XXIII

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- Scott va a ascender. - Informó Alec a su pareja.

Magnus no se giró al oírlo. Estaba claro que iba ha hacerlo, por su amor por Serena. Pero ahora mismo él no tenía la cabeza para esas cosas, él ahora estaba pensando en que era lo que querían tanto Valentine como Lilith, e incluso Jonathan, o como él quería que le llamaran, Sebastian. Tenía unas cuantas ideas en la cabeza, pero seguía sin entender el porque de la cuestión.

- Lo sé, me lo imaginaba.

Los libros cayeron de sus manos al girarse. Miró a Alec. Los ojos azules del chico mostraban la preocupación que sentía por el muchacho. A Magnus se le marcaban las grandes ojeras en el rostro, de color morado, como si alguien le hubiera pegado un puñetazo. Se notaba cansado, cansado de leer libros antiguos, cansado de buscar explicaciones a acciones irracionales hechas por tres locos. Las manos de Alec, llenas de callos por blandir espadas de adama, acarició su espalda. La gran bata la había dejado rato atrás apartada por el calor que le estaba produciendo, y su habitual purpurina por el palo había desaparecido también, a causa de pasarse las manos por la cabeza para aclararse las ideas. Los brazos del cazador de sombras le rodearon por completo, uniéndolos más de lo que estaban. Los susurros del muchacho eran música para sus oídos, tranquilizándolo.

- Magnus, no te preocupes. - Susurró. - Si tú no puedes, no creo que pueda nadie, eres el Gran Brujo de Broocklyn.

Rió por lo bajo al escucharlo, y entonces una bombilla se encendió en su mente.

- Creo que ya lo sé.

Alec se apartó de Magnus inmediatamente mientras él se dirigía a uno de los libros que había dejado caer anteriormente. Con cuidado lo subió a la mesa y empezó a pasar páginas rápidamente, hasta que llegó a la correcta. La miró sorprendido, luego miró al nefilim preocupado. Volvió a mirar al libro.

- ¿Por qué no me había dado cuenta antes? - Preguntó para si mismo.

- Magnus, ¿Qué ocurre?

Alec se acercó hasta la mesa. Las páginas del libro daban vueltas en su cabeza, al igual que los dibujos y las inscripciones escritas en ellas.

- La sangre de hadas y de brujos, el secuestro de los chicos. Su vuelta a la vida. - Dijo el brujo de carrerilla. - Alguien los controla desde fuera, querían deshacerse de su titiritero, y para eso les necesitaban a ellos.

Alec asustado abrió los ojos de par en par.

- ¿A ellos? ¿para qué?

Magnus levantó la mirada del libro. Se sentó en la silla colocando sus codos encima de la mesa y aguantándose la cabeza con las manos. Miraba a Alec con preocupación y desesperación.

- Querían canalizar su poder.

* * *

Clary pintaba escenas oscuras, macabras, llenas de fuego y sangre en uno de sus cuadros. La rabia la comía por dentro, su mejor amigo estaba con ella, sentado al lado, en la cama, mirando al techo si saber que decir o que pensar. Hacía unos años que había entrado en el mundo de las sombras, luego se había convertido en vampiro y más tarde había sido un mundano normal y corriente al cual le habían borrado la memoria con tal de salir del infierno, del verdadero infierno. Ahora estaba criando a un hijo de diecisiete años que había salido con la hija de su mejor amiga y más tarde se da cuenta que no tiene claro su sexualidad, mientras que la madre de este, Isabelle se iba a cazar demonios con su látigo. Nunca había pensado que acabaría teniendo esa vida, él quería ser músico, formar una banda como la que había creado en el instituto junto a sus amigos, Los Instrumentos Mortales como se habían hecho llamar. Ahora no veía música sino notas que sobrepuestas unas a otras podían desenmascarar a un demonio.

- Simon, ¿me escuchas? - La voz de Clary sonó como un timbre en su cabeza.

- Perdona, estaba pensando en mis cosas. - Aceptó el muchacho. - ¿Qué decías?

- Nada, realmente no era nada.  

Clary volvió a mojar el pincel en agua para limpiarlo. Contemplaba su cuadro lleno de masacre con una mueca de asco. Se preguntaba porque dibujaba esa clase de cosas, pero sabía perfectamente que era porque lo veía continuamente en su vida. Muertes, sangre, sacrificios. Educó a Serena para que ella pudiera elegir, pero todo cazador de sombras, nacido de otro igual, le llevaba a la batalla. Tanto Jace como ella le habían enseñado a su hija todo lo que tenía que ver con el arte en general para que ella, más tarde, pudiera escoger una de las ramas. Pero como era como su padre, las tuvo que elegir todas. No le bastó con elegir la pintura o el piano, sino que también escogió la escritura, el baile, la interpretación, el canto, quería abarcarlo todo, tal y como hacia en el ámbito de la guerra.

- Fray.

- Lewis... Lightwood.

Simon hizo una mueca de dolor. Pensó en su verdadero apellido, con el que había nacido como mundano, y como lo tenía que haber dejado atrás cuando se unió a los cazadores de sombras y cómo había adoptado el apellido de su chica, Lightwood, Simon Lightwood.

- Sólo te estaba diciendo que estaba preocupada por los niños. Serena hace horas que no sale de su cuarto, oigo su cello siendo aporreado con fuerza con el arco, o el piano siendo maltratado. - Dejó los pinceles a un lado y se tiró en la cama boca arriba. - Está llena de ira por dentro. Si le entregáramos un pato ahora mismo, lo descuartizaría en menos de cinco segundos.

Ambos se echaron a reír. Sabían que Serena aguantaba a los patos, los soportaba e incluso podía cogerles cariño, y todo con la ayuda de Alec y de Jem, que vieron a sus Parabatais huyendo del pobre animal inofensivo a los que ellos llamaban carnívoro. Intentaron que Serena no se pareciera a los demás Herondale de la historia.  Y lo consiguieron. Pero a Jace jamás le pudieron sacar esa idea de la cabeza, la idea de que un pato podía ser mortífero.

- Dean tampoco es que sea ahora mismo un modelo de cordura. - Confesó Simon. - Está todo el día con Will, David y Dalton, pero sobretodo con este primero. Se va y no vuelve en horas, y manchado de cualquier cosa pegajosa que se pudiera encontrar por el camino. Y además...

Clary miró a su amigo con ojos grandes. Los ojos verdes de la chica traspasaron, ferozmente, el alma de Simon.

- Nos comentó que no sabe exactamente cual es su condición sexual.

Clary se llevó las manos a la boca mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.

* * *

- ¡Serena! el tiro más fuerte. - Ordenó Jem a la muchacha.

La rubia asintió. La cola de caballo le llegaba hasta la nuca, mientras dos mechones de pelo se le pegaban a ambos lados de la cara. Jem la tenía en la sala de entrenamiento, junto a Dean, Isabelle, y su padre hacía una hora. Practicaban el tiro de cuchillos serafines a larga distancia. Habían empezado con un metro e iban aumentando. Ahora estaba a cinco metro la diana, iban tirando por turnos. Jace estaba detrás de su hija, aguantándole el codo y el hombro para situárselos bien para poder tirar con destreza, pero no funcionaba. La chica tenía la mente en otros sitios. Dean, en cambio había conseguido hacerlo, no notaba la mirada de Will encima de él y eso le calmaba, a la vez que le asustaba. Necesitaba la aprobación del otro chico, que estuviera orgulloso de él. Isabelle yacía en el suelo, tumbada hacía arriba por el agotamiento, sus brazos, llenos de iratzes se iban calmando por momentos, pero se había dado cuenta que no debía jugar nunca más con su hijo a quitarse las armas. Ambos eran rápidos, pero él era mucho más joven.

- Vuelve a tirarlo. - Susurró Dean a la muchacha del pelo rubio.

Esta le miró por encima de los hombros. Se concentró, y lanzó el cuchillo con todas sus fuerzas mientras alzaba el codo por debajo del hombro. El cuchilló salió volando y se quedó incrustado en la pared, no en la diana, si no entre las cabezas de Jocelyn y Luke, que estaban acompañados por Maia y Bat, dos hombres lobo.

Cazadores de Sombras: Ciudad del Infierno InfinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora