Capítulo 11

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~Madre e hijos~

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Mi rostro permanecía sereno para no mostrar ninguna expresión que pudiera delatarme.

—No tardaremos mucho, cariño— Mi padre unió un poco más sus cejas con desconfianza ante la sonrisa de mi madre.

—No entiendo el por qué de ese repentino brete por ir al pueblo— Espetó mi padre —Anoche dijiste que querías regresar a Bibury después del amanecer.

Miré de soslayo a mi progenitora para escuchar lo que diría ante aquello —Lo sé, pero nuestro hijo me habló tanto de esas personas que me gustaría conocerlas— De nuevo apareció en ella esa sonrisa tierna que podía doblegar a cualquiera —Tal vez, la próxima vez que vengamos podamos crear un dispensario con la ayuda del señor obispo para ayudarlos, ¿qué dices?

La mirada analítica de mi padre no se apartó en ningún momento de mi madre, que aunque mantenía una postura creíble, estaba hecha un manojo de nervios en su interior.

—Puedes acompañarnos, si quieres— Dije y la mirada dura del hombre se posó sobre mí —El pueblo no está lejos y...

—No— Respondió inmediatamente y evité sonreír triunfante —Yo no iré con esa gente.

—Te prometo que no tardaremos— Mi madre se despidió de mi padre con un beso en la mejilla, que por supuesto, no fue correspondido. Se colgó de mi brazo y comenzamos a caminar en dirección contraria.

Mientras caminamos, vi como el rostro de mi madre se transformó en uno aterrorizado al no estar frente a la mirada de su esposo y no pude evitar sentirme cabreado.

—¿Siempre sientes miedo cuándo estás con él?— Pregunté a una distancia prudencial de mi padre —No puedo creer que la persona a la que uno ama, te pueda hacer sentir temor de esa manera.

Sí, no era la mejor manera de hablar de mi padre, pero durante los últimos días, solo podía sentir rechazo hacia él.

—No temo por mí, temo por tu hermano— Confesó mirando al frente —No sé de qué pueda ser capaz tu padre si sabe que está aquí.

—Mamá, ¿has pensado en dejarlo alguna vez?— Su mirada por fin llegó a mí —Discúlpame por ser entrometido, pero me preocupas. Nunca he visto que mi padre te trate con amor o te ofrezca una caricia sincera— Sentí como la rabia iba aumentando en mi interior —Todo son exigencias y palabras despectivas cuando está contigo. Tú no te mereces eso.

Mi madre no mostraba molestia o tristeza ante mi comentario. Tal parecía que ella se sabía de memoria aquellas palabras, pero seguía actuando con la parsimonia de siempre.

—Estoy de acuerdo en que tu padre no es el más amoroso de todos. No lo fue con ustedes y tampoco lo ha sido conmigo, pero siempre fue así y me he acostumbrado a eso— Su vista se fijó en el camino —A lo único que no me puedo acostumbrar, es a tener que vivir sin ti o tu hermano.

Me dolían sus palabras.

No podía entender como una flor tan frágil y delicada como lo era mi madre, podía soportar tanto dolor, pero ahora sabía que de alguna manera, Mikoto Uchiha estaba acostumbrada al temperamento imperial de mi padre.

Caminamos en dirección al pueblo en un profundo silencio después de aquella corta conversación. Conocía a mi madre y sabía que estaba nerviosa, preocupada y hasta emocionada, pero sobretodo, temerosa por encontrarse con mi hermano de nuevo.

El Perjurio De Un SeminaristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora