𝒻𝑜𝓇𝓉𝒾𝓈 𝑒𝓈𝓉 𝓊𝓉 𝓂𝑜𝓇𝓈 𝒹𝒾𝓁𝑒𝒸𝓉𝒾𝑜

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El amor es tan fuerte como la muerte


Una pesadilla muy larga.

Jeonghan abrió sus ojos, sintiendo los párpados pesados y lentos.

Poco a poco, la visión abrumadora de la luz blanca lo hizo despejar la somnolencia restante que quedaba en su cuerpo.

No le respondían muchas partes de su organismo, pero lo que menos quería estar consciente en esos momentos era su cerebro mismo.

Supuso que era lo que había resultado más dañado, no tenía que ser un genio para saberlo.

La evidencia clara era que esperó encontrarse con cadenas o alguna otra clase de cosa reteniéndolo en esa cama, o que en aquella habitación blanca, hubiera una sombra escondida para hacerle algún tipo de daño.

Lo peor no era eso, sino el vacío profundo que sintió en el pecho.

Hospital. Civilización. Sociedad. Autonomía. Libertad.

El sonido de los autos a lo lejos, la visión del cielo claro tras la ventana, y los edificios colindando.

No había restricción en su cuerpo, aparte de la fisiológica que le impedía hacer mucho por el dolor y sus heridas. No eran las suficientes para tenerlo como un convaleciente, apenas y se daba cuenta de los vendajes que tenía por aquí y por allá.

No, Jeonghan no se sentía incapaz de moverse por eso. No era una cuestión corporal.

La verdadera prisión en la que seguía encerrado era la de su mente.

Esperó algo.

¿Dónde estaban los insectos? ¿Dónde estaba el ambiente sombrío y oxidado? Ahí había mucha luz, mucha comodidad.

¿Dónde estaban las paredes viejas, el sol amarillento? ¿Dónde estaba el aroma a anticuado, a humedad, a polvo? Ahí solo podía percibir el olor a antiséptico y esterilidad.

Ahí, todo estaba inmaculado.

Ahí, Jeonghan se suponía que podía descansar con tranquilidad. Pero la inquietud no estaba en el exterior, componía una melodía de Satie en su interior.

Había una inminencia de algo. De que le costaría mucho adaptarse. Eso era claro. La evidencia, oh, nueva evidencia, estaba en que Jeonghan no se sentía capaz de hacer nada por sí mismo.

La más grande evidencia, oh, maldita evidencia, estaba en que Jeonghan tenía miedo.

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

¿Por qué tenía miedo?

Tenía una herida que no podría sanar. Pensó que estaba roto, pero subestimó lo mucho que una persona se puede quebrar.

Se quedó en la quietud del exterior, en la calma que confería esa habitación de hospital y la seguridad de que estaba en buenas manos.

Se quedó inmóvil, porque su mente ya estaba ardiendo demasiado. Sus pensamientos no dejaban de torturarlo.

Después de todo lo que había pasado, Jeonghan sólo podía estar seguro de la incertidumbre.

"Es mejor fingir que nada ha pasado... Es mejor descubrir que la nada sólo es la ausencia de algo"

Las memorias son una condena.

Jeonghan no quería saber nada. Oh, la ignorancia es una bendición, suelen decir.

"Te concederé tu destrucción absoluta. Tanto la incertidumbre como la muerte tienen algo en común: una vez que las experimentamos, no hay nada que puedas hacer para salir de ellas"

Manía (JeongHoon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora