Capítulo final

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~Libre~
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Cada día en mi estadía en el seminario, había soñado con el momento de sentirme libre. No solo de querer salir del lugar, sino del significado de la palabra en su completa expresión. Libre de mis pensamientos, libre de mis acciones, libre de mis emociones.

Inconscientemente, todos los días me negaba en aceptar la idea de que el sacerdocio era mi destino, pero un día decidí que ya no sería más ese mártir que lucharía por las causas ajenas, por la felicidad de mis seres queridos y su tranquilidad. Ahora lucharía junto a ellos para cumplir sus deseos sin dejar atrás los míos y, como un equipo, salir de nuestros tormentos sin volver a sacrificar mi vida, mi felicidad.

Sentado junto al río, dejaba emanar mi tranquilidad, haciendo como únicos testigos de ella a la flora y fauna que me rodeaban, convencido de que había tomado la mejor decisión.

-¿Tienes mucho esperando?- La voz de mi hermano me sacó de mis pensamientos, logrando que lo mirara con ligera sorpresa.

-Quise venir antes para estar a solas.

-¿Qué? ¿Ya no soportas la vida marital?- Se sentó a mi lado mientras sonreía -¿O es que tu esposa y tu hija te tienen loco?

-Claro que no. Me siento más feliz que nunca- Regresé mi vista al río -Me preocupa no poder darle una vida digna a mi familia y que tengan que pasar por carencias. Pero aún así, me siento completo.

-Conozco el sentimiento- Dirigió su mirada hacia donde yo la tenía -Cuando Miko nació, estaba hecho un manojo de nervios. Izumi estaba un poco delicada de salud y me preocupaba no tener dinero para los medicamentos tan costosos, pero afortunadamente, todo salió bien. Verás que contigo será igual.

-¿No extrañas un poco el estatus?- Itachi me miró extrañado -Me refiero al dinero. Saber que pudiste darle a tu familia una buena vida, tal vez no lujosa, pero sí justa.

-Por supuesto que sí. Sobre todo cuando mis hijos o Izumi se enferman. Cuando me piden unos cuantos dulces o buenas ropas. Pero también pienso en que, si pudiera darles todo eso, la madre de mis hijos no sería Izumi. Ni siquiera tuviera hijos- Tomó mi hombro con cariño -A veces también me lo cuestiono y si pudiera, por supuesto que lo haría.

Asentí, dispuesto a dejar de hablar de mis sentimientos -¿Dónde está mamá? Pensé que vendría contigo.

-Ya estoy aquí- La voz de nuestra madre se hizo escuchar y ambos nos pusimos de pie -Siento mucho haberlos hecho esperar.

-Te esperaremos el tiempo que sea necesario- Itachi abrazó a nuestra madre, antes de darle un beso -Pero ahora estoy muy intrigado por lo que tienes que decirnos.

-Quiero contarles toda la verdad respecto a su verdadero padre- Nos miró con atencion -Ha pasado un año desde aquel desastroso día, pero llegó el momento.

Itachi y yo nos miramos por unos segundos, luego, nuestras miradas se dirigieron hacia mi madre y rápidamente, tomé su mano para depositar un beso.

-Ya te dijimos que no es necesario que nos digas nada. Así que por nuestra parte, no hay nada más qué aclarar.

-Quiero que sepan todo. Es su derecho y; aunque su forma de verme puede cambiar abruptamente, estoy dispuesta a que sepan la verdad.

-Nosotros te seguimos viendo como la mejor madre del mundo- Contestó Itachi -Nada de lo que hayas hecho hará que te dejemos de amar.

Asentí para confirmar lo que mi hermano decía, pero luego de eso, mi madre sacó el retrato de un hombre que lucía un tanto más joven que nosotros.

Una pintura vieja de tamaño mediano; aunque perfectamente cuidada por nuestra madre y que ella extendía hacia nosotros para que pudiéramos verla.

El Perjurio De Un SeminaristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora