VI

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- Clary, a tu derecha! - Gritó Jace al ver que su chica tenía a más mundanos a su alrededor.

La chica se movió rapidamente en dirección donde le habían gritado. Le dió un golpe en la cabeza y lo dejó KO. Simon e Izzie estaban justo al lado de la chica demonio, él intentando llegar hasta ella, y ella luchando con todas sus fuerzas para defender a su chico. Magnus seguía en el suelo, dolorido, mirando a la nada, creando en si mismo una coraza para magica para no recibir más daño. Se levanta rápido, se acerca a Alec, que estaba con el cuchillo serafín en la mano, mirando detenidamente a Lilith.

- Vuelve a atacarle y verás donde acaban estas armas, demonio.

La chica morena sonrío con picardía, alejandose paso a paso, hacía atrás, mirando al nefilim.

- ¿Dónde acabarán?

El brujo escuchó la respuesta y se levantó de repente, de un salto. Se acercó a su chico mirando detenidamente a Lilith, una llamarada de su mano salió en dirección al demonio. Ella salió volando cayendo por el edificio. El brujo y el nefilim se asomaron para mirar por donde había caido, cuando de repente se dan cuenta que ya no había nada ni nadie.

- Chicos. - Dijo Clary. - Mirad.

La demonio había desaparecido al caer de la terraza, y los mundanos se habían desmayado al ocultarse ella.

*  *  *

Serena estaba inmovil en frente del chico.

- ¿De verdad que no duelen?

Ella negó con la cabeza.

- Solamente duelen cuando te las hacen o te las haces tú mismo, luego ya no duelen nada, ni cuando desaparecen.

El chico estaba mirando a la cazadora con ojos maravillados, enamorados, y eso ella se daba cuenta. No quería darle esperanzas a su amigo, ella tenía chico, pero por una extraña razón ella sentía la necesidad de que él, el mundano, la tocará. Sus manos estaban justo en su vientre. Notaba el calor que sus manos le producían en sus mejillas, eso, a ella, no le había pasado nunca. Ponerse roja por el roce de otro chico, en su piel, y que no fuera en los labios. Le resultaba extraño.

- ¿Desaparecen? - Preguntó el chico sorprendido.

No se podía haber imaginado nunca a esa chica, tan femenina, en clase, con tatuajes raros por todo el cuerpo, cubriendole el pecho como estaba viendo en esos instantes. Podía pensar que se estaba excitando al verla en ropa interior, pero no era así, en ningún momento había pensado en eso, sólo pensaba en acariciarla, en besarla, eso era con lo que soñaba desde que la conocía. Pero, ahora, que conocía, más o menos, su secreto, tenía más ganas aún. Ya no veía a la frágil Serena, veía a una guerrera con el nombre de una diosa.

*  *  *

Escuchaba los comentarios de su novia y de su amigo desde dentro de la ducha. No podía negar que no le daba envidia la situación. Sabía perfectamente que su mejor amigo estaba enamorado de su novia, desde que la vio por primera vez. Esa manera de mirarla, esa manera de hablarle, a veces pensaba que podía ser porqué se llevaban como hermanos, pero no, no era eso. Mientras le estaban rescatando se daba cuenta de cuanto le importaba ese chaval a Serena. Se percataba de que él, Dean, era mucho más importante para ella, pero que el otro se estaba haciendo hueco en el corazón de la muchacha. Mientras pensaba en todo eso, dejaba que el agua le cayerá por todo el cuerpo, quitandole la suciedad de encima de él y todos los malos pensamientos. Quería salir ya y ver en que ambiente había dejado a los dos amigos. Sentía un vacío sin ella, pero también se notaba solo si no estaba él. Desde hace más de unos cuantos meses, Scott había empezado a entrar en su vida de otra manera, podía ser como un hermano mayor para él, ya que el chico, en realidad, les sacaba un año a ambos, tenía casi 19 años. Salió de la ducha y se empezó a vestir. Todo olía a ella, todo tenía el perfume que ella solía utilizar. Se miró en el espejo, se vío bien, ya no tebía sangre en la cara, ni restos de la sangre de su amigo por las manos. Los restos de cansancio habían desaparecido. Iba a salir del cuarto de baño cuando recordó algo, no se había puesto los calzoncillos.

*  *  *

- Creo que debería ponerme ya la ropa. Tengo frío.

Serena estaba tumbada encima de la cama, mirando al techo, iba en sujetador. El chico estaba estirado a su lado, observaba las marcas que ella tenía en los costados. Formas entrelazadas, runas, como ella le había dicho que se llamaban. La contemplaba como si fuera una divinidad, la veía perfecta con cada uno de sus defectos.

- Deberías.

Ella le miró sonriendo. Asientió. Se levanto de la cama con agilidad y se dirigió a la silla donde habñia dejado su camiseta. Se la puso con cuidado mientras él la seguía examinando. Tenía los ojos brillantes mientras ella se despegaba su pelo rizado, por el hecho que ya lo llevaba seco, de la nuca y lo dejaba caer por su espalda. Los rizos eran perfectos, como si se los hubieran hecho en la peluquería. Ella sonreía a través del espejo, cuando de pronto Dean salío del baño.

- Pequeña, ya estoy.

Ella se giró en redondo y se dirigió a su chico. Él iba con una sudadera gris y unos tejanos normales azules. Llevaba unas bambas del mismo color que la sudadera.

- Vas perfecto.

Él sonrío ante el comentario de su chica. Se acercó y la cogío por la cintura, la acercó a él y la besó con ganas. Scott estaba absorto, estaba mirando la acción, pero estaba más pendiente de sus pensamientos, pensaba en que acababa de tocarle la espalda a la chica de sus sueños, su vientre, y sus hombros, todo a caricias suaves, todo lo que él había soñado siempre. Solo le faltaba el beso, el simple beso que tanto deseaba el chico. Bajo de la nuve y ellos ya habían salido por la puerta.

- ¡Esperadme! - Gritó él saliendo por la puerta.

Los dos amantes estaban esperandole fuera, con un gato entre ellos. El chico se quedó plantado junto a ellos.

- Scott, Iglesía. - Presentó Serena mirando al muchaho.

- ¿Este gato se llama Iglesia?

Dean miró al chico asustado.

- ¿ESTE GATO? Este gato, como tú le llamas, forma parte de este instituto antes de que nosotros nacieramos. Iglesía es el único ser vivo que se sabe cada escondite de este edificio sagrado. Este gato es un maestro del silencio.

El mundano tragó saliba.

- Perdón.

La chica puso los ojos en blanco al ver la pequeña discusión entre los dos seres de sexo masculino a los cuales jamás acabará de entender.

- ¿Podemos caminar? Nos esperan.

*  *  *

- Tardan mucho, ¿donde estarán? - Preguntó ansiosa Jocelyn.

Hacia menos de una hora que se habían percatado, ella y Luke, que su nieta y su querido novio no estaban en el Instituto. Estaban ansiosos, nerviosos y angustiosos. No les cogían el móvil ninguno de los dos e incluso habían mandado a otros cazadores de su misma edad a buscalos, Dana, David, Dalton, tres cazadores que estaban a punto de cumplir la mayoría de edad y que ya tenían PARABATAIS. En ese momento se abré la puerta y aparecen Serena y Dean junto a un mundano.

- POR EL ÁNGEL, ¿dónde estábais?

- Hemos ido con papá y mamá. - Dijo la chica ocultando al mundano.

- Espera... ¿Y este mundano? - Preguntó Luke al verlo.

Los dos adolescentes se quedaron mirando entre ellos, no sabían que contestar. ¿Le acababan de salvar? ¿Es el mejor amigo de ambos? o ¿Es nuestro mejor amigo y le acabamos de salvar de Lilith?

Cazadores de Sombras: Ciudad del Infierno InfinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora