Capítulo 10

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~Verdades~

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Escuchar esa voz, me heló el cuerpo.

Levanté mi rostro para mirar el rostro inclemente de mi padre que con su inesperada aparición, provocó que mi rostro no pudiera esconder su asombro.

—¿Papá?

—Si no te conociera, diría que no te da gusto verme— Quiso formar algo parecido a una sonrisa, pero en realidad, era un gesto de desaprobación.

—Nada de eso...— Me acerqué hasta él para dar un beso en su mejilla tratando de disimular el revuelo de sentimientos y a cambio, solo recibí una mirada severa que analizaba mis movimientos —Es un gusto que estés aquí— Mentí —¿Pero por qué no me avisaron que vendrían? ¿Dónde está mamá?

—No creo que deba avisarte si vengo o no, y sobre tu madre, está con el señor obispo, hablando— Asentí fingiendo una sonrisa de emoción aún con la mirada analítica sobre mí —Te pregunté dónde estabas. Estamos aquí desde hace un par de horas y nadie sabía sobre tu paradero.

No respondí de inmediato, solo le hice un gesto galante para indicarle que bajara junto conmigo las escaleras mientras pensaba en una buena excusa por mi ausencia.

—Fui a visitar a un anciano que vive en el pueblo— Dejaba salir cada palabra con tranquilidad para no ser descubierto —Está enfermo y viejo, así que yo le ayudo en algunas labores mientras su hijo no está— Lo miré directo a los ojos para volver verídica mi mentira —Es por eso que me tardé un poco.

Un silencio sepulcral fue nuestro acompañante al bajar por las escaleras y al llegar al suelo fijo, su ceño se unió ligeramente.

—No deberías perder el tiempo en ayudar a gente de esa clase. Tu único deber es estudiar mucho para aprobar los exámenes y...

—Y no he descuidado mis estudios por eso— Interrumpí sus palabras con una molestia palpable por su desprecio hacia las personas de bajos recursos —Ayudar a las personas por igual es lo que hace un a buen sacerdote y no solo a ellos, a toda la humanidad en general.

Sus cejas castañas se alzaron sobre sus ojos que se habían agrandado ligeramente por mi respuesta, pero sobretodo, por la forma en la que fue dirigida con cierto toque de rebeldía que jamás había dejado manifestar, mucho menos frente a él, que era el mandatario de la familia.

Supuse que respondería con algo menos grave que una bofetada por mis palabras tan despectivas, pero al contrario de eso, mostró una sonrisa.

—Entiendo...— Su mueca retorcida provocó que se frunciera ligeramente mi ceño por su actitud sospechosa, pero aún así, traté de disimular con perfección —Vamos, tu madre y el señor obispo nos están esperando.

Seguimos con el camino que nos dirigía hacia mi madre, pero a cada paso que daba, más aumentaba mi miedo por estar más cerca del comedor exclusivo de los superiores en el seminario. No quería que mi padre se topara con Sakura, pero como era de esperarse, entramos alli para darme cuenta que efectivamente estaba mi madre sentada junto con el obispo Sarutobi.

—¡Sasuke, hijo!— El brillo en los ojos de mi madre fue captado perfectamente por mí y rápidamente la abracé cuando llegó a mis brazos —¡Te extrañé mucho, hijo! ¿Cómo estás?

—Yo también te extrañé demasiado— Dije totalmente sincero —Estoy bien, estudiando mucho como siempre.

Mentí descaradamente ante el precioso rostro de mi madre y los demás presentes. No había vuelto a estudiar, ni siquiera le había tomado importancia a las clases del rector Hatake, pero eso no podían saberlo por ahora y por un momento, mis ojos buscaron inconscientemente a la causa por la que había dejado de lado mi vocación como seminarista, esa hermosa mujer de cabello rosa, grandes ojos verde bosque y labios increíblemente irresistibles por la que temía en este momento.

El Perjurio De Un SeminaristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora