XXVI

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- Debemos esperar a que el chico ascienda. - Dijo Lilith.

- ¿Por qué? - Se encaró Valentine.

- Porque cuando ascienda será más fuerte. - Comentó la demonio con la copa de vino en sus labios.

Sebastian abrió la puerta de golpe y cuando entró pudieron verle la expresión de victoria. A Lilith se le cayó la copa de la mano y rebotó en el suelo empapando la alfombra de vino. En la mano de Sebastian había un guante, uno de esos para poder disparar bien en arco.

- ¿Qué has hecho inconsciente? - Preguntó Valentine.

- Solo les he metido un susto de nada. - Dijo este sonriendo.

Lilith se levantó de su sillón y caminó hasta el joven cazado de sombras. Alzó la mano y le dio un guantazo con todas sus fuerzas.

- Eres un inconsciente, como tu padre. - Dijo esta.

- ¿Pero que he hecho ya? - Preguntó Valentine.

- Mirad, los necesitamos vivitos y coleando, a los tres, si no, no podremos ocupar sus cuerpos, y por eso mismo necesitamos que Scott ascienda, y que sea cazador. - Dijo la demonio enfadada. - Scott será tú cuerpo Sebastian, no lo maltrates.

Sebastian se sentó en la butaca, a la vez que encendía el fuego de la chimenea. Miraba el fuego con toda su atención mientras Valentine y Lilith hablaban entre ellos sobre su verdadero plan, el ocupar el cuerpo joven de los chicos antes de que los encontraran.

- Era un buen plan, solo teníamos que confundirlos un poco matando y atacándolos. - Decía Lilith. - No intentando matarles.

- No he matado a Scott, tampoco soy tan idiota. - Se quejó. - Solo les he metido un susto de nada.

- ¿Qué tipo de susto hijo? - Inquirió Valentine acercándose a él.

- Solo le he lanzado una flecha a un hombro mientras tu nieta y él se lo estaban motando en el cuarto de ella.

Valentine le miró sonriendo.

- Así me gusta, defendiendo a tu familia.

Lilith cogió la copa del suelo, y se la tiró a la cabeza a Valentine rompiéndosela en ella. Este cayó al suelo inconsciente, mientras que la demonio, con una sonrisa, se acercaba al chico y le cogía descaradamente por el cabello alzando su vista.

- No vuelvas a cometer ese error, o te quedaras en tu propio cuerpo hasta que fallezcas. - Amenazó la muchacha con sus dientes blancos mordiéndole una oreja.

* * *

- ¿ Cómo esta Scott? -  Preguntó Jace a su hija.

- Bien, mucho mejor. - Dijo ella secamente. - Está encerrado en la biblioteca con Jem y Tessa estudiando sobre nosotros, para cuando ascienda y eso.

Jace se sentó a su lado, al lado de las flores, que les rodeaban del invernadero. Esta sonrió al sentir el calor de su padre a su lado y se recostó sobre él. Le acariciaba su pelo rubio rizado, esa mezcla de genes que le constituían. El pelo rizado de su madre y su abuela, el pelo Fairchild  en pelo rubio, mientras que el color lo había sacado de su padre, de Jace, y de la madre de este. Sus ojos eran totalmente de Clary, de ese color verde mezclados, levemente, con algo de color marrón que le venía de lejanos ancestros. El sonido de los pájaros  hicieron que la muchacha cerrará con más intensidad los ojos, para tener la oportunidad de olvidarse de todo aquello que le rodeaba y poder centrarse en el latido del corazón de su padre, la persona que le había enseñado a valerse por si sola y la que le había enseñado a luchar por los demás. La mayoría de cazadores de sombras que la conocían siempre decían lo mismo: Serena, definitivamente, es una Herondale. Eso lo había corroborado Jem, al igual que Tessa, siendo ella una antepasada suya, al explicarle la historia de su familia, y el como  el ángel les había dotado de un amor incondicional. La puerta se abrió mientras Serena dejaba de pensar en su familia. Abrió los ojos y una silueta de pelo rizado y pelirrojo apareció delante de ella.

Cazadores de Sombras: Ciudad del Infierno InfinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora