•𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟑𝟐•

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 →𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.

—No me esperaba que quisieras venir conmigo —Blair miró a Nancy, que estaba centrada mientras conducía.

—Por una vez en todo este follón, quiero saber la respuesta. Quiero saber a qué nos vamos a enfrentar.

—Pues a mi la verdad es que me gusta esta idea —comentó Robin desde el asiento trasero del coche—. Aunque lo que no me gusta es dejar a los otros cuatro solos.

—Steve sabe lo que hace. Tiene practica.

—Tú también —la rubia sonrió ligeramente ante las palabras de Buckley—. Me comentan que sois padres de seis.

—Yo no quería, lo juro. Por cierto, tienes que contarnos lo que hablaste con el tío de Eddie —ante la petición de Sallow, Nancy comenzó a relatarles aquella conversación mientras llegaban a la biblioteca pública.

—Vale, a ver si lo he entendido —comenzó a decir Robin mientras se bajaban del coche—. ¿El tío de Eddie, Wayne, cree que Victor Creel se ha escapado del sanatorio de Pennhurst y que es el que va corriendo por Hawkins cometiendo los crímenes?

—Exactamente.

—Pero Victor cometió aquellos asesinatos en los años cincuenta —dijo Blair a la vez que subían las escaleras.

—Más concretamente en el cincuenta y nueve.

—¿Y eso significa que los asesinatos ocurrieron treinta años antes de Once y el Mundo del Revés?

—Sí.

—Y que el siniestro Victor Creel tendrá setenta años.

—Sí —Wheeler tocó aquella campanilla del escritorio para que alguien las atendiese.

—Entonces... Es un abuelo homicida que se vuelve invisible y tiene superfuerza —Robin se apoyó en la madera.

—Ya sé que no tiene sentido. Por eso os he dicho que estaba dando palos de ciego.

—Si te soy sincera, pensaba que estabas siendo modesta teniendo en cuenta tus antecedentes —comentó Blair—. O que básicamente lo tenías resuelto, y nos lo dirías más tarde.

—Pero esto es dar palos de ciego de verdad. Como si tuviéramos un palo y los ojos vendados y nos dieran cincuenta vueltas —nuevamente, Nancy tocó el timbre, repetidas veces de hecho.

—¡Ya voy! —la bibliotecaria apareció con unos cuantos libros en sus manos.

—Hola, lo siento. Tenemos un poco de prisa, ¿puede darnos la llave del archivo del sótano?

—Claro, dame un segundo —la mujer se alejó un poco.

—¿Te he parecido borde? —ambas miraron a Robin.

—No —respondió Wheeler.

—Es que pareces un pelín cabreada, ¡pero es que no me conoces! Yo no tengo filtro y la cago en las convenciones sociales.

—Si es cierto, no tiene ningún filtro —comentó Blair.

—Vale.

—Si digo algo que te moleste... Que sepas que es un defecto. Mi madre me lo recuerda a diario.

—Vale, entendido.

—Muy bien, señoras. Aquí tenéis —les entregaron las llaves del archivo, y poco tardó Nancy en agarrarlas.

—Lo intentaremos —se alejaron de allí y emprendieron su búsqueda de información.

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Agápē ||Steve Harrington||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora