- Dean, tio ayudame. - Pidió el mundano que estaba sentado en su silla.
Los dos chicos estaban en el comedor del Instituto, solos, a oscuras. Sólo le veía la luz de uno de los candelabros que decoraban la mesa donde estaban ambos sentados comiendo frutos secos. A Serena no la habían visto desde que Simon, el padre de Dean, había hablado con el otro chico sobre el tema de la ascensión. No lo habían buscado, porque sabían que no la iban a encontrar, cuando Serena salía huyendo, nadie era capaz de encontrarla.
- ¿En qué quieres que te ayude? - Preguntó este aun absorto en su mundo.
- Joder... ¿Debo o no debo ascender?
Dean salió de su mundo. Miró al chico a los ojos y podía ver todo lo que sentía por dentro, lo que realmente sentía por Serena. Se levantó de la mesa y se dirigió a la cocina, que estaba pocos pasos de ella. Abrió la nevera y buscó algo para beber. Los brenages de su madre estaban allí metidos, para que alguien los cogiera por equivocación y se envenenará con ellos. Sacó la botella de zumo de naranja, cogió dos vasos y los acercó a su amigo. Se sentó a su lado y bebió en silencio. Scott se estaba pponiendo nervioso al verlo tan tranquilo, estaba a punto de saltarle encima y arrancarle la camiseta para que hablará, pero se estaba controlarlo, necesitaba controlarse. Dean abrió la boca, pero la volvió a cerrar, no sabía que podía contestarle con toda sinceridad, había estado pensando y creía que eso era lo mejor. Que debía decirselo, debía ser sincero.
- Scott, si lo haces por Serena, no lo hagas.
- Otro con el tema.
Dean puso los ojos en blanco.
- No lo digo por eso, es porque después de lo que voy hacer... empezará a odiar a los nefilims.
* * *
Serena estaba entre las flores sentada, al lado de una gran fuente. Desde la conversación con Magnus había estado en el invernadero del edificio. La chica no podía pensar en nada más salvo en los besos que le había dado al chico mundano. Se había cambiado de ropa antes de subir, iba en pantalón corto negro de chandal, y una camiseta roja de tirantes, cosa que hacia que se le vieran todas las marcas. La muchacha tenía un par de rosas amarillas entre sus manos, sus favoritas. Había caminado por toda la sala vacía, con los aurículares puestos, dejando que la música invadiera su ser y su alma. No escuchó cuando su madre entró por la puerta, y se la quedó mirando boquiabierta. Clary estaba mirando a su hija sorprendida porque jamás la había visto de esa manera, en su faceta más femenina, con las rosas entre las palmas de sus manos.
- Serena. - Dijo Clary acercandose a su hija.
La chica rubia alzó la mirada para obsevar a su madre. La pequeña llevaba una cola alta dejando caer dos mechones de su pelo, uno a cada lado, enmarcando sus ojos verdes sin maquillar. Tenía la cara blanca, sin ningún rastro del maquillaje negro que solía llevar. Estaba envuelta entre la vegetación, la flora del lugar. Se levantó de la escalera en la que estaba sentada y se acercó a su madre en pasos cortos.
- Dime mamá.
- ¿Qué haces aquí? - Preguntó esta curiosa.
- Nada, necesitaba salir un poco del ambiente de abajo.
Clary se colocó al lado de su hija.
- ¿No será que tenías que salir del triangulo entre Scott y Dean? - Preguntó esta sonriendo.
- ¿Es tan evidente?
Su madre asintió con la cabeza mirandola a los ojos. Le entró el miedo por si Dean se hubiera percatado de ello, al ser tan perceptible. Ambas siguieron andando una al lado de la otra, mirando las flores que estaban en su alrededor.
- Sabes, aquí tu padre y yo nos besamos por primera vez.
Serena abrió los ojos de par en par. Se imaginó a su madre y a su padre juntos, en aquella escalera bajo todas aquellas flores y plantas, por la noche, con las luces mágicas, besandose como solían hacer delante de ella. Aunque le pertubaba ver aquello, le parecía bonito. Llevaban muchos años juntos y se notaban que estaban hechos el uno para el otro. Envidiaba a sus padres, ella sabía perfectamente que Dean no era su alma gemela, pero si que podría contar con él siempre.
- ¿Cuando te diste cuenta que estabas enamorada de papá?
Clary se quedó pensativa mirando a su hija. Se quedaron ambas paradas bajo la luz que entraba por uno de los ventanales. Los ojos verdes de ambas se ilumaban bajo la luz de la luna.
- Cuando me di cuenta que cuando a él le pasaba algo, yo me moría a su lado. - Dijo esta finalmente.
La muchacha no entendió a lo que su madre se refería. Pero asintió después de cada explicación de esta. Ella jamás había sentido eso por Dean, no sentía que si a él le pasaba algo, ella iba a caer también. Tenía la mentalidad de una cazadora de sombras, sabía que en alguna misión podría perder a su novio bajo algún ataque de un demonio, y sabía que ella iba a tener que seguir a delante por él; pero en cambio, por Scott si que había sentido aquello, por eso no quería que el muchacho se volviera un cazador como ella, aunque el día en que se había quedado inconsciente lo había deseado, simplemente por la protección que las hermanas de hierro y los hermanos silenciosos le proporcionarían mentalmente. Pero con la mente fria, no quería que Scott entrará en su mundo únicamente por el hecho que no se veía preparada si a él le pasaba algo en la lucha.
- Hija, ¿me estás escuchando?
Serena dejó la mente en blanco y volvió a bajar al mundo real, dónde su madre estaba sentada en el suelo mirandola. Ella se había movido y en ese momento estaba sentada en el gran ventanal de la sala.
- Si mamá, te estoy escuchando.
La peliroja asintió. Y un fuerte golpe zarandeó la sala. Dean acababa de entrar por la puerta, y había cerrado con un portazo.
- ¡Serena! - Gitó buscandola.
La chica se levantó del sitio y se dirigió a él a grandes zancadas. Se tiró encima del chico, pero este se apartó con un ágil movimiento.
- ¿Qué pasa? - Preguntó ella.
- Tenemos que hablar.
* * *
Scott estaba sentada en el suelo del pasillo. Dean acababa de entrar por la puerta del invernadero en busca de Serena. Se habían paseado por todo el instituto sin encontrarla hasta que el chico moreno de ojos oscuros se percató que solo podía estar en un sitio si lo que buscaba era tranquilidad. En ese instante Clary salió de la sala y cerró la puerta con sumo cuidado. Al girarse vió al chico con los ojos llorosos.
- ¿Qué te pasa Scott? - Preguntó ella.
El chico negó con la cabeza.
- Nada.
Se sentó con él a su lado y le cogió de la mano. Scott miró la muchacha peliroja de ojos verdes que se había sentado a su lado, era demasiado parecida a su amiga, solo que cambiaba su color de pelo. Serena era una clara copia de su madre, fisicamente. No le costaba imaginarse lo rápido que Jace, el padre de la chica se pudo enamorar de ella. Él tardó segundos en saber que Serena era su alma gemela.
- Scott...
- Creo que la he fastidiado, con Dean y con Sere... - Se sinceró el muchacho.
- ¿Por qué dices eso?
El moreno de ojos miel se quedó mirando a la nada. Dudaba. No sabía por donde empezar, si por el hecho que se había enamorado de la novia de su mejor amigo, o que cuando despertó del sueño horrible, besó a la chica. Había mucho que explicar en poco tiempo, ya que Dean estaba hablando con la muchacha a solas, dentro de la sala. Se imaginaba la que acabarían tirados en el suelo sin ropa, ya que no aguantaban ni un minuto sin quitarse la ropa, aunque ninguno de ellos lo había dicho, se le notaba a ambos en elos ojos. Ya no veía la relación de antes entre sus amigos, ya no había el amor del principio.
- ¡SERENA, VUELVE AQUÍ! - GRITÓ EL CAZADOR DENTRO DE LA SALA.
La chica rubia salió por la puerta del invernadero, lanzó una mirada acusadora a Scott. Tenía los ojos llenos de lágrimas, sus ojos verdes ahora eran de color marrón, eran más oscuros. Entonces salió corriendo hacía Dios sabe donde.
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Cazadores de Sombras: Ciudad del Infierno Infinito
Hayran KurguFanfic de la Saga de Cazadores de Sombras escrita por la gran Cassandra Clare. En este fanfic, Clary y sus amigos ya han crecido e incluso han tenido hijos, Serena Herondale, e Izzie y Simon han tenido a Dean Lightwood. Ambos hijos están juntos com...