XVIII

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- ¿Por qué quieren que ahora asciendas? - Preguntó la chica sentada en su cama bajo la luz de la luna.

- Creen que ahora ya es necesario, después de lo que pasó contigo.

Serena se tiró en su cama mirando al techo. Se había pasado el día evitando a Dean y entrenando, y cuando había llegado a su cuarto, Scott estaba sentado encima de su cama con los ojos llorosos. Ahora ella estaba estirada en su cama, con ropa limpia y el chico sentado en la ventana. Ambos estaban algo desconcertados ante la idea de la ascensión del mundano.

- Ahora estoy en el mismo peligro que antes.

- No, Serena, no lo estás. Tu tío te intentó matar, ¿no ves que las tornas han cambiado?

El chico seguía sin mirarla directamente, únicamente se dedicaba hablar mientras miraba por la ventana a la ciudad iluminada por las farolas y la luna llena que estaba flotando en el cielo. Serena, levantandose de la cama se dirigió al chico colacandose detrás de él dejando que la luz brillará en sus ojos volviendolos verdes esmeralda.

- Si, ha cambiado. - Hizo una larga pausa. - Por eso no quiero que asciendas. El otro día me salvaste, pero... ¿quién no me dice a mi que el próximo serás tú? Quiero decir... No quiero que te maten, y si asciendes tu vida se transformará en un día a día de terror, de miedo, de oscuridad, luchando contra aquellos a los que nunca viste hasta el momento en que me conociste. En pocas palabras, no quiero ser la causa de tu muerte.

Scott se giró en rotundo. Vio el rostro de la chica brillando con la poca luz. Los ojos de la chica, verde esmeralda, estaban dejando caer pequeñas lágrimas por los ojos. La veía delicada antes la luz blanca, ante sus ojos enamorados y ante su corazón. En el fondo le dolía por su amigo que acababa de separarse de ella, pero... es que él la amaba. Jamás pudo dejar de pensar en ella, jamás pudo dejar de amarla. Oía el latido de la chica cerca del suyo, como si compartieran cuerpo, lo notaba dentro de él. Serena olía a avellanas, un olor que le recordaba a su casa, a su madre, era un olor familiar. La tenía tan cerca que podía ver las irregularidades de las marcas en su piel, el mal pulso con el que se hacia las runas. El vello rubio de la chica estaba en punta, cosa que demostraba los nervios de la chica al estar tan cerca de Scott.

- Sea mundano, sea nefilim, siempres serás tú el motivo de que me ponga en riesgo.

Ambos estaban cara a cara. Serena no miraba al chico castaño a los ojos, estaba mirando el pecho del muchacho, escuchando su latido. Le retobaba en las orejas, iba tan rápido que no podía seguir el ritmo de este, no podía contar sus pulsaciones. Ese sonido, el que ella estaba escuchando, le había hipnotizado, le había enamorado. Puede que el fondo ella también quisiera dejarlo con Dean, aunque no se veía con fuerzas de decirlo o más bien de aceptarlo. Veía a Dean como un hermano más que a una pareja, al menos en aquellos momentos. La mano del chico acarició la de la chica mientras esta estaba apoyada en la ventana, mirando, ahora, los ojos de Scott. El color miel de los ojos del muchacho llevaba a la chica al paraíso, a un lugar sin demonios, sin miedo a morir cada día. No quería que Scott se metiera en su mundo, no podía dejar que esos ojos se oscurecieran con el miedo y el terror, y con el poder de la sombras. Cuando uno se metía en ese mundo, dejaba de ser el que era.

- Scott... No podemos... - Dijo esta apartando la mano.

- Si podemos Serena, si podemos.

Serena ya estaba de espalda al chico. Sus ojos estaban húmedos de las lágrimas que volían a caer por sus pomulos y por sus mejillas sonrojadas. Sólo el tacto del muchacho la ponía nerviosa, dejaba ver sus puntos más débiles.

- ¿Y si vuelven a atacarte por mi culpa? - Dijo aun sin girarse.

- Volverán hacerlo, saben lo que siento por ti, saben que haría cualquier cosa por ti.

Los puños de la chica estaban rojos de la fuerza que estaba utilizando. En la boca del estomago se le había hecho un nudo, y un nudo en la garganta. No quería llorar, no quería que Scott la viera llorar.

- Dime que no sientes lo mismo por ti, y me alejaré de ti.

Las palabras no le salían de la boca. Estaba rondando por su cabeza pero no era capaz de sacarlas ni de decirlas. El corazón le iba a mil por hora cada vez que escuchaba la voz del chico, cada vez que le tocaba y ahora se estaba dando cuenta. Lo que sentía por Dean hacía tiempo que había desaparecido, y en su lugar se había quedado Scott, con su sonrisa, con su mirada. Pero no era correcto, no por lo que ambos eran. Él tenía una vida por delante, ella... no sabía cuando realmente podía llegar su final, cada día lo esperaba con los brazos abiertos, y ella esperaba que el chico no decidiera hacerlo, pero estaba seguro de hacerlo, estaba seguro de lo que sentía.

- Si te digo que no siento lo mismo... ¿Ascenderás?

El chico negó con la cabeza.

- No, no ascenderé y me iré.

- Yo... no quiero que asciendas, no quiero que esperes la muerte con los brazos abiertos cada día como lo hago yo.

Este sonrió cansado. El tema le dolía, porque estaba seguro de lo que sentía y sabía perfectamente que aunque Serena le dijera que no le quería él iba a serguir con su plan e iba a decirles a los mayores que iba a escender. Quería protegerla.

- Ya la espero desde el día que te conocí, inconscientemente sabía que no eres totalmente humana.

- Nunca... Yo... No sé Scott... Quiero que sigas con tu vida humana.

Las manos del chico cogieron las suyas. Las lágrimas corrian por las mejillas de ambos. Los ojos de los chicos buscaban la mirada del otro. Una mano de Scott subió al rostro de la chica, esta cerró los ojos con el contacto del chico castaño. La piel se le crispaba de nervios, de deseo de querer besarle al chico. La medio sonrisa del chico estaba iluminada bajo la luz del satélite. Notó como sus corazones conectaban.

- Serena.

- Siento haberte metido en todo esto... Yo... Yo no quería. - Dijo esta entre lágrimas al abrir los ojos.

- No sientas nada, gracias a esto he podido conocerte de verdad.

- Scott, basta.

- Serena, estoy enamorado de ti.

El corazón de la chica dio un vuelco. No esperaba que el chico dijera esas palabras, y más en ese momento, en uno en que su cabeza, su razón, y su corazón o sentimientos estaban en continua guerra. Su razón decía que no, que Scott era un mundano al que no quería meter en su guerra continua; su corazón opinaba que con el poco tiempo que le quedaba, debía vivir la vida, debía aceptar que Scott le gustaba desde el momento en que le vio por pemera vez. El chico seguía esperando una respuesta, tenía la sensación de que la muchacha iba a salir corriendo que iba a huir de sus sentimientos. Él sabía que la rubia sentía lo mismo que él, pero no tenía claro si los había aceptado en algún momento de la conversación. Se había besado dos veces con la chica, y había notado la conexión que había entre ellos, de ahí que el chico se atreviera a decirle lo que de verdad sentía.

- Necesito que digas algo...

La chica seguía mirando a los ojos del muchacho.

- Serena... Necesito no sentirme idiota.

La reacción de la chica fue lanzarse hacia el chico, juntar sus labios y besarle con toda su alma.

- Yo... creo que te quiero Scott.

Cazadores de Sombras: Ciudad del Infierno InfinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora