Cuando me enamoré de ti

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Sakura

Recuerdo que aquella noche no dormí. Luego de haberlo hecho sobre su piano, en su cama, dentro de su enorme y fina bañera, y otra vez sobre su cama, nos acurrucamos juntos para descansar por fin bajo aquellas sedosas sábanas, lo cual me gustó. Me sentía cómoda con él, y honestamente verle dormir satisfecho con su brazo rodeándome, me encantó. Sin embargo, también me sentí muy extraña.

Nunca antes había tenido sexo con un hombre y que él se durmiera a mi lado abrazándome después de acabar.

Por algún motivo no se sintió correcto, así que al pasar algunas horas, justo para el amanecer, me levanté despacio. Tomé mis cosas, y sin meter boche, me fui del penthouse.

Recuerdo que la tarde de ese lunes, me encontraba como siempre alimentando a los patos del Sanatorio Mental Konoha. Una costumbre que tomé desde pequeña, cuando mi madre estuvo internada allí y yo iba a visitarla. Me quedaba en el estanque del patio, conviviendo con las aves.
Me hice muy amiga de la enfermera Temari, por lo que incluso hasta el día de hoy me deja ir cada vez que quiero.

Ino me envió un mensaje, diciendo que estaba afuera. Habíamos quedado en conversar, por lo que me despedí de mis amigos animales y salí.

Recuerdo que nos sentamos en una banca bajo unos árboles, y luego de que me regañara durante unos 20 minutos, le di las gracias, posando mi cabeza en su hombro. Ella siempre se preocupaba por mí, y le prometí que esta vez era en serio, todo cambiaría en mi vida.

Así fue, todo cambió y para mejor.

Con Sasuke hablábamos casi a diario por mensajes. No todos los días, y no todo el día, pero sí muy seguido. Era alguien muy agradable, y aunque en personalidad fuésemos absolutamente diferentes, teníamos algunos intereses en común. Él me caía muy bien, debía admitirlo.

Me llevaba a sus eventos empresariales (donde se aseguraba que no hubiese ningún reportero, y yo me escabullía cada que algún fotógrafo hiciera su trabajo, pues quería conservar mi privacidad), y solíamos pasar todo el día sábado juntos en su departamento.

De pronto me vi queriendo llamarle un día aleatorio de la semana, solo para saber qué tal estaba yendo su día. Fue raro ese cambio en mí, pero no le di importancia. Tampoco hice alboroto cuando comenzamos a vernos en otros sitios: ya sea en restaurantes, parques o museos.

—¿Es normal que hagamos este tipo de actividades? —pregunté.

—No lo sé —respondió honestamente mientras conducía— ¿Te incomoda?

—No —dije, de corazón.

Y no era la cifra monetaria en mi cuenta bancaria (que subía cada semana) la que hablaba, yo realmente disfrutaba mi tiempo con Sasuke, independiente del interés económico. Pero sí, los regalos que él me daba me hacían sentir como de la realeza. No, más bien como una geisha que encontró a su danna.

Por todo ese periodo, no tuve necesidad alguna de estafar hombres a través de Corazón de Azúcar, aunque ganas no me faltaban, era algo adictivo, principalmente porque en su mayoría eran hombres malos. Pero me retuve, no tenía tiempo ni cabeza para dedicarme a mis fraudes. Sasuke ocupaba mi mente por completo, y estaba bien, era lo que yo quería.

Me encargaba de estar siempre dispuesta para él, después de todo, no podía olvidar mi objetivo inicial. Yo no estaba con él para tener un romance (una estupidez, si me lo preguntan) yo quería dinero, juntar la mayor cantidad posible era mi meta. Lograr enamorarlo al punto de que no haya nada que no haga por mí, y nada que no me dé.

Corazón de azúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora