vieja madera para poder mirar mejor el interior, pero no lograba vislumbrar correctamente los trebejos en el interior. Regresé a la puerta y di dos golpes con los nudillos de mi mano diestra, teniendo como única respuesta un sonoro silencio. Tomé el pomo de la puerta y al girarla, confirmé que no tenía el pestillo puesto, abrí la puerta casi de golpe y solo una bruma de polvo y olor a viejo fueron quienes me recibieron. Entré con cautela y cierto temor, hasta encontrar una lámpara de aceite que prendí por la mecha dentro de la candileja y así, poder alumbrar tenuemente el interior de la choza.

El lugar no resultó tan lúgubre como imaginaba, había una pequeña mesa con dos sillas, pero trastos viejos, sucios y papeles amarillentos sobre ella. Viré mi cuerpo ligeramente con mi brazo aun extendido y pude ver una estantería de libros que realmente me sorprendió encontrar. No imaginaba que quien habitaba anteriormente este lugar, podía tener gusto por la literatura romana. Seguí husmeando y al girar a un rincón de la derecha, me di cuenta de que yacía un catre con sábanas sucias y cubiertas de polvo, confirmando aún más mi teoría de que nadie en mucho tiempo, había estado en este lugar.

Decidí que había visto suficiente mugrero, pero cuando quise regresar, una pequeña y vieja nota se movió con el aire que propició mi cuerpo al girar y que por supuesto, había llamado mi atención. Me coloqué en cuclillas y tomé la nota alumbrando con la lámpara para leer su contenido.

El Perjurio De Un SeminaristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora