𝓁𝑒𝓉𝓊𝓂 𝓃𝑜𝓂 𝑜𝓂𝓃𝒾𝒶𝓉 𝒻𝒾𝓃𝒾𝓉

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Aún no es el final


Abrió los ojos. Lo primero que llamó su atención fue el dolor de su cuello, pues tenía la cabeza colgando, y quien sabe por cuánto tiempo había estado así.

Parpadeó varias veces, las luces fluorescentes eran la única iluminación. Poca, en realidad tan poca, que la oscuridad era tan grande que apenas podía distinguir sus zapatos. Pero pudo notar cajas de vidrio por el lugar, una simple habitación un poco amplia. Las cajas como en exhibición, todas con su propia lámpara en ellas. Como si se encontrara en una sala de museo algo tétrica.

Fue consciente de que su cuerpo estaba en una silla, con las manos atadas detrás, de manera bastante eficaz, pues casi no podía mover los brazos, mucho menos sus muñecas. Sus tobillos igual estaban atados, y al intentar inclinar la silla, esta no se balanceó, como si estuviera sujeta firmemente en el suelo.

Su boca estaba descubierta al menos. Tenía la garganta muy seca.

No quiso entrar en pánico, pero era imposible.

Lo último que recordaba era estar en su cubículo hablando con Lee... ¿Estaría él bien?

¿Cómo es que había llegado ahí...?

—Justo a tiempo.

Pegó un brinco en su restricción al escuchar una voz proveniente desde la inquietante oscuridad.

La voz de...

—Despertó justo cuando la crisálida rompió el capullo. Debería verla, es hermosa.

Jihoon.

—¿Eh?

Tosió de inmediato. La garganta le dolía.

El joven pálido todo ese tiempo había estado ahí, observando. Esperando a que el hombre mayor abriera los ojos. No le colocó algo en la boca, porque aunque gritara, muy difícilmente alguien le prestaría atención.

Jihoon vivía en un viejo departamento, donde tuvo la suerte de que el sótano era rentable y él lo había escogido para poner a sus hermosos insectos ahí. Porque el espacio sobraba y nadie lo molestaba.

Se acercó a la ventana alta, que no era muy grande y era la única forma en la que la luz del sol entraba. Se puso de puntas y retiró la cortina.

—Las paredes de este sótano son gruesas, y nadie baja para acá. De todas maneras... No le conviene hacer ningún escándalo, profesor.

Su tono era suave, casi dulce. Pero frío, directo. Cortante en esa lóbrega habitación.

Jeonghan no entendía. ¿Era una broma? Y si era el caso, era una broma muy mala y pesada.

—No comprendo lo que me dices... ¿Qué es esto? —Trató de no tener ninguna reacción que pusiera en evidencia su ansiedad y alarma.

Jihoon tomó la pequeña caja de vidrio sellada con ambas manos, con lo que parecía ser a simple vista una enorme mariposa con colores anaranjados y negros.

—¿Sabe? La cuidé mucho, cuando era una oruga, hasta que se convirtió en pupa, y ahora, cuando la crisálida rompió, mire... Un bello espécimen de la Acherontia atropos. Aunque es mejor conocida coloquialmente como la "esfinge de la muerte". Es el lepidóptero más hermoso que conozco, y vaya que conozco muchos. —Jihoon observó al insecto con lo que parecía ser cariño y admiración. Esos ojos negros siempre fríos y a veces, inocentes, en su perdido mundo interno. O al menos eso había creído el profesor.

El más joven se acercó hacia Jeonghan.

—Representa mi amor por usted —confesó.

Su confusión incrementó, así como su inquietud. Jeonghan no entendía nada, pero se daba una idea de lo que sucedía. Y eso le causó escalofrío.

Manía (JeongHoon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora